📓 Capítulo 31 📓

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Después de la siesta con mi niño pude finalmente obtener mi merecida "venganza". ¡Dios, tenía el hombre más maravilloso del mundo! Cuando me di por satisfecho, y a él también, volvimos con el bebecito de la casa, que se había despertado ya...

Se veía todavía cansado por lo que lo tomé en brazos hasta que despertara mejor. Por fin reclamó el baño. Entonces me dispuse a llevarlo. En esta ocasión Alex no nos acompañó, sabíamos que sería todavía más difícil que aceptara nuestra ayuda si fuéramos los dos...

Incluso si le costó un poco terminó pidiendo ayuda, no pudo con los botones del body que le había puesto más temprano. Normal, estaban hechos para que no se los pudiera quitar solito, por si las moscas, cuando tuviéramos que ponerle los pañales. Algunos niños intentan quitárselos, así que para evitarlo, la gran mayoría de su ropita estaba hecha para que no pudiera quitársela sin ayuda... Lo mismo pasaba con los onesie o los pantalones que tenían botones...
Después de una pequeña pelea sin mucha importancia y de una palabrota que dejé pasar con una advertencia, pude finalmente llevar mi bebé al baño. Se portó muy bien, incluso si le costó un poco dejarse asear.
No obstante me pregunto cómo va a actuar cuando lo bañemos, todavía habría que discutir con Alex, para ver si lo hacíamos hoy o no...

Pero actualmente mi inquietud iba hacia mi lindo novio. Su mueca de tristeza no pasó desapercibida, ni para el niño y mucho menos para mi. Incluso cuando di de comer a Marcos en el almuerzo, ya pude notar las ganas con que miraba la escena. Sabía que quería hacerlo también. Además de que en ese día los dos ya se habían conectado un poco más. O eso pensé, hasta que mi niño se opuso rotundamente a ser alimentado por su dadá.

En cierta medida lo comprendía, ya era mucho para él. Además terminaba de llevarlo al baño por primera vez, no había dormido bien, etcétera... Pero me cuesta mucho ver a mi pequeño Alexander tan desilusionado... Por lo cual, cuando terminó su merienda llevé a mi niño a su habitación. Sabía que tenía ganas al ordenador, y lo dejaría aprovecharlo. Tampoco me gustaría que se sintiera culpable o algo...
No hace falta decir que estuvo encantado. Lo senté en la silla gamer, demasiado grande para él al parecer, y le expliqué un poco como funcionaba. Le dije también que habían restricciones, no me paré a decirle que el contenido para adultos estaba bloqueado, pero sí que algunos juegos no eran permitidos o tendrían control parental, por contener violencia o contenido no apropiado. Marcos era mi bebé ahora, y ni de broma permitiría que mi niñito viera esas cosas. Finalmente terminé dejándole un beso en la frente para ir a buscarme a su padre.

Al llegar a la cocina, donde se había refugiado, pude notar el dolor que le causó el rechazo de nuestro hijo. Porque si, ya era nuestro hijo, los dos lo sabíamos y lo queríamos de igual manera. La única diferencia, es que mi pequeño Alexander era mucho más emotivo.

