🔔 Especial de Navidad 🔔

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- ¡Dadá, dadá! ¡Mira, es un gatito! - Mi hijo me enseñó la bandeja frente a él. En aquel momento nos encontrábamos los dos en la cocina, preparando las galletitas que le dejaríamos a Papá Noel en la noche.

    Mi esposo y padre se habían ido de compras. Los dos estaban encargados de buscarle los regalitos al bebé, y no sé porque, pero estaba seguro de que en aquel momento se divertían cual niños chiquitos, y probablemente tiraban la casa por la ventana, comprando cosas que Marquitos seguramente jamás usaría.

    Era la primera navidad que nuestro muñequito pasaba con nosotros, y sin lugar a dudas, esa cosita hermosa que actualmente se encontraba llena de masa de galletas por todas partes, sería la estrellita de nuestro árbol familiar.

    Bueno, al menos lo sería cuando estuviera algo más limpio. Por ahora, solo necesitaba un buen baño navideño.
- ¡Hum que rico! - Hablé exageradamente, después de lamer cariñosamente su mejilla llena de dulce.
- ¡Ñoooo dadá! ¡Beurk! - Su pucherito disgustado era demasiado gracioso. Si no fuera porque se ensució dos veces más al «limpiar» su mejilla, quizás yo hubiera entendido ese gusto tan particular que tenía mi lindo esposo por molestar al pequeño. Pero en esos instantes, en serio solo quería verlo en una tina con mucha agua y jabón.
- No cosita, en la carita no. - Aparté delicadamente su manita de su cara, para que no se ensuciara más.
- ¿Te gusta mi gatito? - Preguntó, mirando su obra. Ya había hecho varias figuras diferentes.
- Es muy lindo corazón. - También miré su trabajo, enternecido.
- ¿Crees que le va a gustar a papá Noel?
- ¡Por supuesto! - Acaricié su cabecita con cariño. - Aunque creo que le van a gustar más cuando estén horneadas. - Sonreí, viendo como asentía efusivamente. Rápidamente, las llevé hacia el horno. Realmente habían muchas más que las necesarias, Marquitos no quería arriesgarse a que faltaran, así que hicimos suficientes como para una semana. Total: era navidad, podía cumplirle ese capricho. - ¡Hecho! - Exclamé al terminar. Pero me desanimé un poco al voltearme y ver el estado de mi amada cocina.
- ¿Van a tardar mucho? - Preguntó distraído, jugando con el bote de chispas de chocolate.
- Hum... lo suficiente como para que mi príncipe se bañe. - Anuncié, tomándolo por las axilas, para luego acomodarlo mejor sobre mis caderas.
- ¡Nooo! Pero... pero... ¡Es navidad! - Tuve que reírme.
- Si... ¿Y en navidad no hay que bañarse? - Pregunté sarcásticamente, llevándolo hacia su habitación.
- ¡No! ¡En navidad los niños buenos no se bañan! - Definitivamente tenía respuesta para todo. Además, se estaba llevando demasiado en serio eso de ser un niño bueno, después de que su papá le explicó que en navidad Santa le dejaba muchas cositas a los niños buenos.
- Bueno... - Reí para mis adentros. - Los niños buenos se bañan todo el año, creo...
- ¿Pero porqueeeee? - Definitivamente tenía un hijo muy dramático.
- Igual quieres ponerte tu pijamita de navidad ¿no? - Asintió animadamente.
- ¿Puedo jugar con Gina?
- Claro que sí mi vida. - Mientras hablábamos, yo iba tomando sus cositas, para dejarlas sobre el cambiador. Una vez terminé lo llevé hacia el baño.

    Mientras la bañera se llenaba, aproveché para quitarle la ropa y pañal a mi niño, aun estuve con él en brazos un par de minutos. Mi objetivo después de bañarlo era acostarlo para que durmiera su siesta, así que aproveché para mecerlo un ratito.

    Una vez que el agua estuvo lista, lo dejé sentadito en la tina. Inmediatamente, el bebé reclamó a su tortuguita, Gina, yo se la di.
    Mi niño estuvo muy entretenido jugando, así que se me hizo muy fácil asearlo. Marquitos ya estaba acostumbradito a que sus papis hicieran todo por él, por lo cual ni se movía.

    Al principio, aunque se portaba bien, le resultaba incómodo que lo laváramos totalmente, principalmente su colita y sus partecitas, pero ahora, incluso cuando era un niño grande, siempre pedía a los papás a que le ayudáramos. Principalmente a mi: según mi esposo, yo era su favorito cuando llegaba la hora del baño.

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