📓 Capítulo 61 📓

704 48 18
                                    

Al final habíamos aplazado nuestras vacaciones. El niño se había lastimado y no nos gustaba la idea de que no disfrutara plenamente de esos días... Así que allí estábamos: Alex andaba en los quehaceres del hogar, yo estaba en el sillón trabajando en el ordenador, y el pequeño, todavía con su bracito inmovilizado, estaba a mi lado viendo dibujitos...

En un momento, lo sentí moverse bastante, mirando mucho a su alrededor. Solo lo miré de reojo, ya conocía lo suficiente a este pequeño como para saber que tenía algo en mente...
- ¿Papá? - poco a poco, vi como se vino a pegar contra mi brazo, dejando su cabecita allí, era adorable.
- ¿Si cariño?
- ¿Tienes cosquillas? - Preguntó sonriendo.
- No cariño. - Respondí sin quitar mi vista de la pantalla, era cierto, no las tenía... Aún así mi niño decidió que lo comprobaría por sí mismo. Lo dejé hacer, mientras pasaba sus deditos por mi cuello, hasta que muy desilusionado se volvió a quedar quieto...
- ¿Papá? - No pasó ni un minuto antes de que me llamara de nuevo, creo que estaba aburrido mi chiquillo...
- ¿Hum?
- ¿Podemos comer helado?
- No mi rey. - Todavía seguía en lo mío...
- ¿Porque no?
- Hace frío cariño, hoy no.
- ¡Pero el abuelo siempre me deja! - Siempre, para mi bebé son dos veces al parecer... Bueno, igual no dije nada, estaba terminando un correo importante. Después de unos breves instantes Marquitos volvió a hablar. - ¿Y jugar a fuera? ¿Puedo?
- No cariño, está lloviendo.
- Hum... y... hum... ¿me das un abrazo? - Bueno, eso no se lo podía negar. Después de un largo abrazo, y muchos besitos, mi niño pareció más contento, y terminó yéndose a jugar a su habitación.

Lo comprendía un poco, el día hoy estaba horrible afuera, además ya hacía varios días que se había lastimado, y por ende había que cuidar a que no se hiciera más daño. Y como si fuera poco, también andaba haciendo nuevos ejercicios de fisioterapia con su dadá, por lo cual andaba muy cansadito la gran parte del tiempo.

En la última semana, se la había pasado durmiendo, excepto por algún biberón o algún cambio de pañal, casi creí que estuviera hibernando cual un pequeño oso. Ese pensamiento me hizo sonreír, le andaba buscando un nuevo apodo que lo hiciera sonrojarse, osito era una buena opción...

Eso sí, mi fantasía no duró mucho: en un momento Alex, vino corriendo escaleras abajo gritándome de lo que es que yo andaba haciendo y no sé que más, antes de irse por la puerta trasera, cerrándola de un portazo.

Después de unos segundos de confusión, me levanté en un salto para ir tras él. Al llegar afuera lo vi buscar algo como loco; finalmente me animé a preguntar lo que estaba pasando...
- ¿¡En serio Samuel!? - "Mierda la cagué" pensé al escuchar mi nombre... - ¡Ayúdame al menos a buscarlo putain! - "Si, malas palabras en francés, definitivamente la cagué... ¿¡espera que!?" Intentaba entender la situación, pero el pánico de Alex no me ayudaba mucho...
- ¿¡El que por dios!? - Para ese momento me estaba agobiando, y, al ver como llovía esperaba que no fuera lo que estaba pensando...
- ¡Ton fils! (Tu hijo) - Al decirlo, Alexander, que no había dejado de buscar, se fué a otro lado del jardín para continuar haciéndolo, aún medio confundido, decidí irme al lado contrario, para ayudarle.

Después de unos minutos, finalmente pude encontrar la pequeña cabellera rubia de mi niño, escondida a medias a un lado del jardín. Sin ningún previo aviso, lo tomé en brazos por las axilas. Al sentirse desplegar del suelo, el bebé dejó escapar un gritillo. No me importó en lo más mínimo, estaba molesto.

Volví hacia la puerta llamando a mi esposo, al ingresar en la casa nadie dijo nada. Todos estábamos mojados, y claramente de mal humor... finalmente Alex me pidió que desvistiera al chiquito, mientras él se iba por una toalla. El niño estaba goteando por todas partes, así que terminé quitándole toda su ropa y el pañal. Todo el proceso se hizo en el mayor silencio. En un momento Marquitos intentó decir algo, pero, por su bien, le pedí que no hablara hasta que yo me calmara: en ese momento estaba explotando de la rabia.

Los cuadernos de MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora