🔖 Capítulo 32 🔖

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    Después de la conversación con Samuel me siento realmente mejor. A veces mi propia sensibilidad me preocupa. No puedo decir que es falta de autoestima, no lo es, pero el "no" tan tajante de mi bebé me afectó muchísimo.

    Aún así yo era el adulto, y no me podía permitir ese tipo de reacción, por lo que a continuación intentaría controlarme un poco mejor, para no herir los sentimientos del niño... También haría todo para agradarle y lograr tener su confianza. Y puestos a, empezaría con una cena que le gustase.
    Inicialmente haría algo más sano, sobre todo después de la boloñesa en el almuerzo. Pero hoy le consentiría a mi principito. Así que haría unas pizzas caseras: Sabía que no había comido una desde hace siglos aunque le gustase... Y de postre un cheesecake de Oreo, ya que estaba consentiría también a mi esposo, tal vez me regañaba un poco menos por darle esas cosas a su niñito.

    Terminada la preparación, con el postre en la nevera y la pizza lista para el horno, subí a la habitación de Marcos. Iba a ver qué hacían, y solo esperaba que Samy le hubiera mandado a ducharse ya. Definitivamente no quería ser el malo... Pero para mi desesperación no fue así...
- Hola, ¿qué hacéis? - Se veían muy divertidos los dos.
- ¡Estoy enseñando a tu hijo a cocinar! - Respondió muy apresurado, mientras perdían la partida, ¡¿Dios pero cuánto tiempo estuvieron en eso?! Ya llevaban bastantes niveles...
- No, eres muy malo... - Escuché bajito, el niño se estaba relajando un poquito. Esta mañana no hubiera podido hablar con tanta sinceridad.
- No te preocupes, también lo es de verdad. - Respondí, acercándome a su oído y simulando un secreto.
- ¡Hey! ¡No es cierto! - Al menos hicimos el bebé reír.
- ¿Habéis quemado la cocina ya? - Pregunté guiñando un ojo a mi esposo, que guardaba un muy mal sabor de boca después del suceso ese...
- ¡Si papá si! - Su neutralidad era abrumadora, todavía continuaba fijo en la pantalla y respondía casi en automático, era adorable, concentrado en su cometido.
- Ya veo... la próxima os enseño yo...
- ¡SIII! - Mi bebé se volteó rápidamente hacia mí. - He... es que... ¿quieres... jugar con nosotros? - Eso me sorprendió mucho, pero igual me hizo olvidar mis dudas.

    Aún así mi felicidad no duró. Si queríamos mantener sus horarios, tendría que arreglarse antes de la cena... Así que gané coraje, y me puse de cuclillas en el suelo para quedarme a su altura:
- Me encantaría mi vida. - Le revolví un poco su cabello. - Pero, ya luego está lista la cena, y hay que arreglarse primero ¿vale? ¿Te parece una ducha príncipe? - El niño nos miró a los dos con sus ojitos abiertos como platos... No iba a ser fácil... - ¿Marcos, corazón? - Al parecer mi bebé no era muy fan de las duchas...
- Yo... ¿un ratito más? Por... por favor... - Pidió con desesperación, y un lindo pucherito que me hizo derretir. Samy iba a decir algo pero me adelanté.
- Está bien, voy por tus cosas primero, pero luego te pones a bañar ¿si?
- Humhum... gracias... - Dijo en un susurro mirando sus manitas. Después de una pequeña caricia en sus mejillas me fui por la ropita de mi niño.

    Tome una pijama de dos piezas azul bébé, con estrellitas en el pecho, un body blanco con un osito y su ropa interior (que fue lo menos infantil que pude encontrar en su armario). También arreglé un conjuntito para el día siguiente: un onesie blanco, y un overol de mezclilla junto con unas converse, que seguro le encantarían.
    Al volver con ellos, pude ver a mi niño muy desilusionado en el regazo de papá. A lo que solo pude mirar a mi esposo, con una mueca de interrogación.
- No quiere. - Respondió, eso no ponía la cosa fácil...
- Mi vida...
- Ño... yo... no quiero... es que... - No lo dejé hablar más, y lo levanté por las axilas para acomodarlo en mi cadera, y mimarlo un poco, mientras me movía por la habitación.
- Bueno... shuuuushuuu ya... bebé, teníamos un trato ¿no? - Le pregunté tiernamente pero un puchero se formó en su carita, y unas lágrimas empezaron a caer. Finalmente lo terminé acomodando mejor, poniendo su pecho contra el mío, y sosteniéndolo con un brazo bajo su traserito, mientras el otro hacía mimos por su espalda y cabello. Nos quedamos un momento así, mientras escondía su carita en mi cuello. Eso me hizo pensar que probablemente estaría avergonzado, así que decidí empezar de nuevo.

- Mira corazón, no llores, les duele mucho a los papis que llores mi vida. Solo es una ducha, será muy rápida, y luego, podremos ver una peli mientras comemos ¿te gustaría? - El solo movió su cabecita de arriba a abajo. - ¿Si? Muy bien mi niño, y si gustas podrás elegir la peli, ¿Te parece? - Respondió con otro gesto de afirmación. - ¿Entonces vamos a la ducha? - Cada vez hablaba más suave, de manera que sólo él podía escuchar, pero eso lo parecía estar tranquilizando...
- Me da pena... - Pudo decir después de un corto silencio, mientras sus deditos jugaban con el cuello de mi camisa.
- ¿Qué mi principe? - Pregunté tranquilamente continuando los mimos...
- Que... que me vean... des, desnudo ...
- ¡Awww! Mi vida, mira, ¿quieres hacerlo solito hoy? - Le pregunté en un murmullo, me lo esperaba, y de todos modos no haría llorar a mi niño el primer día. Claro que me preocupaba, pero le habíamos prometido tener paciencia, así que solo pedía que no le pasara nada...
- ¿Puedo? ¿De verdad? ... - El pequeño era un mar de incertidumbre, pobre nene...
- Si corazón, está bien. Todo bien... - Continué arrullandolo un poco, mientras Samuel me miraba fijamente, parecía tan nervioso como yo, pero era un mal necesario...

    Finalmente hemos acordado que podría hacerlo solo, pero tendría que tener mucho cuidado.
- Mira te quedas sentadito en la ducha ¿entendido cariño? No hagas esfuerzos y tien...
- Está bien chéri, será muy responsable ¿verdad? - Samuel podía prometer tener toda la paciencia del mundo, pero era demasiado protector... - Si no te sientes bien, solo llama, me quedaré aquí ¿está bien?
- Gracias. - Respondió bajito, quitando el abrazo de mi esposo para dirigirse al baño, con algo de dificultad, su cansancio era evidente.

    Sam y yo nos quedamos un momento en silencio, estábamos preocupados por el niño, pero una promesa es una promesa. Así que para calmarlo un poco lo mandé a por la pizza, que todavía necesitaba ir al horno. A mi también me estaba matando esperar, temía que se cayera, se hiciera algún daño o algo.
    Pero sorpresivamente lo vi volver poco rato después, con una mueca triste, todavía no se había duchado, así que me quedé esperando el primer berrinche...

- N... no puedo... - Pareció no muy seguro al verme solo, eso me dolió.
- ¿Qué pasa corazón? - Intenté ser lo más neutral posible.
- ¡No se quitaaaan! -  un pequeño llanto silencioso empezó a brotar de sus labios, lo que me hizo tomarlo por instinto. De nuevo lo cargué por la habitación, mientras hundía mis manos en su cabellito rubio. Mi lindo niño se veía tan débil, tan pequeño.
- Ya... ya pasó bebé. ¿Qué tienes? Dile a dadá mi vida...
- No, no se quitan los botones de estooo. - Un hipido lleno de frustración me hizo rápidamente entender el problema.
- Mi principe, mira ya está, ya shushushu... - Lo ayudé rápidamente con los pequeños botones del body, aún así Marquitos se aferró a mi, no parecía querer volver al baño.

- ¿Dadá? - Me sorprendí, después de un corto silencio el peque me llamó con su vocecita entrecortada. Solo le dediqué un ruidito de interrogación, mientras le sobaba cariñosamente la espalda. - ¿Sigues molesto?
- ¿Cuál?... - No creí escuchar bien, ¿mi niño pensaba que estaba molesto con él?
- Si... ¿sigues mo... molesto c... conmigo? - Eso todavía me dolió más. Mi pequeño estaba casi llorando de nuevo, ¡y era mi culpa! Jamás estaría molesto con él por algo así. Era mi hijo, lo quería, y aún que me sentí un poco mal hace un rato, no pensé que fuera tan evidente, o peor, que se estuviera equivocando tanto sobre lo que realmente sucedía...
- ¡Jamás cosita! Nunca estaría molesto contigo mi principe. - Le dije limpiando los rastros de lágrimas de su carita, dándole un sonoro beso en la mejilla. - Te amo tanto mi niño, tanto...
- Pero en la merienda yo...
- Shuu perdón bebé, fue mi culpa ¿vale? Tu no hiciste nada malo, te lo prometo.
- Pero...
- Sin peros mi vida. Escucha, dadá no estuvo bien. Te prometí algo y no lo cumplí, te estaba forzando demasiado y lo siento de verdad ¿hum? ¿Me perdonas mi amor? - El niño solo asintió con su cabecita, se notaba su cansancio... después de unos segundos volví a intentar. - ¿Príncipe? ¿Puedes ducharte ahora? - Él asintió, pero no se movió del todo.

- ¿Puedes... ayudarme? - ¡Dios! ¡Por fin! Mi bebé estaba confiando en mí, dándome la oportunidad que anhelaba. Igual se veía tan cansado, me necesitaba. Era mi momento, ¡haría su primer baño!

Los cuadernos de MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora