📓 Capítulo 43 📓

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    Estaba muy emocionado. Iba a darle el biberón a nuestro bebito. Mientras Alex verificaba la temperatura de la leche, yo acomodaba al chiquitín en mis brazos. Acostándolo hacía atrás, para que reposara su cabecita en mi brazo, mientras sostenía su espalda con el mismo. Una vez estuvo cómodo procedí a dárselo. Mi niño estuvo todo el tiempo con su mirada conectada a la mía, cómo había hecho con su dadá en el día anterior. A diferencia que ahora, estaba sosteniendo mi mano, que tenía el biberón, entre las suyas. Sus deditos eran realmente diminutos, y apenas si lograban cubrir parte de mi mano. 

    Mientras sostenía la botella, podía escuchar los ruiditos que hacía al alimentarse. Podía sentir los pequeños movimientos de succión, moviendo sutilmente el biberón tibio, que de a poco se vaciaba. Alex estaba recostado con su mentón en mi hombro, mirando al bebé con tanta adoración como la mía propia, mientras esparcía besos por mi hombro y uno que otro en mi cuello. Los dos eran lindos. Aunque claramente toda mi atención estaba volteada hacía mi niño, y todavía más, cuando empezó a tantear mi pecho, hasta encontrar el sitio perfecto para su manita. Esta última sostuvo fuertemente mi camisa, en la parte de los botones, jugando un poco con ellos, hasta aferrarse al tejido blanco. Lo que para mi era un puñito pequeño, se formó allí, y con algo de dificultad, bajé mi cabeza para besarlo. Obteniendo una gran sonrisa, que incluso lo hizo morder un poco la tetina del biberón. 

    Su mirada brilló durante todo el proceso, y jamás se apartó de la mía, fue un lindo momento de conexión, al menos hasta que unos pequeños gemidos afloraron de sus labios. Mi pequeño hambriento había terminado su leche. 

    Para su mala suerte terminé quitándole la botella vacía, haciéndole uno que otro complido, mientras lo acostaba, con su pecho tocando el mío, dejándolo en una buena posición para hacerle eructar. Me levanté con él en brazos, y le di un par de palmaditas en su espalda, con cuidado para que no se sintiera mal. Al principio creo que él no tuvo muy claro lo que estaba pasando, pero estuvo contento de recibir cariño. Incluso siendo grande, siempre estaba contento con ello. Pero finalmente eructó bajito, sus cachetitos se volvieron de un leve tono carmesí. 

- Provechito mi amor. - Le di un beso en la sien, dejando mis labios en ese trocito de piel, durante unos segundos más, sin dejar de palmear su espaldita. 

    Esa mañana, mi bebé la pasó sentadito en mi regazo. Le gustó mucho dibujar antes del desayuno. Así que, cuando le preguntamos lo que le gustaría hacer, pidió de nuevo sus colores. Pasamos un largo momento, frente a la mesita de café, escogiendo un dibujo para colorear, hasta que Marquitos señaló uno con delfines y distintos peces, de nuevo en el libro de los animalitos. El estuvo un rato entretenido, mientras yo me complacía acariciando su pelito, y hablando con él, sobre lo que estaba haciendo o lo que le gustaba. 

    Descubrí que el color favorito de Marquitos también era el azul marino. Eso me hacía un punto. Descubrí sin sorpresa que le encantaban los conejos, pero también los búhos, y los caballos. Este último me encantó. Podía que le tuviésemos una sorpresa… Al parecer lo que más le gusta de comer, a partir de ahora al menos, es la leche que hace dadá. Este pequeño dato nos hizo sonreír. Alex que leía en el suelo, del otro lado de la mesita de café, frente a nosotros, levantó la cabeza con un gesto de suficiencia demasiado gracioso. Estuvimos así un largo rato, hasta que el pequeño terminó su obra, que era tan colorida como la primera. 

    Después de que terminara le ofrecí ir a su habitación para escoger otro juego. Pero definitivamente tenía otros planes, que se basaban en colorear todo el libro. Me pareció muy tierno. Al contrario de los otros días estaba muy animado y parlanchín. Pero igual de adorable, por lo cual no fue muy difícil convencer a su dadá para que dejara su “aburrido libro”, para finalmente ponernos a los dos a colorear con él. O mejor dicho, bajo sus órdenes. Porque si, era como sus papás, ¡un mandón! Escogió cada color, y verificó a cada 5 minutos “si lo hacíamos bien”, de verdad, fue divertido. Durante la primera hora y media por lo menos… 

Los cuadernos de MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora