📓 Capítulo 53 📓

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    Alex estaba destrozado, y yo también de cierta forma. Aún así debía cuidarlos. Mientras hablaba con Leonardo, y buscábamos la mejor opción para contraatacar, seguía sosteniendo la mano de mi esposo, viendo como el cansancio se apoderaba de él. En un momento la conversación se detuvo. Léo analizaba las posibilidades que teníamos. Que básicamente serían:  demostrar que mi pequeño sufría malos tratos por parte de esa mujer, y que se podría perfectamente valer por sí mismo... O entonces...
- ¿Entonces qué Lein? - Pregunté secamente, llamando la atención de Alexander. No me gustaba cuando Leonardo hacía esas pausas dramáticas, y aún menos en esta situación. Pero de verdad, no estaba listo para lo que mi amigo terminó proponiendo. Mi corazón se detuvo. Creo que en ese momento algo cambió en mi forma de ver a ese niño...

    Sin embargo no pude continuar con la conversación, puesto que una pequeña cabellera rubia irrumpió en la habitación gateando.
- Luego te llamo Leonardo, ve por la segunda opción. - Colgué la llamada sin esperar una respuesta. Y me levanté para ir a por mi bebé. - Mira, ¿pero qué haces aquí? - Él se aproximó de la cama, y aproveché para levantarlo en brazos.
- Me dejaste solo. - Reclamó algo triste. Me dió mucha ternura.
- ¡Ay mi niño! Perdóname ¿si? - Lo arrulle un momento contra mi pecho, mientras me movía por la habitación. Dándole golpecitos suaves en la espalda, para transmitirle seguridad. Estos días mi bebé ha estado muy apegado a mi... - ¿Le perdonas a papi? - Después de unos segundos, mi pequeño asintió, y levantó su cabecita para dejar un beso en mi mejilla. Me hizo sonreír, era justo lo que necesitaba.
   
    Después de un rato, vi como mi chiquito tenía la mirada fija en su dadá. Así que le dije al oído, que su dadá estaba cansado. Y necesitaba reposarse. De inmediato su carita triste se transformó en una de preocupación.
- ¿Por... por que? - Se apresuró a preguntar. Sus ojitos se abrieron como platos.
- Porque... solo no puede dormir bien cariño. - Él me miró sin entender. - Son cosas de personas mayores ¿vale? Ya estará bien. - Al menos eso esperaba. Pero no podía causarle preocupación al pequeño, no todavía...
- ¡Dadáaaa! - Mi niño empezó a forcejear en mis brazos, para que lo dejara sobre la cama. Igual no era tan mala idea. Quizás Marquitos lograba calmar un poco a Alexander, así que lo dejé ir.

    Me quedé de pie, frente a la cama. Viendo la escena: Marquitos se fue gateando hacia mi maridito, que hasta el momento no había dicho nada.
- Ven principe, ven... - El bebé se sentó frente a él, mientras le daba pequeños besitos tiernos en la cara. Alex se dejó hacer. Aquellos dos eran demasiado melosos, pero al mismo tiempo, era de esperarse, casi no habían pasado tiempo juntos estos días...
Bueno, para ese momento decidí dejar a mi esposo descansando, me iría a hacer el desayuno. Bueno... lo intentaría...
- Ven cariño, dejemos a que dadá descanse . - Lo llamé tendiéndole mi mano, para que me acompañara. Era un buen niño, pero podía tener demasiada energía, y definitivamente Alex no estaba en condiciones.
- No... - Hizo un pucherito adorable.
- Anda nene. Dadá necesita dormir un poco...
- ¡No! Yo... ¡yo le cuido! - Insistió firmemente, con un gesto decidido, que me hizo levantar una ceja. - ¿Porfa?... - Preguntó ya un poco menos seguro...
- Dejalo. - Alex intervino por él. El niño me miró sonriendo.
- Vale, pero... ¿te portas bien he? - El niño asintió efusivamente. - Y sin ruidos. - Le volví a pedir, apuntándole con el dedo, a modo de advertencia. Él asintió de nuevo. - Bien... - Le dejé un corto beso en la frente. Y lo mismo hice con Alex, que ya casi cerraba los ojos.

    Al salir de la habitación me fui a por el chupete de nuestro niño. El era muy parlanchín, así que tal vez lo calmara un poco. E incluso pudiera dormir un ratito con su padre...
    Al volver a la habitación pocos minutos después, mi corazón se derritió: Marquitos estaba sentadito en silencio, con su espalda apoyada en los cojines de la cama, mientras mi esposo estaba acostado, con la cabeza sobre sus piernas. El bebé hacía pequeñas caricias en el pelo del mayor. Eran demasiado tiernos.
    Sin hacer ruido, dejé el chupetito entre sus labios. El pequeño empezó a succionar de inmediato. Haciendo ese sonido tan característico y tranquilizante. De mientras continuó mimando a su dadá. Yo le hice una pequeña caricia en el mentón. antes de irme a la cocina, con una gran sonrisa en los labios.

    "Mierda... bueno, igual no estaría tan mal pedir una pizza", pensé al oler el desayuno medio quemado ya...
    Después del pequeño incidente, volví a mi escritorio. Bajo los consejos de Leo, pude reunir todos los papeles necesarios para la adopción de mi niño. Sé que Alex estará de acuerdo, y esperaba que el pequeño también...

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