📔 Capítulo 41 📔

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    Cuando abrí mis ojos esta mañana me asusté un poco: Estaba cómodamente envuelto en unas cobijas blancas, muy blanditas, mientras una mano acariciaba sutilmente mi espalda. Mi nariz estaba pegada al pecho desnudo de alguien, y podía sentir ese aroma cítrico, con un toque apimentado, y sorprendentemente suave. Era casi tan reconfortante como el calor que desprendía; me sentía en las nubes.
    Me enteré que ese era el aroma de mi dadá, no más levantar un poco la cabeza. Una maravillosa expresión en su rostro me dió los buenos días. Se sentía bien.
- Buenos días principito. - Habló mientras apartaba un mechón de mi pelo. Le sonreí. Pasamos unos segundos así, hasta que, mirando por encima del hombro, me di cuenta que estábamos solos. - Papá se despierta temprano mi vida. - Explicó. - Vendrá a desayunar en un ratito. - Asentí. - ¿Te parece si bajamos a preparar el desayuno?
- Humhum. - Solo hice un pequeño movimiento afirmativo, estaba muy bien allí, pero igual quería ver a papá. Además, ya tenía hambre... Dadá se levantó, desprendiéndose delicadamente de mi, para acto seguido vestirse con rapidez y de nuevo tomarme en brazos. Colocándome de lado sobre su cadera. De esa forma podía mirar a dónde íbamos.

    En la cocina empezó quitando todo lo necesario de la alacena, todavía conmigo en brazos. En ese momento apenas me di cuenta de lo fuerte que podía llegar a ser. Me estaba cargando con un solo brazo, sin siquiera demostrar una pizca de dificultad. Me sentí tan diminuto, tan vulnerable. Instintivamente, me arrimé un poco más a él, fregando mi cara en su hombro. Al darme cuenta de mi gesto, me sonrojé muchísimo, e intenté en vano volver a mi posición inicial. Pero rápidamente puso su otra mano sobre mi nuca, acercándome un poco más a él. Para que finalmente me recostase en su hombro. Después de un pequeño beso en mi sien, su mano bajó ligeramente hacia mi espalda alta, dando palmaditas suaves allí.
- ¿Tienes sueñito corazón? - Preguntó con una voz dulce, a lo que negué. Aún así continué recibiendo con gusto los mimos. De todas formas no le quise decir en lo que realmente estaba pensando. Unos minutos después, la mano en mi espalda paró las caricias, involuntariamente gemí un poco por la acción. Luego sentí como se posaba en mi frente. Al abrir los ojos vi como dadá pareció inquieto. "¡Mierda!" pensé; tendría que decir algo para no preocuparlo más.
- Baño. - Pedí, y si que era verdad que necesitaba ir. Eso pareció funcionar. Rápidamente asintió llevándome hacía el pequeño baño de la planta baja. Inevitablemente me desvistió y me sentó en el inodoro, como se había vuelto costumbre, sosteniendo mi cuerpo para que no me cayera. De repente me vinieron ganas de hacer del dos, así que le pedí amablemente que me dejara. Por el momento eso solía funcionar, pero esa vez no fue igual.
- No mi vida, te estás acercando a tu espacio. - No entendí muy bien lo que eso significaba, ni lo que era realmente. Pero no me importaba: estaba mortificado. Mis ojos se abrieron en grande durante unos segundos, hasta que pude responder; Un lastimero "por favor" salió maquinalmente de mis labios. No sabía lo que me estaba pasando, pero me sentía lo suficientemente raro como para tener que lidiar con aquello por añadidura.
- Shushushuuu ya principito. - Tomó mis manos besándolas dulcemente. - Escucha, estás entrando en tu espacio. No es bueno dejarte solo. Puedes caer o lastimarte. - Explicó tranquilo. Haciendo que me alarmara aún más. - No hay que tener vergüenza. Mira, ¿eres mi pequeñito verdad?
- Si pero...
- ¿Sabes que no me burlaría de ti nunca, cierto? - Demandó con confianza.
- Pero... - Me daba mucho miedo, me sentía ya lo suficiente débil, ya lo habían visto todo...
- ¿Príncipe? - Llamó de nuevo mi atención, levantando mi mentón con las yemas de sus dedos, para que lo viera. - Soy solo yo ¿si? Ya no hay nada que no hubiera visto. - Touché - Ères mi bebé pequeñito y no pienso dejar que te hagas daño ¿vale? Además soy doctor, créeme, eso no es nada. - "Deberías ser abogado, te iría muy bien" pensé entre nervios.
- ¡Pero me da mucha vergüenza! - Logré decir en un gimoteo, mis ganas se hacían cada vez más fuertes.
- Lo sé mi niño. - Respondió con un puchero. - Pero mira, confía en mí. - Sonrió. - Si te portas bien, te daré un premio. - sonrió de nuevo con malicia. - Lo que tu quieras. - Bueno... ¿que tan vergonzoso podría ser? Me golpeé mentalmente, me estaba sobornando y yo me dejaba hacer ¡Maldita curiosidad!
- ¿Lo que yo quiera? - Repetí bajito, de manera insegura. Él asintió con una enorme sonrisa, triunfal. - ¿Noche de películas con pizza? - Pedí, realmente no veía otra cosa que pedir, me había encantado la primera noche. Él me miró con cariño.
- Bueno... noche de película será. - Bueno, podría hacerlo.- Pero otra cosa, comimos pizza anteayer. - Bueno tal vez no... - ¿Qué tal hamburguesas? ¿O pollo frito?
- ¡Pollo! - Chillé, casi cayendo por la falta de equilibrio. Pero dadá me sostuvo, me sonrojé todavía más si cabe...

