📓 Capítulo 23 📓

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    ¡Definitivamente hoy sería un día muy largo! No pude dormir en casi toda la noche. El ruido fuera de la habitación era constante, y una luz tremenda venía de debajo de la puerta, y se hacía cada vez más fuerte a cada que venía una enfermera a mirar a mi nene.
    Al menos pude consolarme viendo al chiquitín, que por su parte dormía plácidamente. "Como un bebé" me escuché decir en algún momento. Supongo que ya estaba acostumbrado a todo aquello... eso me dejó algo triste; Pensar que mi niño vivió prácticamente en un hospital durante años... La idea sólo me daba más ganas de llevármelo a casa ¡y consentirlo a más no poder!

Eran las 8:30h cuando Alexander llegó, después de un pequeño rato entre nosotros era hora de despertar al bebé. El no estuvo muy contento en un principio, pero al instante de vernos se acordó que hoy era su día. ¡Tendría un nuevo hogar! Su emoción era muy visible y nos hizo sonreír. Todos estábamos emocionados. Así que Alex se fue a vigilar al niño mientras se arreglaba, y yo a buscar el desayuno y los papeles.
    Cuando empezó su comida él estaba un poco tenso así que lo dejamos hacer solo, cuando lleguemos a casa le diremos las reglas y estaremos más al pendiente de él.

    Las cosas que compramos llegaban esta mañana, mi suegro estaría a cargo de ellas, por lo tanto el peque conocería mejor al abuelo y se llevaría una hermosa habitación de regalo. Al salir del hospital lo tomé en brazos.

- ¡Vamos a casa campeón! - Le dije haciéndolo rebotar un poco, él sonrió. Así que me dispuse a salir junto a mi esposo, ¡era nuestro momento!
- ¡Mi silla! - Dijo casi gritando cuando estábamos por pasar la puerta.
- ¡Calma niño! - Me sorprendí - Papá se la llevó al coche ya. - Si hacíamos caso omiso del gritillo que me pegó en la oreja, me sentía muy afortunado, "papá" esa palabra resonaba en mi mente como una melodía grandiosa.
- Pe pero... ¿para salir? - Preguntó con un pucherito adorable.
- Papá te llevará ¿si? - pregunté acariciando su sien, a lo que solo movió su cabecita en afirmación. - Ahora que eres nuestro bebé te cargaremos casi siempre.
- Y eso no es negociable - Añadió mi hermosa pareja, dándole una palmadita juguetona en su traserito. El pequeño solo asintió, con sus mejillas muy rojas, y escondió su cabecita en mi cuello. ¡Qué lindo!

    Al llegar al coche me emocioné aún más, Alex había pasado por el asiento para bebés, así que me dispuse a sentar a mi niño en el.
- ¿Y esto es negociable? - Le escuché decir muy bajito, pero con algo de diversión.
- Tampoco Cariño. - Respondí guiñandole un ojo, para acto seguido abrochar su cinturón, sobre su pecho y entre sus piernecitas. - ¿Cómodo nene? - Pregunté con una sonrisa.
- S si... me respondió sonriendo igualmente pero algo ruborizado. Así que le di un beso en su frente, para dirigirme al asiento del copiloto. Mi pequeño Alexander tenía una sonrisa pícara en su rostro, mientras guardaba su móvil, así que me imagino que ya empezó con el álbum de recuerdos ...

    El trayecto fue tranquilo. Alex fue conduciendo así que me recosté mirando la ventana, y si no fuera porque tardamos solo unos 20 minutos en llegar a la casa, me hubiera dormido. En su asiento mi niño hacía lo mismo, mirando el paisaje, revolviéndose de vez en cuando en su asiento. Bueno ya se acostumbrará...
    Cuando aparcó, Alex corrió a buscar a nuestro principito, diciéndole algo al oído que no pude escuchar, pero que lo hizo reír un poquito. Era mi turno de sacar una foto.
    Cuando finalmente se dio cuenta de donde estaba, la cara de Marcos era todo un poema. Si, no lo habíamos dicho, pero nuestro hogar no era exactamente pequeño. Las ventajas de no vivir en el centro de una gran ciudad. La casa tenía unos grandes muros blancos, y dentro de los portones un terreno inmenso cubierto de césped, donde mi bebé podía jugar. En la frente de la casa había una una pequeña parte cimentada que era en realidad una entrada secreta al garaje subterráneo, si le gustaban los coches le haría una sorpresa. La casa en el centro era bastante grande también, dos pisos, que hasta el momento eran incluso demasiado solo para nosotros dos. Marquitos se quedó viendo muy impresionado, hasta que finalmente nos miró con sus ojitos muy abiertos. "Espera a que vea la alberca" pensé riendo para mi interior.

- ¿Te gusta príncipe? - Preguntó Alex muy animado.
- ¡Es enorme! - dijo chillando un poquito. A lo que puse mi brazo en la espalda de mi marido para que avanzara.
- ¿Quieres ver a dentro? - Demandé lo más dulcemente posible. Después de que asintiera enérgicamente entramos.

    Una vez dentro procedimos a enseñarle la primera planta, la cocina, donde comíamos la mayor parte del tiempo, a la izquierda inmediatamente después de la entrada, y el salón a la derecha, por detrás de los sillones estaba la parte del comedor. En la misma planta hay un baño de invitados, una sala de cine miniatura, un salón de juegos, con el billar, arcade y afines... Todavía en la misma planta una pequeña lavandería, y una puerta que daba a la parte trasera de la casa con una alberca y un jardín mucho más grande que el de la parte delantera. Como en la planta superior, donde estaban las habitaciones, nuestro despacho que incluía una pequeña biblioteca, la sala de música y el atelier, la planta baja estaba decorada con colores claros. Blanco, beige, algunos elementos de madera, de cristal etc... Todo con líneas sencillas, limpio y bien organizado, aunque dudo que con un niño en la casa ese último dure mucho ... 
    Nuestro niño estuvo prestando atención a cada detalle, sus ojitos brillaban, y parecía muy sorprendido. Su carita de asombro logró sacarnos algunas sonrisas.

    Estábamos por sentarnos, en el gran sillón blanco, listos para enumerar las nuevas reglas al niño, cuando Jaime empezó a correr escaleras abajo para reunirse con nosotros. Parecía cansado ¡pero tenía una enorme sonrisa en su rostro! Realmente tendríamos que agradecerle por todo. Desde siempre nos había apoyado mucho, sobre todo después de que la adopción fallara la primera vez. Actualmente, no podría siquiera saber si su emoción era por al fin tener un nieto, por el hecho de que ese nieto sería Marcos, o por nosotros. Examinando bien la escena, supongo que las tres.

- Hola cielo. - Jaime se puso de rodillas frente a mi nene, que se encontraba en el regazo de su dadá, tomándole las manos. El día de ayer el pequeño no vio al abuelo porque estuvo dormido, y el poco tiempo en el que comía, mi suegro se hizo más atrás, para que el niño no se sintiera demasiado incómodo.
- ... - Marcos no dijo una palabra, sus mejillas estaban ardiendo, se veía demasiado adorable: Él no era de hablar mucho, pero su carita lo decía todo. Jaime tomó sus pequeñas manitas, y dejó un beso cariñoso en ellas.

Los cuadernos de MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora