Dadá seguía llorando. Estábamos en el coche de regreso a la casa. Mi abu iba conduciendo el coche de papá, mientras este iba a su lado, y dadá en la parte trasera, conmigo. Yo iba en mi asiento, muy feliz, aunque me hubiera encantado estar en sus brazos y mimarlo mucho...
Desde que habíamos salido del tribunal, dadá no pudo detener sus lágrimas ni un minuto. Mi corazoncito se estrujaba muy fuerte. Lo amaba mucho. En todo el camino fuimos charlando los dos. Le conté a dadá lo que habíamos hecho con el abuelito en el día, mientras jugaba con sus manos.En la mañana no quería mucho quedarme con el abuelo, tenía miedo de no volver a ver a mis papás. Tenía más miedo aún que fuera mi madre quien viniera a por mi. Me aferré a papá como si mi vida dependiera de aquello, y lloré mucho. No me malinterpreten, Jaime era genial, pero no era mi papá...
Finalmente, dadá dijo que no era un sitio apropiado para los niños, y como todavía me acordaba de las últimas nalgadas que me dio papá, decidí hacer caso. De todas formas el abuelito prometió que iríamos a por helado, sonaba tentador...No fue hasta que mis papis salieron de la casa, que caí en cuenta de que no conocía para nada aquel lugar. Estábamos en el depa del abuelo. Los dos, solos. Papá me había dejado en sus brazos y se había ido... Sin hacer ruido, unas lágrimas más cayeron por mis cachetes, abracé a Jaime.
- Tranquilo cielo... - Él empezó a caminar conmigo en brazos, mientras hacía circulitos con sus manos en mi espalda. - Tranquilo, ya volverán... Y si te enseño la casa, ¿te gustaría? ¿He? - Asentí despacio, mientras disfrutaba del contacto.De a poco, mi abu me fué llevando de habitación en habitación, enseñándomelo todo. Su casa era considerablemente más pequeña que la de mis papás. la cocina, el comedor y el salón eran una sola gran pieza. Bastante larga, y decorada en colores madera y oscuros. En el salón, había un gran mueble biblioteca, y dos sillones, uno individual, y otro de gran tamaño. Además de una tele y una mesita de café. Luego estaba el comedor, que consistía en una mesa vidriada también bastante imponente, y un mueble de madera con algunas plantas arriba. En seguida estaba la cocina, con muebles negros bastante bonitos, y una puerta hacia una terracita a un lado... El resto se componía básicamente de un baño amplio, y 3 habitaciones: una era su escritorio, y luego estaba su cuarto y el de mi dadá. En el último, no pasaron desapercibidos la pequeña cuna de viaje, y la pañalera que papá había arreglado en la mañana. Me dio pena y me enfureció a la vez ¡lo habían pensado todo! ¿Hace cuanto planeaban dejarme allí?
Al final el abu me quitó de mis pensamientos:
- ¿Te gusta cielo? - Preguntó haciéndome rebotar un poco. Asentí tímidamente. La casa era realmente bonita, pero no estaba muy seguro de mí mismo. Ni sabía cómo debía comportarme allí... - ¡Me alegro! Bueno, ¿que te gustaría hacer tesoro?
- ¿Helado? - respondí bajito, de todas formas por eso me había quedado...
- No lo sé... todavía es temprano. - Dijo quitándome mi mano de mis labios. Ni me había dado cuenta de que lo hacía. Me sonrojé muchísimo. - ¿Y si vamos a jugar un ratito? ¿Te gustaría? - Lo miré mientras volvía a la habitación de dadá, a buscar mi chupete y Félix también. - Negué. No me sentía muy a gusto todavía... El abu me dió mi chupete. - ¿No? Bueno... ¿y si vamos a ver la tele los dos? - Asentí, si, estaría bien... En casa casi nunca la veía, solo cuando era noche o tarde de películas con mis papis. Además no tendría que interactuar con nadie ni pensar mucho...Jaime me terminó llevando hacia el gran sillón y me dejó sentado en sus piernas, con Félix. Estuvimos viendo un documental sobre los fondos marinos. Era bonito, pero daba algo de miedo. En un momento él se fue a preparar el almuerzo, y yo me acosté en el sofá. Era bastante cómodo. Me hubiera quedado allí un buen rato, incluso casi me dormí. Pero un pequeño detalle arruinó mis planes: tenía ganas de hacer del baño. Sin embargo decidí resistirme. Lo haría cuando volvieran mis papás. Si... eso... es que ya me estaba acostumbrando al pañal y a que me cambiasen. Ellos...
Pero en ese momento era diferente. No sabía qué hacer, y no quería pedirle al abuelo. De hecho, un tiempo después de que me dejara, volvió con un pequeño biberón de agua, quitándome mi chupete. "Justo en el mejor momento" pensé, mientras lo recusaba...
- Anda peque. - Me negué de nuevo. - Es agüita, todavía no has tomado hoy... - Lo miré un poco molesto. Había dicho que no... - Ten. - sin darme cuenta la tetina ya estaba en mi boca. Así que no me quedó otra, succioné la manilla en mis labios, aunque no tomé mucho. - ¡Muy bien! - Felicitó, visiblemente satisfecho, devolviéndome mi tete. - Te lo dejo acá por si acaso. - "Ni una gota más" pensé mientras se iba, dejando el biberón sobre la mesita de café.
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Los cuadernos de Marcos
RandomMarcos, es un chico un poco reservado, que tiene como bienes más preciados sus cuadernos, donde escribe historias, y todo tipo de textos que le representan. Su obra es parte de el, y lo ayuda a superar su soledad, y las dificultades que viene pasand...