🔖 Capítulo 73 🔖

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    Al vernos, toda la familia  se puso muy contenta: hacía ya un par de años que no nos juntábamos todos, y en esta ocasión había ganado más un integrante. Sin siquiera esperar a que cumplimentara todo el mundo, mis tías fueron las primeras en venir hacia el pequeño en mis brazos. "Si estoy bien, gracias" pensé medio divertido, y muy contento de ver que aceptaban al niño.

    Finalmente, mi abuela me salvó del torrente de preguntas que hacían las dos mujeres, y me invitó a que me sentara, para estar más cómodo con el chiquito. En pocos minutos apareció mi marido, cumplimentando a todos, para finalmente sentarse, al lado de Raphael, en el otro extremo de la sala... En ese momento, mi principito parecía bastante impresionado por la cantidad inusual de personas que lo rodeaban. Sin embargo, pude notar como siguió los movimientos de su padre con sus ojitos: clavando su mirada en él, durante todo el tiempo en que estuvimos allí.

    Su comportamiento me daba muchísima rabia: okey, igual fui yo quien tomó al niño de sus brazos anteriormente, igual prefería que mi hijo se quedara conmigo en aquel momento, pero igualmente me daban muchas ganas de estamparle un puñetazo en su cara, por ignorar a mi bebé después de lo que había pasado...

    De cualquier manera, lo que restaba de la tarde terminó relativamente bien: los hijos de la tía Lisa, que todavía eran pequeños (7 y 10 años), estaban jugando a un juego de mesa en el suelo. Estos niños eran bastante inquietos, pero con el tío Charles cerca, se volvían 2 pequeños corderitos, tiernos y sosegados... Varias veces le pregunté a Marquitos si quería jugar con ellos, pero se negó rotundamente a cada intento. Mi abuelo, el tío Charles, y yo tuvimos una muy agradable discusión, mientras la abuela, las tías y Pierre se fueron a la cocina a preparar la cena. Quise ayudar, pero no me dejaron, y en cambio, «secuestraron» al tío Pierre... Raphaël, que era casi de la edad de Marcos, se quedó a jugar a la consola con Samuel, su tío le encantaba... Este último también apreciaba la compañía de su sobrino: tanto que se había olvidado por completo que tenía un hijo propio, que en ningún momento dejó de mirarlo...

⏳⌛️

    Cuando la cena estuvo lista me dispuse a comer con mi principito en brazos. Samuel estaba a mi lado en esa ocasión, sin embargo, no le dejaría al pequeño: no le había importado hasta ahora...

    Marquitos, si bien se quedó pegadito a mí durante cada minuto, se rehusó igualmente a que lo alimentara. Incluso a que le pusiera su baberito. Por mi parte, intenté explicarle mil veces que a nadie le importaría, y que quizás lo necesitaba... Mi niñito se notaba bastante cansado, y a menudo, cuando lo estaba, siempre terminaba perdiendo sus fuerzas y manchándose con la comida. En realidad, eso no era tanto un problema, pero el echo de que siempre terminaba frustrado por no lograr hacer lo que quería, si lo era...

    Extrañamente el pequeño se esforzó mucho, y lo logró. Me sorprendí: no hubo frustración, ni lagrimitas, ni berrinches... "Mi lindo niño es un hombrecito grande..." pensé lleno de ternura.

    Infelizmente, mi lindo momento terminó cuando, al primer bostezo de mi bebé, Samuel se propuso a llevarlo a la cama. Y si bien, por lo sucedido en el aeropuerto, habíamos cenado tarde, y no descarto que mi principito estuviera cansado, tampoco era necesario acostarlo de inmediato... Pero bueno, eso no pareció incomodar al pequeño, que aceptó y se fue de buena gana con su papá. No antes de que yo indicara a Samuel que había que cuidarlo antes de llevarlo a la cama, a lo que este asintió sin siquiera mirarme...

⏳⌛️

    Después de que todos terminamos nuestros platos, y de una de esas discusiones de familia donde se cuentan historias y afines, me propuse a ayudar con los platos. Al principio nadie quería dejarme hacer, pero realmente no me sentía bien de otra manera, así que insistí.

Personalmente no me incomodaba hacer la limpieza... Al final terminé de lavar los platos a medias con mi abuela, que incluso mayor, tenía bastante energía.
- Deberías hablar con tu esposo. - Dijo, luego de unos minutos en silencio, que hasta allí me parecieron agradables... Me sorprendí, y la miré unos segundos con un gesto interrogante. ¿Tan visible era? - No me puedes engañar, soy tu abuela. - Sonreí.
- Yo... Solo no es el momento...
- ¿De que? Los conozco, siempre andáis de enamorados por ahí, no sé lo que habrá pasado, pero dudo que estén conformes con ello. Eso si, ahora tenéis un hijo, y el pobre no tiene la culpa si estáis peleados... - Explicó de golpe, sin dejarme decir ni una palabra. La quedé mirando nuevamente. - ¿Es grave? - Preguntó al final con sencillez. Yo negué de espacio con la cabeza.

    Luego de la pequeña charla, la abuela se fue hacia el salón con los demás, yo me tomé unos segundos para mirar la hora, Samuel todavía no había bajado.
- Joder... - Murmuré, antes de dirigirme también a la sala, solo para explicar que me iba a dormir igualmente: había sido un día duro.

    Al subir las escaleras, pensaba como había pasado todo lo anterior, y que le diría a Samuel, si es que me apetecía hablar con él... antes de ir a mi cama, fui a ver al pequeño. Al abrir la puerta, vi que el niño estaba solo: durmidito tranquilamente entre muchas  almohadas y sus peluches. Estaba limpio y con su pijamita. Al menos había cuidado bien del nene...

    Después de un pequeño beso en la frente de mi hijito, me dirigí finalmente hacia mi cuarto. Cuando abrí la puerta, tuve una visión que no pensé tener nunca: Mi lindo esposo, estaba ahogado en lágrimas, echo bolita sobre la cama, y totalmente destrozado.

    Mi corazón ardió como el infierno al desgarrarse tan fuerte...

———📌———
Nota de la autora:

¡Hello! ¡Sorpresa de nuevo! Les dejo este capítulo para cerrar el maratón. ¿Que tal les pareció?

¿Que creéis que va a suceder a continuación? ¿O que les gustaría que suceda?

Espero les haya gustado, y como siempre, les digo:

¡Buenos días, tardes, noches et à bientôt!

Los cuadernos de MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora