Me desperté en el sitio más cómodo donde había dormido nunca. Era hermoso, tenía una mantita azul muy esponjosa sobre mi, estaba calientito, y me sentía muy protegido. A mi alrededor habían muchos animalitos: Félix que tenía su cabecita en mi almohada, un cerdito rosa con ojitos brillantes, un perrito, y una abeja se encontraban a un lado, y del otro habían otro perrito, una vaca y un gatito negro muy bonito. Sus ojitos eran enormes y muy brillantes también, eran verdes, y parecían casi como los de un búho. Creo que me enamoré... Los acaricié todos y cada uno, todos eran suaves, el cerdito incluso olía a fresas, pasé un tiempo acariciándolos. Pero el que más me gustó fue el gato negro. Me acurruque hacía un lado, con él y Félix en los brazos, apretandolos mucho.
Mientras los abrazaba, hundía mi nariz en las telas, Félix todavía olía un poco a la cama de mis papis. Todo se sentía tan reconfortante. Así que me escondí con mis amiguitos bajo la mantita, mientras todavía tenía mi chupete. Me centré un momento en él, jugando y palpándolo con mi lengua, para luego succionar un poquito. ¡Era la sensación más placentera del mundo!Me quedé allí, casi dormido, durante un momento, hasta que, los barrotes de la cama, se me hicieron muy interesantes. Eran blancos, y desde mi punto de vista muy altos. Pero no eran amenazantes, todo lo contrario, su presencia era muy acogedora. Estar allí era como estar acostado en un pequeño nido. Mi nido.
Curioso, estiré un poco mi brazo para tocarlos, estaba frío afuera, así que dudé un poco. La madera tenía un toque sedoso que no podía explicar. Jugué algunos minutos con las barras, pasé mis manos por las rejas, tocándolas como si fueran un instrumento musical. Me estaba divirtiendo, hasta que el toque de alguien me asustó un poco.Rápidamente me escondí bajo las mantas, y escuché una pequeña risa, mientras una mano las quitaba delicadamente de mi cara. Papá estaba recostado con un brazo en las barras de mi cunita, y me acariciaba un poco el pelo. También le sonreí, pero me escondí de nuevo. El me destapó una vez más, pero en esta ocasión me escondió de otra vez. Eso me hizo reír mucho, y a él también. Estuvimos así un rato, papá tenía una gran sonrisa en la cara, y yo me carcajeaba muchísimo (sin siquiera saber por qué en realidad).
Unos minutos de juego después, él terminó por tomarme en brazos, yo le di un gran beso, y me lo devolvió.
- ¿Dormiste bien cariño? - Preguntó con suavidad.
- Shii. - Todavía tenía mi chupete, y aún que ya no tenía sueño, estaba un poco perezoso. Así que deje mi cabeza en su hombro, mientras él peinaba un poco mi cabello con sus dedos.
- ¿Tienes hambre nene? - Negué con la cabeza. - Pero dormiste mucho, ¿estás seguro? - Asentí. - ¿Y lechita quieres? Dadá te hace tu biberón, ¡que rico! ¿Eh?
- ¿Bibi? - Realmente no le estaba escuchando mucho, más preocupado por mis amiguitos, que todavía estaban en la cama, pero eso logró llamar mi atención.
- Si cariño, ¿quieres tu bibi? - Asentí enérgicamente. Feliz. Rápidamente papá se volvió hacia la puerta, para salir de la habitación.
- ÑOOOO. - Grité, iba a abandonar a mis amigos allí. No lo podía permitir, los salvaría.
- ¿Eh? ¿Pero?... no grites bebe. - Ordenó papá no muy contento, a lo que gimoteé un poco. Por alguna razón no le podía explicar lo que estaba pasando. - Shushushu, ya ¿que ocurre mi niño? Solo vamos por tu leche ¿vale? - Negué. - ¿Por qué? - Papá pareció confundido unos segundos, pero de pronto sonrió. - ¿Qué quieres bebé? - Preguntó con una voz muy chillona, que me hizo mirarlo. Aun así me parecía muy obvio lo que yo quería, así que sólo apunté mi camita. Papá fue hacia allá, miró adentro y luego tomó a Félix para dármelo, y marcharse de nuevo.
- ¡Jiji! - Chillé, mientras apuntaba de nuevo la cuna. - Jiji.- Papá volvió de otra vez.
- ¿Qué es Jiji, cariño? - Me estaba desesperando muchísimo, así que forcejeé un poco para que me dejara ir a por él. Pero sólo me aproximó un poco del colchón, lo suficiente para yo tomar el gato negro en brazos. - ¿Es tu gatito?
- Shi, es Jiji. - Lo presenté, todavía con mi chupete en los labios. - ¡Es mi amigo!
- Oh, ya veo... Hola Jiji, mucho gusto. - Dijo con una sonrisa mirándolo mejor, mientras nos llevaba a todos a comer.
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Los cuadernos de Marcos
RandomMarcos, es un chico un poco reservado, que tiene como bienes más preciados sus cuadernos, donde escribe historias, y todo tipo de textos que le representan. Su obra es parte de el, y lo ayuda a superar su soledad, y las dificultades que viene pasand...