📔 Capítulo 83 📔

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De a poco fui abriendo mis ojitos: una agradable claridad entraba por la ventana, estaba calientito, envuelto en una manta esponjosa, y sobre todo dadá estaba conmigo. Por lo tanto, no me asusté al despertar en una habitación desconocida, solo me aferré más a mi dadá. Podía oler ese aroma cítrico y dulce que siempre tenía; también podía escuchar su corazón.

Me quedé en aquella posición tan cómoda unos minutos más, repasando todo lo de la mañana... Mis papás se veían muy felices. Los tíos, los abuelos y mis primitos habían venido todos para la ocasión, y estuve muy feliz de verlos después de estas semanas sin ellos.
Eso sí, no me terminaba de agradar que hubiera tanta gente: no conocía a casi nadie. El único a parte de mi familia a quien reconocí, fue a Leonardo, el amigo de mi papá. No me gustaba Leonardo... Su hermano no parecía una mala persona, pero se había pasado el día tomando fotos de cualquier cosa. Hasta me había visto desnudo: me sonrojé al pensarlo...

Fui sacado de mis pensamientos por una mano que acariciaba mi espalda. Al levantar la mirada vi como dadá me sonreía. De repente, mis ganas de hacer pipí, que había aguantado desde la mañana, volvieron con fuerza. Me aferré aún más a dadá.
- Hola corazón. - Habló apretando su abrazo. No pude evitar una mueca cuando segundos después empezó a palmear mi trasero para que despertara. Él siempre hacía eso, me encantaba, pero en aquellos momentos no era de mucha ayuda. - ¿Te encuentras bien? - Preguntó dulce, pero con un gesto de duda. Asentí despacio.
- Pipí... - Gimoteé un poco, total, no podría aguantar eternamente.
- Oh, ¿necesitas un cambio mi príncipe? - Négué. - ¿Necesitas hacer pipí? - Asenti, dadá volvió a propinar golpecitos suaves sobre mi colita. - Adelante.

Estuvimos así varios minutos. A veces, cuando era grande, y si me daba cuenta de que necesitaba hacer del baño, me daba algo de pena ir en el pañal. Sin embargo, sabía que mis papás preferían que lo hiciera de aquella forma. Y he de admitir que en varias ocasiones se me hacía muy cómodo: me solía pasar cuando veía alguna peli con mis papis, o cuando simplemente tenía pereza. Solo tenía que pedir un cambio para que uno de ellos parara lo que fuera que estuviera haciendo, y me llevara en brazos para ir a cambiarme, y en seguida volverme a donde yo quisiera. No necesitaba preocuparme, ni siquiera necesitaba moverme, ni caminar.

Poco a poco, me fui relajando, hasta que finalmente sentí las primeras gotas salir. En pocos segundos había llenado totalmente mi pañal: se sentía bien, me puse de mejor humor tan solo terminar. Sin embargo esperé a que dadá se diera cuenta, el bulto entre mis piernas era incómodo, no me gustaba estar mojado, pero me daba flojera pedir un cambio en aquel momento...
- ¿Ya terminaste? - Dadá preguntó con una sonrisa burlona que solo ignoré. Asentí.

Muy a mi pesar, él se desprendió de mí y fue a buscar lo necesario para asearme. Al volver, me quitó la mantita de encima y me reubicó sobre la cama.
- Shushushsu... ¿Hace frío verdad? - Asentí mientras aceptaba el chupete que dejó en mi boquita. - Dadá te va a cambiar, y luego te pone tu ropita para volver a la fiesta ¿si? - "No", no tenía ganas, quería quedarme con mis papis y ver una peli o algo... Ahora que lo pensaba, ¿Dónde estaba papá? - Sí que tenía muchas ganas mi bebé. - Dadá procedió a explicar cada gesto que hacía, eso siempre me gustaba. - Vamos a ponerte un pañalito nuevo ¿vale? - Asentí, mientras dadá tomaba un par de toallitas húmedas para limpiarme. - ¿Cuál te gusta mi príncipe? - Tenía algunos a mi lado, elegí uno con muchas abejitas, era lindo. - Muy bien, dadá va a poner cremita ahora ¿si? - El procedió a poner bastante crema por toda mi colita, era un exagerado: me divertía. - Ahora el talquito. Un poquito por aquí, y por acá también... - Iba diciendo mientras ponía talquito entre los pliegues de mis muslos y mis pompitas, y mis partecitas de príncipe, por todos lados, hasta en mi pancita... - ¡Muy bien! Ahora vamos a cerrar el pañalito. ¡Eso es! Gracias corazón. - Aparté un poco mis muslos para que pudiera pasar el pañal entre mis piernas, y cerrarlo bien con las cintas. - Ahora vamos a poner tu ropita ¿si? - No dije nada: se veía demasiado emocionado para cortarle el rollo...

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