Me aproximé a él por la espalda, abrazándolo y dejando mi rostro en su hombro, dándole pequeños besos en el cuello y las mejillas. Después de un rato en silencio me atreví a hablar, sabía muy bien lo que estaba pensando, ¡y no era cierto!
- Amor...
- El... El... No le gusto... - Su llanto se hizo evidente.
- Claro que le gustas, mucho mi amor, te lo juro. - Desde que su mamá murió, mi maridito tenía un miedo irracional al rechazo. Por eso mi suegro era tan protector, y bueno... estaba dispuesto a partirle la cara a patadas al primer idiota que rompiera el corazón de su hijito. Así que evitaría contarle que Marcos lo había hecho llorar, aunque sin intención, si no quería que fuera el abuelo el primer en propinar unas nalgadas al bebé.
- A ti te deja hacerlo todo. Yo... yo solo... lo hago mal... - En estos momentos Alex se encontraba llorando a mares en mi pecho, como un crío celoso. Pero sabía que no era así, jamás tendría celos de mi. Su sentimiento era mucho más profundo y doloroso. Durante un momento solo me limité a consolarlo, con besos y mimos en su cabecita, eso siempre lo tranquilizaba, desde que lo conozco. - Yo se que bueno... Tu lo cuidaste primero... Que es por ti que... yo soy solo el doctor, pe... pero... ¡AAYYY!
- ¡No te menosprecies Alexander-Gabriel! - Le dije con una nalgada un poco más fuerte, que le hizo aferrarse a mí con más sentimiento. - El solo está asustado. Su vida está cambiando mucho en poco tiempo.
- Lo sé pero...
- ¡Sin peros! Escucha peque, no creó que lo haya hecho adrede, y menos aún que te quiera ver así, ¿no crees? - Pregunté realmente preocupado, tomando su carita llena de lágrimas entre mis manos, esperando hacerlo razonar. - Ustedes tuvieron un lindo momento esta mañana, el niño se veía tan a gusto ¿no? Además le salvaste la vida no hace ni 2 días. Creo que eso es suficiente como prueba de tu amor y el niño es muy inteligente, se dará cuenta muy rápido de cuánto lo quiere su dadá ¿hum?...
- De que habla...
- Ni lo intentes, te vi la otra noche sobre la camilla, cuando tuvo el ataque.
- He... yo... ¡Es mi trabajo!
- ¿Y el llanto que?
- Me preocupa...
- Lo sé, y sé que lo quieres, y él a ti. Ya verás. Solo sé paciente.
- Mañana tendré que inyectarlo, ¡me odiara! - Sus lágrimas volvieron tan pronto terminó de decirlo. Ya sabía yo que no eran celos...
- Alguien tiene que hacerlo, y creo que mejor lo hace su padre, que lo ama, que le trata bien, antes que la vieja asquerosa que lo hizo la última vez... - Ese dato pareció sorprenderle, así que le expliqué lo sucedido con la enfermera. Eso lo hizo enojar. Pero al menos ya no estaba llorando. Casi me dio lastima por la mujer, algo me dice que la próxima que esté con Alex, se va a llevar una sorpresa...
- Bueno, de acuerdo. - Terminó cediendo mientras todavía se escuchaban algunos hipidos. - Tendré mucha paciencia también, solo... no lo pude evitar... perdón...
- Por nada mi amor. - Nos quedamos un largo momento más en aquella posición. Hasta que terminó retirándose delicadamente del abrazo.
- Empezaré con la cena, ve con el niño, me preocupa que esté solo. - Dijo volviéndose hacia la nevera empezando a sacar cosas.
- Ve tú, yo lo hago - propuse, pero me llevé un muy claro "no", necesitaría tiempo...
- No, tú eres un desastre. - Insinuó divertido - Ve con él, no quiero quedarme sin cena, ¡y sin hogar!
- Tampoco es para tanto. - Respondí saliendo.
- Un tenedor en el microondas, ¿me hablas en serio? ¡Tenías un trabajo! ¡UNO! Pero no, mejor quemar la casa que mirar lo que haces ¿no?... - Continuó regañandome por el pequeño accidente. Ya van cuatro años, y creo que me regañara mientras se acuerde de ello... así que con este pensamiento me fui sonriendo a la habitación de mi niño.

Cuando llegué estaba jugando a lo que me pareció ser Fall Guys, era un juego bastante entretenido incluso si era adaptado para públicos menores, así que ya se lo había dejado instalado en el ordenador.
- Hola cariño ¿Qué haces? - Le pregunté casualmente, con un beso en su pelito.
- Estoy jugando al Fall Guys, parece que incluso el Overwatch está bloqueado...- Me dijo con un tono burlón.
- Si... Son muy tóxicos. - Dije viéndolo concertado. Parece tener algunas dificultades con el mando. Sus manitas son muy pequeñas, además de costarle ciertos movimientos. Igual me di cuenta de que eso le frustraba bastante, principalmente cuando claramente fue lo que le hizo perder su partida.
- Humf... nooo... - Su pucherito era adorable, pero no debía reírme de ello, probablemente lo tomaría muy mal.
- No pasa nada cariño. ¡Ven! - Lo tomé por las axilas para levantarlo y ponerlo sobre mi regazo. - ¿Y si jugamos los dos?
- ¡¿En serio?! - Chilló, mientras daba saltitos por la emoción.
- Si precioso, ¡claro que sí! - Le dije igual de animado, buscando algo para jugar los dos. - ¿Este te gusta? - Demandé, señalando a Overcooked 2, era un juego bastante divertido en multijugador, y tenía algo de dificultad. Mientras estuviera con mi niño el WoW, COD, y Overwatch tendrían que esperar... - Igual te compraremos otro mando mi rey. - Hice notar, así estaría más cómodo.
- Si es muy grande... - Hizo una mueca triste. - Pero son demasiado costosos... - Simplemente lo ignoré, mi pobre niño era tan inocente. Realmente para nosotros no era más que una formalidad: El dinero no era problema...

Después de eso continuamos jugando un tiempo más. Mi niño se estaba divirtiendo, y yo ni hablar. Me encantaba tenerlo en mis brazos. Me sentía casi completo en ese momento, pero faltaba alguien.
- Los papás te quieren mucho mi niño... - susurré, besando su coronilla.
- Lo sé... - Me dijo con una vocecita muy tenue...

Los cuadernos de MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora