De regreso a casa, mi niño iba muy emocionado hablando con su dadá. El mayor, todavía no había podido detener sus lágrimas. Y ahora que sabía, eran de felicidad, realmente se veía hermoso, tan indefenso mi pequeño Alexander.
Con nosotros también estaba mi suegro, que conducía el coche. Él se había quedado con el chiquitín, mientras íbamos al juzgado. O al menos lo intentó... de todos modos, terminó cediendo, y con el niño, acabaron yendo a por nosotros. De cualquier forma, mi pequeño y caprichoso bebé siempre terminaba ganando...
En mitad del camino, mi niño insistió en que nos quedáramos con el abuelo. En un principio no lo íbamos a aceptar, pero mi suegro intervino rápidamente, para hacernos saber que no le molestaba que lo hiciéramos. Así que medio dormido, accedí, Alex pareció contento. Así que, con los tres muy emocionados por pasar la noche juntos, nos fuimos a por nuestras cosas.Con mi maridito nos fuimos a por ropa y algunos productos de higiene, mientras Marquitos y Jaime fueron a elegir algunos juguetes para que el bebé se entretuviera. Cuando llegué al cuarto del pequeño para preparar su propia ropa, el niño tenía una mochila enorme (que ni yo sé de dónde la sacó), llena de juguetes. Al entrar el pequeño me miró inocentemente, añadiendo que solo faltaba Jiji para que nos pudiéramos marchar. Sonreí, era gracioso, pero definitivamente eran demasiadas cosas.
- Bueno... sabes que solo es una noche, ¿verdad? - Pregunté, revolviendo un poco su pelito. El asintió. Bueno, las indirectas no parecían funcionar muy bien... - No creo que hagan falta tantas cosas cariño. - Me miró interesado, hasta que me acordé de una mochilita en forma de pingüino, con una corbata roja y sus patitas amarillas. Era linda. Alex la había comprado por un capricho, pero al menos me serviría. Me levanté, bajo la mirada atenta de mi chiquito y me fui a por ella. - ¡Mira nene! - Me acerqué de nuevo y se la di. - ¿Es bonita verdad?
- ¡Si! - De inmediato, se volvió hacia sus juguetes, poniendo más en ella.
- He... ¿bebé? - Demasiado distraído con sus cosas, el pequeño no me escuchó. - Mi rey. - Le acaricié un poco la espalda para que me hiciera caso. El me miró por arriba del hombro. - Escucha a papá: solo te puedes llevar a Jiji, y lo que quepa aquí ¿vale? - Tomé la pequeña mochila en mi mano para que la viera. Mientras el chiquito hacía un puchero, escuché la risa de mi suegro. Me pregunto en lo que estaba pensando, para no decirle al pequeño que quizás era demasiado...
- No, es pequeña papá. - Me hizo gracia.
- Si, ¿pero te gusta no?
- Si, ¡voy a llevar las dos! - Jaime se carcajeaba por el gesto de evidencia que hizo Marquitos.
- No bebé... Es demasiado. Solo esta ¿okey?
- Pero... - Un pequeño puchero apareció en su carita, después se animó y se me acercó muy serio. - ¿Y si llevo esta? - Apuntó la mochila más grande, con una mirada retadora. - Me estaba desesperando, no quería regañarlo hoy...
- Pero bebé... mira es demasiado grande esta. Ni va a caber en el coche de papá... - Dije fingiendo estar triste.
- ¡Si cabe! ¡Yo la llevo! - Que terco era este niño...
- ¿Pero y Jiji? Él quiere ir en tu regazo. Si la llevas ya no podrá... - No sabía más que inventar en ese momento, pero eso pareció interesarle... Mi niño abrió de nuevo el gran bolso, y sacó dos pequeños libros, más el gran libro de cuentos que solíamos leer en la noche.
- ¿Me los llevas? - Hizo un puchero demasiado tierno, su actitud me sacó una sonrisa más.
- ¿Cómo se dice cariño? - Pregunté tomando los libros en mis manos.
- ¿Por favor?
- ¡Muy bien! Si te los llevo, ahora escoge tus juguetes que ya nos vamos... - Mientras terminé de ir por sus cosas mi niño llenó su mochilita de pingüino.Al venir por nosotros Alexander pareció satisfecho, le hizo muchos cumplidos a su mochila nueva, mientras llevaba el bebé hacia el coche. Rápidamente dejó al niño en el asiento para bebés, asegurándose de cerrar bien los cinturones de este. Cuando ya íbamos hacia la casa de mi suegro, Marquitos, que iba acariciando a su gatito, habló:
- ¿Dadá?
- ¿Corazón?
- ¿En las reglas? - Preguntó dudoso. - No dice nada de mentir... ¿Así que se puede, no? - Yo casi dormía de nuevo, pero al escucharlo me sorprendí. Todos lo miramos.
- No príncipe, no se puede mentir. Eso está mal. - Respondió Alexander, un poco desconcertado.
- ¿Y qué pasa si se miente?
- Bueno, está mal hacerlo... pero si lo haces tienes que disculparte...
- Y igual, si es grave, puede que necesite un castigo. - Intervine, no me gustaría que Marquitos piense que lo podía hacer sin consecuencias.
- Si, puede que si... tal vez unos minutos en el rincón o algo. Depende de la mentira diría yo. - como pensaba lo mismo, asentí. - ¿Por qué mi vida? ¿Has dicho una mentira?
- Yo no, ¡pero papá si! - Abrí los ojos como platos "¿Pero qué?". Ahora todos me miraban a mi, y la expresión de ira de Alex me daba mucha mala espina...
- ¡¿Que?! - Pregunté confundido.
- Si... ¿Qué dijo papá mi principe? - El pequeño tono de reproche me dolió.
- ¡El dijo que no podía llevarme mis juguetes porque su coche era muy pequeño y no iban a entrar! - Un gran puchero se apoderó de sus labios. Mi suegro y yo nos partimos de la risa.
- Oh... corazoncito... bueno, pero... eh... si papá no estuvo bien. - Alex intentó consolarlo, a él no le hizo mucha gracia que su niño estuviera descontento... - Pero es que... es solo por una noche ¿está bien? - El niño negó.
- ¡Pero es grave! No pude traer a Lili ni a Max ni... ¡ni a Fresa! - Que tierno se veía, casi con lagrimillas en sus ojitos por no tener a todos sus peluches. Bueno, me sentí un poco mal. Pero era tierno...
- Si... - Alex me miró fríamente. - Seguro papá lo siente. ¿No es así? - Eso no era una pregunta. Asentí de inmediato.
- Si claro, lo siento mi niño. - No me podía quitar la sonrisa.
- No, no es verdad... ¡te ríes! - Sonreí más, era adorable. - ¡Dadá! - Mi niño estaba empezando un pequeño llanto de cocodrilo. Creo que ya tenia algo de sueño...
- ¡Samuel!
- ¡Que no! No me estoy riendo cariño, te lo prometo.
- Me mentiste... - Dijo triste.
- Sí, pero no lo volverá a hacer, ¿verdad papá?
- No, no lo volveré a hacer, perdóname bebé. - Me sentí culpable. Ya más tranquilo el niño se acercó a su dadá para decirle algo. Alex sonrió con malicia.
- Sí, sí tienes razón cosita. Papá se portó mal contigo. Y eso te puso muy triste ¿verdad? - Alexander preguntó mientras le hacía una caricia, el niño asintió desanimadamente. Pequeño manipulador...
- Ya... - Me estaban fastidiando ya, pero mi increíble esposo me ignoró por completo.
- Cuando lleguemos a casa papá se quedará castigado.
- ¡¿Que?! - Jaime no podía más. A veces quería poder matarlo... El niño pareció de acuerdo.
- ¡Si! ¡Dijiste que si mentíamos había tiempo en el rincón! - "Porque sigo hablando", pensé. En ese momento no sabía si reír o golpearme en toda la puta cara... Ese niño acabaría con mi paciencia...
- Si, lo dijiste, y como está mal mentir, ahora te irás al rincón. - Alex... siendo Alex...
- Si papá, hay que darle el ejemplo a los niños.
- Jaime...
- Mira, ya llegamos. - Dijo muerto de la risa mi suegro, mientras parqueaba el coche.
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Los cuadernos de Marcos
RandomMarcos, es un chico un poco reservado, que tiene como bienes más preciados sus cuadernos, donde escribe historias, y todo tipo de textos que le representan. Su obra es parte de el, y lo ayuda a superar su soledad, y las dificultades que viene pasand...