📔 Capítulo 78 📔

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    Para aquel momento, me estaba arrepintiendo mucho... Una vez les hice creer que estaba en mi pequeño espacio, mis papás me vistieron con una ropa muuuuy infantil. Bueno... no totalmente, puesto que les pareció buena idea no ponerme pantalones: según papá hacía lo suficiente calor como para dejarme así. ¡Por lo cual se veía perfectamente mi pañal! Y como si no bastara, el body azul bebé con patitos amarillo pastel en el centro, me hacían ver realmente chiquito.

    Me iba a morir de vergüenza... no es que no me gustara. Era cómodo, y si estuviera en nuestra casa, con mis papás, o incluso con mi abuelito, me hubiera encantado ver una peli, o leer un cuento así... ¡Pero frente a todos! ¿En serio?

    Al bajar las escaleras, en brazos de dadá, un «Awww» colectivo llegó a mis oídos. Al observar el salón, todos estaban con sus miradas posadas en mi. Rápidamente volví mi cara al cuello de dadá, ganando algunas caricias en mi pelo...

    Mis padres y los tíos tuvieron una corta conversación, que realmente no logré entender; eso sí, estaba seguro de ser el centro de ella... Pocos minutos después de que se sentara en el sillón, dadá me ofreció jugar con mis primitos: en lo que llevabamos de vacaciones todavía no lo había aceptado. De todas formas no sabría siquiera cómo hacerlo...

    Dadá y papá siempre jugaban conmigo, o, si debían hacer algo aparte, seleccionaban algunos juguetes para que me entretuviera a su lado... Para mi, eso era muy reconfortante: ellos siempre me guiaban, y se me hacía muy cómodo tener su aprobación y sus miradas complacidas sobre mi.

    Pero en aquella ocasión era distinto. Había mucha gente mirando, habían otros niños, y yo no quería que Raphaël me viera tan... pequeño... Sin embargo, mis opciones se evaporaron, cuando vi a papá sentarse en el suelo, al lado de los demás niños.

- Viens bébé, viens à papa. (Ven bebé, ven con papá.) - Dijo despreocupado, abriendo y cerrando sus manos, para que fuera hacia el. Yo solo no hice nada, esperando a que pensara que yo no había comprendido. Claro que lo había hecho. Ya sabía algunas cosas, y aquella era una frase muy simple, pero no quería ir...
- Papá te está llamando príncipe. - Susurró finalmente dadá. Yo negué con la cabeza. No lo haría. Bueno... realmente sí lo haría, porque antes de que pudiera hacer nada, dadá ya me había entregado a papá: "¡traidor!" Pensé, dedicándole una mirada molesta: ¡mi gesto le hizo gracia!

    Sin más remedio, me quedé sentadito en el regazo de papá. Mis primos hacían actividades en unos cuadernos, llenos de juegos y dibujos.
- ¿Quieres colorear cariño? - Papá me alcanzó un libro y un tarro lleno de rotuladores. Négué. - ¿No? - Preguntó sonriendo. Volví a rechazar la oferta. - ¿Quieres jugar con tus peluches? Mira, si quieres te dejo allá. - Dijo, con un sonoro beso en mi mejilla, apuntando hacia un corralito, que estaba muy seguro, no se encontraba allí en los últimos días. Entré en pánico. "¡No, no, no!" Rápidamente tomé el libro para colorear, escogiendo un dibujo. La riza de dadá detrás de nosotros me hizo enrojecer más. No me gustaba el corralito: ¡de ninguna manera, y bajo ningún concepto! - Oh, que bonito, ¿te gusta ese? - Preguntó papá con sumo interés. Bueno, debí admitir que si era lindo... Asentí tímidamente.

    Finalmente intenté olvidar a los demás, y solo concentrarme en la imagen del gatito y de los ratoncitos en medio de muchas flores. Lo pintaría de gris...
    Mientras coloreaba, sentía las caricias de papá sobre mis muslos, y algunos besitos sobre mi cabello. Era muy alentador. Pero... ¡no podía dejarme hacer tan fácilmente! Así que tomé un rotulador rojo, para marcar algunos pétalos, y luego lo dejé en la mano de papá. Este lo dejo sobre la mesa, para volver a hacerme cariñitos. "¿Realmente hay que decirles todo?" Pensé molesto. Mis intenciones parecían bastante evidentes. Así que volví a tomar el rotulador y su mano, para dárselo.

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