📔 Capítulo 85 📔

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    Me desperté poco a poco. No había ningún ruido a mi alrededor, más que el tamborileo constante de alguien tecleando en un ordenador. Como pude, abrí los ojos, un dolor de cabeza descomunal se apoderó de mí. Mi garganta se sentía rasposa, y me sentí un poco desorientado...

    Al principio, me limité a observar a mi entorno: estaba en una pieza oscura, en tonos negros y madera. Había muchísimas estanterías, llenas de libros, y algunos muebles rústicos. Los focos no estaban prendidos, así que supuse que la agradable luminosidad que venía del lado opuesto al que miraba, provenía de alguna ventana... En la sala también pude ver grandes sillones en cuero negro, rodeando una mesita de café de vidrio. Ese lugar era familiar, y desconocido a la vez...

    Necesité de varios segundos para darme cuenta: tenía mi chupete, a Félix y a Jiji, y estaba acostado bajo una suave manta blanca... ¡En un corralito! Odio el corralito... con rapidez me di la vuelta hacia el ruido de las teclas. Papá se encontraba de espaldas al gran ventanal, de traje, y con la mirada fija en su escritorio. Mi corazón se tranquilizó un poco, pero me preguntaba cómo había llegado allá... no me acordaba de absolutamente nada desde la cena anterior...

    Por fin me decidí a hacer algo. No tenía demasiadas fuerzas, mi cabeza iba a explotar, pero me rehusaba a llorar... Me levanté como pude, el corralito era un poco alto pero intentaría salir.
- Marcos, no. - Papá advirtió sin quitar la vista del ordenador. "Que fastidio" pensé, y volví a sentarme. Observé de nuevo a mi alrededor.

    Dentro del horrible cercadito yacían muchos peluches que nunca había visto: eran nuevos. Confieso, eran lindos, tenían muchos colores, entre ellos estaba uno de esos pulpos que cambian de cara, morado y azul, pero tamaño gigante, tan grande como una almohada quizás... Sin pensar mucho me abalancé sobre él, enterrando mi cara en la tela suave, miré por unos instantes al resto de juguetes...

- Duele... - Me quejé bajito, mi cabeza daba vueltas... Un par de segundos después, papá estaba a mi lado, sentado en el sillón más pequeño de cuero negro.
- ¿Qué tienes mi niño? - Preguntó acariciando mi cabello, yo cerré mis ojos. - ¿Qué es lo que te duele cariño?
- La cabeza... - Dije bajito. - Mucho... - Rápidamente sentí como me tomaba por las axilas, para dejarme en su regazo. Me acomodó entre sus brazos, como si fuera a darme el biberón, y siguió acariciando mi cabeza con la mano que tenía libre.
- ¿Te duele nene? - Asentí. - Lloraste mucho en la mañana, ¿verdad? - "Ah si?", realmente no me acordaba... - ¿Tienes hambre? - Négué.
- Duele... - Repetí, señalando mi garganta.
- ¿A ver? - Papá tiró levemente de mi mentón para ver mi garganta. - Te daré algo para el dolor ¿si? - Preguntó con carita de cachorrito. Yo asentí, agradecido. - Y te daré tu biberón... - Negué mientras papá iba a por un bolso gris y azul que estaba por allí. - Si, te la daré fría tu leche, ayudará a que sane tu gargantita, ¿te parece? - Bueno, sí que tenía hambre, y si estaba fría... "está bien", asentí.

    Papá se volvió a sentar, conmigo en brazos. Me acomodó de nuevo, y dejó una pastilla en mi boca. Acto seguido, procedió a darme mi lechita. Estaba rica, pero la había preparado él. Cuando lo hacía dadá, tenía un sabor distinto. No me queje, sentirla atravesar mi garganta lastimada, era muy placentero. Además tenía muchísima hambre. Lo que fuera que hubiera sucedido en la mañana, no debió ser muy agradable.

    Fui sacado de mis pensamientos por papá, mientras sostenía mi bibi con su mano, dejaba pequeñas caricias con su meñique en mi rostro. Le sonreí, me sentía un poco mejor. Además de hambre, tenía mucha sed...
    Durante algunos minutos jugué con sus dedos, poniendo mi mano sobre la de él, comparando tamaños, experimentando para saber de cuántos dedos necesitaba para sostener mi biberón... De mientras, me preguntaba lo que podría estar haciendo dadá, ¿qué horas serían? ¿A qué horas nos iríamos?

Los cuadernos de MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora