Al estacionar el coche, Alex llamó mi atención, era adorable, pero se veía que tenía algo en mente. Aún así, no pensaba seguirle el rollo. Hoy no me apetecía corregirlo, no quería marcar ese lindo trasero que tiene con mis manos. Al contrario, estaba muy despierto y quería consentirlo.
Entre nuestra casa y la granja, habían varias horas de camino, y el clima cerca de nuestro hogar se encontraba especialmente horrible... En esos días de invierno, me encantaba sacar mi lado más protector, y quizás un poco cursi... Así que esa noche me dedicaría a cuidarlo, como una pequeña cosita frágil: como el angelito que era...
Le pedí que fuera él por el pequeño. Que lo llevara para cambiarlo y acostarlo. No es que yo no quisiera hacerlo, pero tenía otras cosas en mente y necesitaba que estuviera ocupado.
En un principio, él no estuvo muy contento, creo que eso retrasaba los planes que aún tenía... Pero con la excusa de que llevaría las maletas, y de que me urgía ir al baño, lo terminó aceptando.
En realidad sí, llevé las maletas, pero lo más rápido posible, dejándolas tiradas por el salón. Me ocuparía de eso luego... Lo más rápido que pude, me fui hasta la cocina: haría la cena. Bueno... no era ningún experto, pero podía hacer cosas simples. En esa ocasión, pasta, con salsa, y algo de carne.Me puse rápidamente manos a la obra, para cuando Alex me alcanzó, ya casi tenía la comida lista. Eso lo sorprendió un poco, incluso me regañó, porque según él no era mi trabajo. Hasta me dijo que tampoco era muy grave si ni cenábamos una vez. Discordé.
- Pero estoy exhausto, ¿y si vamos a dormir? - "Si claro: dormir..." pensé. Me causó especial gracia.
- Por eso, estás exhausto, así que discutida. - Lo atraje en un abrazo, eso lo hizo sonreír con malicia. Al menos antes de que lo tomara por la muñeca y lo dirigiera hacia una silla, apartándola ligeramente de la mesa, para que se sentara.
- Chéri... - Tenía el ceño fruncido, si definitivamente él era insaciable y yo había estropeado su fantasía (y estaba muy orgulloso de ello).
- Siéntate ángel, te cuidaré. - Pedí, empujándolo amablemente para que obedeciera.
- No... no quiero. - Se volvió a refugiar en mi pecho. Tomé unos segundo para acariciar su pelo, todavía húmedo por la lluvia.
- Amor, hoy no quiero eso. - Informé, él hizo un puchero tan adorable que por poco no cedí... - No hagas berrinche Alexander... - Volví a pedir con cariño. - Te cuidaré, te voy a consentir mucho... ¿Te apetece? - Él asintió finalmente, medio derrotado.
- ¡Pero me das de comer! - Exigió cual niño caprichoso. Me hizo sonreír.
- No pensaba hacerlo de otra forma. - Concordé feliz, mientras mi maridito se apartaba del abrazo.Un par de minutos después, la comida estaba lista y pude servirla. De hecho, solo serví la parte de Alex: tenía más ganas de alimentarlo a él, que a mí mismo. Sin prisas, tomé un poco de pasta con un tenedor, estaba tan caliente que humeaba. Con cuidado traté de enfriar un poco la porción que había tomado, soplando ligeramente, antes de dársela a mi esposo.
- Abre la boca mi amor. - Pedí, acercando el tenedor a sus labios, posicionando mi mano libre bajo su mentón, para que no se cayera ningún trocito. - ¿Está Bueno? - Después de que tragara la primera cucharada asintió con un ruidito de satisfacción.Me encantaba hacer aquello. Aunque no sucediera a menudo, me gustaba llevar mi instinto sobreprotector al extremo, y cuidarlo de esa forma... Me acuerdo de la primera vez que vi a Alex comportarse de aquella manera. Mi maridito era una persona responsable, que se valía por sí sola, y que no necesitaba probarle a nadie, ni su fuerza, ni su inteligencia, pero que a veces sacaba a relucir ese lado caprichoso, medio infantil, pero absolutamente tierno.
Me acuerdo del día en que debíamos almorzar con mi suegro, mientras todavía éramos novios. Yo estaba muy nervioso, siempre me ponía así cuando íbamos con él, porque todavía no le tenía tanta confianza. Ese día, por una razón que sinceramente ya ni se me viene a la memoria, estábamos un poco... ¿enfadados? Pero total, las comidas con el suegro eran sagradas: bajo ningún concepto se podía faltar.
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Los cuadernos de Marcos
RandomMarcos, es un chico un poco reservado, que tiene como bienes más preciados sus cuadernos, donde escribe historias, y todo tipo de textos que le representan. Su obra es parte de el, y lo ayuda a superar su soledad, y las dificultades que viene pasand...