🔖 Capítulo 36 🔖

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    Al despertarme esta mañana me asusté un poco. La mayoría de personas tendría la reacción contraria, pero para mi, era muy raro levantarme con alguien a mi lado. Samuel siempre salía pronto, hacia su rutina de ejercicios antes de volver para ducharse y desayunar. Hoy me desperté sobre su pecho, mientras me dedicaba una sonrisa tranquila, medio adormilado aún. La última vez que eso pasó, fue, según yo, hace siglos, así que estaba más que feliz. No iríamos a trabajar, teníamos a nuestro niño en la habitación de al lado, y el día estaba magnífico, a juzgar por la claridad que inundaba nuestra habitación propia.

    Después de un pequeño rato de caricias y besos entre nosotros me propuse hacerle el desayuno y que lo tomáramos en la cama. Al principio no estuvo muy de acuerdo, pero rápido le hice ver que me lo debía: Desde hace tiempo no habíamos podido compartir un día completo sin preocuparnos por algo que no sea la editorial o la clínica. Las dos nos pertenecían. Bueno la clínica en realidad era de mi padre, pero desde que me gradué, trabajamos juntos, por lo que, además de las llamadas urgentes en medio de la noche, y mis horarios habituales, había que cuidar de los trámites administrativos. A Samuel le pasaba lo mismo, además de su trabajo, tenía toda la gestión que hacer, sin hablar de algunos autores que se creían sus hijos, para llamarlo a cualquier hora.

    Finalmente me dispuse a salir, buscaría el bebé para dejarlo con mi lindo esposo, mientras preparaba su comida. Al ingresar a la habitación el pequeño estaba todavía dormido, recostado en las barras de madera. Si no hubieran estado allí, seguro se hubiera caído. Su chupete estaba a un lado, su boquita estaba entreabierta, y El conejito, Félix creo que se llama así, fuertemente envuelto en sus bracitos. Su naricita estaba escondida en las orejas del peluche.

    Tardé unos segundos para decidir qué hacer, finalmente lo tomé en brazos con el mayor cuidado posible, y lo llevé dormido a nuestra habitación. Samuel no tardó en pedírmelo de manera silenciosa, abriendo sus brazos para que lo dejara allí. Después de dejar un beso en la frente de mi bebé, y otro en los labios de mi esposo me dirigí a hacerles el desayuno.  
    Para Samuel, huevos revueltos con tocino, unas tostadas y jugo de naranja. Para mi pan tostado, ensalada de frutas y un té, de todas formas le terminaría robando un pequeño trozo de tocino en algún momento... También hice un poco más de cantidad para que mi principito pudiera escoger lo que le plazca, la próxima le preguntaré. Además añadí un puré  de frutas y un vasito entrenador con leche tibia.

    Al entrar con la bandeja en la habitación mi corazón se llenó de ternura. Marquitos estaba sentadito en el regazo de Samuel, dándole la espalda a su pecho desnudo. Su cabecita estaba recostada hacia atrás, de forma que los dos se veían a los ojos, y no se dieron cuenta de mi presencia. El niño recibía pequeñas cosquillas, y muchos besitos en su frente, que le provocaban pequeñas risitas adorables, ahogadas por el chupete, que intentaba desesperadamente mantener en su sitio. Samuel le había tomado las manos con una sola de las suyas, impidiendo cualquier intento de escape. Aunque el pequeño no pareciera realmente querer salir de su refugio en los brazos reconfortantes de papá.

    -¡Dadá! - El niño terminó viéndome, llamando también la atención de Samuel que se volteó para mírame con una sonrisa de oreja a oreja. Me gritaba silenciosamente, diciéndome la suerte que habíamos tenido, para que mirara el cachorro en su regazo, nuestro bebé. De inmediato me sentí impulsado hacia ellos. Dejé el desayuno a un lado para besarlos tiernamente, y hacer pequeños mimos en el pelito rubio de nuestro príncipe.
- Hola cosita, ¿dormiste bien? - Pregunté con una voz un tanto infantil, pero después de unos segundos, me dedicó una hermosa sonrisa.
- ¡Siiii! Papá dijo que podríamos salir al parque  a comer helado, y por dulces al centro comercial y... comer japonés! Y... - Estaba muy emocionado, hablaba muy rápido.
- Wow... calma, calma corazón, espera, eso es mucha comida ¿no crees? - Pregunté todavía sonriendo. Era muy mono, así que no me sorprendí al ver que tenía a Samuel comiendo de su mano. Pero igual se había rendido muy rápido. Nunca había visto a mi esposo tan permisivo, era demasiado lindo, y quería que continuara de esa forma.
- Me gusta comer. - Dijo rápidamente como una evidencia. Los dos adultos reímos de ello, viendo como hacía un puchero muy tierno.
- ¿Ah si? - Pregunté divertido, él asintió enérgicamente con la cabeza y un ruidito de afirmación. - Vale, pero hay que cuidarse, sino vas a terminar hecho bolita mi principe. - Su respuesta no fue más que una pequeña mueca de disgusto muy graciosa. Pero cambió rápido de idea. - Pero bueno... creo que igual, hay que tomar el desayuno, ¿quieres?
- Si, si gracias. - rápidamente le enseñé lo que había de comer para que escogiera. - ¿Puedo el tocino por favor?
- Claro mi rey - El tocino es lo mejor, me extrañaría que no quisiera, eso sí, tendríamos que añadir más a la lista de la compra. - Pero mira, primero podrías probar un poco de fruta ¿si? Y te traje lechita ¿quieres? - Me gustaba que tuviese elección, pero igual quería que estuviera bien alimentado.
- No... No me gusta eso... - Me sorprendí, ¿a que no le encantaba comer hace ni cinco minutos? El pareció entender mi mirada de confusión, puesto que intentó justificarse rápidamente, nervioso. - Es que... no tiene el gusto de nada, siempre la daban en el hospital y... y no me gusta. - Mi bebé tenía una carita triste, se notaba apenado. Pero me gustaba que hablase con sinceridad. Aún así no pensé que la comida de la clínica fuera tan mala... el equipo no teníamos razón de queja...
- Aww, pero mira cosita, esta la hice yo. - intenté animarlo. - Solo pruébala un poquito y si no quieres está bien ¿vale? - Asintió dudoso.
- Pero, me la das tú. - Pidió con las mejillas rojitas y una mirada de gatito, era imposible decirle que no.
- Por supuesto... - No me haría rogar.

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