    Después de un rato, con ayuda de unos pequeños masajes lo logré. Me costó mucho. Ahora si que lo habían visto todo. Pero dadá no pareció inmutarse, solo esperó que terminara para limpiarme y vestirme de nuevo. En seguida me tomó en brazos para que fuéramos a lavarnos las manos y saliéramos rumbo a la cocina, restándole importancia a la situación.
- Que bien se portó mi niño. - Me dió un enorme beso en la mejilla, haciendo ruiditos graciosos. - Ahora, haré el desayuno ¿te parece si juegas un poco? - Negué, ahora solo quería quedarme con él. En sus brazos recibiendo mimos y que nadie me molestara. Todavía seguía un poco extraño... - ¿Ñoo? ¿No quieres? - Preguntó animado con una vocecita infantil que me hizo mirarlo instintivamente. ¿Por qué le estaba sonriendo así de fácil? No hace ni un segundo estaba muriéndome de la vergüenza... - Dadá tiene que cocinar mi vida, ¿y qué tal dibujar? ¿Quieres? Te quedas aquí sentadito cerca mío, podrías hacer un dibujito para papá, para cuando llegué.
- ¿Papá? - Si, me gustaría eso, parece bien...
- Si corazón, seguro le encantaría. - Por una razón desconocida me entraron muchas ganas de hacer eso. Quería que papá estuviera contento. Así que asentí animadamente, y en nada menos dadá me había dejado en la mesa, con todo lo necesario: Hojas en blanco, dos libros de colorear, lápices y rotuladores.

    Había tantos colores, tan llamativos. Me daban ganas de utilizarlos todos. Los rotuladores tenían un olor a frutas muy antojable, pero todavía estaba lo suficientemente lúcido como para saber dos cosas: Primera ¡los rotuladores no se comen! Segunda, no dibujaba lo suficiente bien como para hacer algo bonito lo bastante. Así que me decidí por colorear algo de los libros. Quería complacer a papá.
    Estuve muy poco tiempo buscando, puesto que un dibujo de animalitos llamó mi atención. En él estaban jugando un oso, un zorrito, un pato y un conejo. También había algunas flores, ¡así que podría utilizar muchos colores! ¡Le encantaría!
    En un gesto más infantil de lo que me hubiera gustado, señalé el dibujo, estaba muy emocionado.
-¡Este! - Dadá se aproximó un poco para verlo, y dejó un beso en mi frente antes de volver su atención a lo que estaba haciendo. "Precioso" lo escuché decir bajito, una vez estuvo de espaldas. Si le gustaba a él, probablemente también le gustaría a papá. ¡Así que empecé mi obra de arte!

    Unos minutos después, cuando ya había pintado el osito y las muchas flores, dadá volvió a verme. Yo estaba tan centrado en mi patito verde y azul que ni me di cuenta, hasta que pasó el babero por mi cuello, dejando un bol con trocitos de fruta cerca para que comiera. Al terminar mi dibujo también había terminado de comer. Cuando me volví hacia dadá para enseñarselo, papá ya había llegado. Mientras dadá me daba la espalda, todavía metido en sus labores, papá, a su lado me miraba con los brazos cruzados sobre su pecho, recostado en la alacena. No los había escuchado del todo de tan centrado que estaba.

    Cuando me vio salir de mi transe, papá vino hacía mí, sonriendo ampliamente. Me sentía confundido, pero... ¿Cómodo? ¿Feliz?    

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