📓 Capítulo 89 📓

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    Era domingo. Después de la llamada de mi suegro el día anterior, no me había despegado de mi maridito. Mi pequeño Alexander... El estaba muy afectado, y no era para menos.

    El hijo de puta ese... se aprovechó de la debilidad de mi pequeño ángel para someterlo. Por suerte, mi maridito le dió un merecido golpe en las bolas. De esa manera pudo escapar. ¿Y sinceramente? Espero que el cabrón se quede estéril. No se necesitan más subnormales como él en este mundo...

- ¡Mira dadá, mira! - Estábamos sentados en la cama, Marquitos y Cereza jugaban como en la noche anterior. El pequeño le enseñó varios trucos a la gata en esos días... - ¡Busca! - Chilló al tiempo que tiraba un diminuto peluche de rata. Alex, recostado con su carita en mis piernas sonrió un poco, se veía triste... - ¿Dadá? - El bebé se giró hacia nosotros con curiosidad.
- Dadá tiene sueñito cariño. - Respondí rápidamente, continuando mis caricias sobre el cabello de mi esposo. En la noche anterior él me había explicado que no quería involucrar a nuestro hijo en esto...
- ¿Sueñito? - Preguntó de nuevo, ya a nuestro lado.
- Si, como tú mi pequeño rey. - Dije, atrayéndolo hacia mi pecho, ubicándolo al lado contrario de donde estaba su padre, quedándome en medio de los dos.
- Nooo... ¡yo no tengo sueñito! - Sonreí: era la hora de su siesta.
- Pero hay que hacer tu siesta ¿vale? - Pregunté tranquilamente.
- ¡No! - Intentó escabullirse pero yo lo agarré primero. - ¡Ay! ¡Papáaaa! - Mi esposo se asustó por el gritillo del niño: le había dejado una palmada en el trasero.
- Ya... está bien... - Mi maridito pareció realmente cansado. Ya sentado a mi lado dejó una caricia en la carita de su bebé.
- ¡Dadá! ¡Papá me pegó! - Se quejó. Mi esposo lo tomó por las axilas, para luego acostarlo sobre su regazo, como si fuera a darle el biberón.
- Shu principito shuuu... - Lo acunó bien entre sus brazos. - Que malo es papá. - Dijo, dejando el chupetito del niño en su boquita. - ¿Verdad? - El menor asintió. Yo levanté una ceja en señal de protesta. - Shuuu... pero mira, podemos perdonar a papá ¿sabes? Si te hace tu lechita... ¿Hum? - De repente, la sonrisa de mi ángel volvió. Si eso era necesario para que estuvieran felices no había ningún problema, podría hacer 500 biberones al día...
- Ño sueñito... - Mi terco niño respondió por detrás de su tete.
- Pero dadá si, pero no quiero dormir solito... - Hizo un puchero adorable, hasta yo me lo creí... El pequeño rápidamente brincó de su sitio.
- ¡Si! ¡Bibi bibi! ¡Bibi papá! - Era adorable, el pequeño me empujaba de todas sus fuerzas pidiendo su lechita.
- Ya voy, ya voy... - Respondí realmente divertido. Mi esposo también tenía una gran sonrisa.

    Rápidamente me dirigí a la cocina. Desde el día anterior Alex cambiaba constantemente de ánimos. Se ve totalmente perdido... Sin embargo, nuestro pequeño travieso lograba alegrarlo un poco... Se lo agradecía mucho.

    Ahora que mis propias emociones se habían tranquilizado, pude pensar con más claridad. Un deseo un tanto egoísta se apoderó de mi corazón: tenía una idea muy clara de donde deberían de estar mis dos pequeños.

Más tarde hablaría con mi esposo... Quizás no le gustara demasiado, pero todavía tenía tiempo para pensarlo. Felizmente, mi suegro decidió alejar a su hijo de la clínica por unos días. Ahora que lo recordaba, tendría que contarle eso también... 

    Cuando la leche de mi bebé estuvo lista, subí las escaleras corriendo. En la habitación,  los dos chicos estaban esperando. Me senté al lado de mi esposo, y le pasé el biberón. Rápidamente, él quitó el chupete de la boquita del niño, para reemplazarlo por la tetina del bibe. Marquitos se apresuró a succionar, encantado por tener toda la atención de sus papis.

Finalmente decidí acostarme un rato, mirando la hermosa escena, y la sonrisita que se formaba en el rostro de mi esposo. Me dormí...

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