📔 Capítulo 8 📔

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-¡¿Pero qué mierda?! - Estaba tranquilo en el parque, comiendo mi súper helado, quando el señor que me recibió en la editorial el día anterior se me acercó. Como estaba concentrado totalmente no lo vi llegar, hasta que se paró frente a mi.

- Hola - me dijo con un tono casual, vaya, esto no me lo esperaba... "¿qué hago?" pensé.
- Hola - repetí, un poco molesto, no me gusta conocer gente, menos aún cuando esa gente debería quedarse en mi espacio laboral...
- ¿Puedo? - me preguntó educadamente, o eso creo; Es curioso, como un tipo tan grande tiene modales tan... ¿dulces? No sé. Pero me da un poco menos de miedo verlo así. Aún que, no sé exactamente lo que esperar de él, accedí con un gesto de cabeza. Tampoco estoy a gusto para hablar tanto...
- Por lo de ayer - gané coraje para decir unos minutos después. Lo de "cariño" me ponía muy nervioso. Sé que no es la gran cosa, pero como no hablo mucho, y me cuesta conocer nuevas personas, me fijo demasiado en los detalles. Estaba un poco incómodo así que le preguntaría, pero terminó interrumpiendo mi pregunta.
- Perdón, ayer tuve una emergencia, era realmente importante - "No me gustó" pensé, no me gusta que me interrumpan, además ni siquiera hablaba de eso... - pero ya empecé revisando algunos de tus textos. - Dijo en seguida, bueno... mi pregunta podría esperar.
- Ah... si? Y... eh... ¿cuales? - pregunté demasiado curioso. ¿Por qué tiene que ser él quien los revise? Solo espero que haya empezado por...
- Bueno ahora estoy examinando el cuento con los conejitos - Mierda... ¡pues ese no! Una de esas estúpidas historias de conejos no...
- Ah... de acuerdo, ¿Y cual precisamente? - Pregunte de nuevo. De esas tenía varias, las escribía, cada vez que no podía comprender mis propios pensamientos, de alguna manera, me permitían plasmarlos, y terminaba sintiéndome mejor. Pero no sé porque, cuando las releía, me sentía tonto, como si me estuvieran hablando como a un niño pequeño. Sin embargo yo lo había escrito, así que eso no tenía ningún sentido. Pero bueno, tampoco odiaba esa sensación, ni las historias esas, solo, hubiera preferido que empezara por algo más interesante...
- Bueno, uno con 3 conejitos que no sabían cómo describir sus sentimientos, así que hay distintas anécdotas, y mientras van aprendiendo... - "Finalmente tampoco es tan malo" pensé. Esa era una de mis favoritas, una de las primeras aventuras de Félix y sus amiguitos. Si el personaje principal secretamente tenía un nombre, era Félix. - ¿Tienes más historias con conejitos? - continuó preguntando. Definitivamente, le gusta demasiado hablar...
- Si... - le respondí sin más remedio, terminando mi helado, con un poco de dificultad. ¿Porque siempre pido un cono? No me gusta el final de la galleta, tiene mucho chocolate, y no me gusta demasiado...
- ¿Te gustan los conejitos? - "¿pero que?¿y qué clase de reunión es esta? ¿Este tipo de preguntas se las hace a todos los escritores?" Pensé, un poco nervioso. Incluso es posible que estuviera sonrojado, mis mejillas estaban calientes... Aún así, no sé por qué, le dije la verdad.
Si, me gustan - Al decirlo, noté que él se aproximaba un poco más.
- ¿He? - Me llamó, cuando le miré tan de cerca, pude ver sus ojos color miel, o más bien, eran indescriptibles, tenían un color como ámbar, casi dorado, y me miraba de una forma que nunca había sentido antes. Cuando me di cuenta estaba limpiando un poco de helado, que no había notado hasta el momento, con la punta de sus dedos.
- ¿Mucho? - Preguntó como si nada. ¡Mis mejillas debían de arder! Sentí el calor en mi cara y mi cuello de inmediato. Era demasiado vergonzoso, y al mismo tiempo no podía reaccionar. ¡¿Qué estaba pasando?!

    Me quedé demasiado avergonzado mirándolo, mi mentón estaba todavía apoyado en su mano, tenía demasiado calor. "¿Que hago?", mi cabeza era un mar de posibilidades.
Él continuó sonriente un rato, hasta que empezó a mover un poco su pulgar, haciéndome un pequeño cariño en el mentón. Su mirada continuaba igual, ¿que era?

- ¿Estás bien cariño? - Me dijo todavía sonriendo, inclinado un poco su cabeza hacia la derecha, como intrigado.
- Mierda...- no sabía realmente lo que hacer, mis labios simplemente proyectaron solos mis pensamientos.
- No, no, eso no se dice. - Me respondió rápidamente, todavía calmado, como si fuera lo más normal del mundo.

    En eso mi teléfono empezó a sonar. Nooo, me insulté internamente. La situación era demasiado confusa pero al mismo tiempo agradable. Quería quedarme allí, mirándolo. Por algún motivo, me sentía desprotegido. Y me pareció que si rompía esa burbuja mi mundo ardería en llamas.

Los cuadernos de MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora