Los cuadernos de Marcos

📔 Capítulo 92 📔

Odiaba el mes de noviembre: llovía mucho, había tormenta, hacía frío, y por lo general siempre me enfermaba... Por lo mismo, no solía salir mucho en estos meses...

¡Pero hoy era distinto! Papá trabajaba mucho, así que casi no lo veía y eso me ponía muy triste. Así que papi prometió que se tomaría días libres para estar conmigo. Y hoy era uno de ellos. Además, no llovía.

- ¿A dónde vamos dadá? - Tenía mucha curiosidad. Mis papás me dijeron que saldríamos, pero no a dónde íbamos. Y en esos momentos, dadá me estaba cubriendo con un abrigo muy calientito, además de toda la ropa que ya llevaba puesta.
- Es una sorpresa, si te lo digo ya no tiene gracia.
- Papáaaa. - Él venía bajando las escaleras. Traía su abrigo y el de dadá. - ¿Dónde vamos a ir?
- Sorpresa.
- Nooooo. - ¿Por qué no podían decirme y ya?
- Ya cosita. - Dadá terminó de abrigarme. - Ve a por Félix, nos vamos.
- No, no quiero. - Yo quería saber a dónde íbamos. ¿Por qué eran tan malos?
- Anda nene, y trae tu gatito si quieres...
- ¡No! ¿Por qué no me dicen?
- No seas maleducado niño. - Papá advirtió: quizás no debí pisotear el suelo.
- Pero... ¡Ay! - Papá me dió una nalgada, no dolió, pero me asustó.
- Anda, ve a por tus cosas. - Hice caso...

Al volver con ellos, dadá me hizo upa, y me llevó hacia el coche. Pero yo no quería ir... seguro sería aburrido. Además, hoy no quería ir en mi silla.
- No. - Intenté ir hasta el asiento del otro lado, pero dadá no me dejó.
- ¿Y adónde piensa ir el señorito? - Me volvió a sentar en la sillita, era imposible escapar.
- Ya soy grande, quiero allí. - Apunté el espacio libre a mi lado. Dadá sonrió, era molesto.
- No, no creo... - ¡Pero yo quería! Tenía ganas de llorar. - Shushushu... Ya corazón... mira, quieres a tus amiguitos. ¿Oh? ¿Y quién es ese? - Dadá me enseñó a Fresa, que también había traído. "¡Es mi Fresa! ¡Mío!" Lloré aún más... - No, no llores mi vida. Shuuuu. - Dadá me sacó del coche, y me acostó en sus brazos. - Ya pasó bebé, ya...
- ¿Qué tiene? - Papá volvió de la casa cuando estaba en los brazos de dadá.
- Ya sabes, es muy temprano...
- Oh... ¿Tienes sueñito bebé? - ¡No, no tenía sueño! ¡No es cierto! Y por alguna razón no podía dejar de llorar.
- Samuel...
- Si que tiene mal despertar... - Sonrió, yo no lo veía divertido.
- ¡Samuel por dios!
- Ya... pásamelo. - Papá me tomó en brazos. Al principio no quería porque él se burlaba de mí, pero me acordé que no estuvimos mucho juntos y me pegué a mi papi.

Papá olía rico, y me hizo muchos mimitos. Dejé de llorar enseguida: ¡era un niño grande! Rápido papá me dejó en mi silla de nuevo. Yo no quería; quería estar con él, pero me prometió que si era bueno, él me cargaría todo el día, ¡y hasta me daba un premio!

Dejé que papá me pusiera el cinturón de seguridad: ¡él siempre decía que era muy importante! Eso sí, el mío era diferente de los de mis papis. Tenía muchas partes: había una que pasaba entre mis piernas, y me acuerdo que al principio era muy molesta, pero con el pañal ya no... Lo peor son las que están en mi pancita, porque no me dejan moverme bien, y no puedo ir con mis papás cuando están cerradas.

Antes de irse, papá me cubrió con mi mantita y me devolvió a Félix, y Jiji, y Fresa. ¡Él sí sabía que eran míos!
- Ten nene. - Papá me dió mi tete. ¡Yo era un niño grande! No quería eso.
- Hum... - Lo aparté de mi. Papá no dijo nada y se fue a su asiento para conducir.

Durante mucho tiempo, vi a fuera. No había sol porque él se escondió detrás de las nubes: seguro que todavía dormía... Él también debía enfermarse mucho en invierno, porque casi no salía...

Dadá puso música, él siempre ponía la misma, y me gustaba mucho porque era muy linda. Pero esa vez no era tan... Bueno, no sé... era muy suave... Eso me daba sueño creo. Si, seguro era la música... ¡pero no me dormiría, no era un bebé!