📔 Capítulo 30 📔

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    Estaba muy confundido: Terminaba de despertar, solo en una habitación desconocida. Pero rápidamente me di cuenta de lo que estaba sucediendo. Me acordé de haberme dormido con papá, en mi cama, después de que me cambiara de ropa. Poco a poco me di cuenta de que todavía tenía el chupete en la boca, y algo raro, ¡había barrotes en la cama! ¿Por qué? ¿Y que se suponía que debía de hacer? Estaba algo incómodo, después de levantarme siempre me gustaba ir al baño, pero no estaba seguro de poder subir las barras de madera blanca.

     Finalmente no tuve que esperar demasiado. Unos minutos después de que me sentara en la cama, para analizar mis posibilidades, dadá y papá entraron a mi habitación, con una gran sonrisa.
- Oh mi vida, ¿ya estas despierto príncipe? - Dadá fue el primer a hablar, para que acto seguido papá me tomara en brazos.
- ¿Dormiste bien campeón? Preguntó, a lo que solo asentí. Él acarició mi cabello, conduciendo mi cabeza para recostarla en su hombro, mientras daba un par de vueltas en la habitación, haciendo caricias en mi espalda, hablando en mi oído. - Mi nene no durmió lo suficiente ¿hein? Por la noche podrás descansar mejor mi niño... shushushu... - Incluso si no entendía muy bien por qué hacía aquello, tampoco era tan desagradable. Aún así todavía necesitaba ir al baño. Así que me revolví un poco en sus brazos, iba a decirle que me baje cuando dadá me preguntó:
- ¿Tienes hambre corazón? Es hora de la merienda - dijo con una caricia en mi cabello. Una vez más solo dije que sí.
- Humhum... - Acto seguido me dio el chupete, que yo retiré tan pronto. - Necesito ir al baño... - Pedí, para que me bajaran. Pero no tuve mucha suerte.
- Claro mi rey. - respondió papá, para dirigirse hacia el baño de la habitación conmigo en brazos. Mientras dadá iba por la merienda, supongo...

    Al llegar al baño papá me dejó en el suelo. Poniendo sus manos en el elástico de mi pantalón.
- ¿Te ayudo vale? - Me dijo con el tono más suave que podía hacer.
- No no no no. Puedo solo... yo... por favor.
- Mi niñ...
- ¡No! - Me daba muchísima vergüenza que me viera desnudo, además necesitaba hacer pis urgente... Él pareció pensar unos segundos, y terminó aceptando con una leve sonrisa.
- Está bien. Si necesitas algo me avisas. - Propuso con tranquilidad, como si nada. Claro que no necesitaría nada, ¡ya era un chico grande!
- Puedes.. hum... no mirar... - Quería decirle que se fuera, pero sabía que era imposible, así que me contentaba con eso... Como respuesta él apartó la mirada, a lo que me dispuse a hacer mis necesidades... Pero eso era sin contar con la vestimenta horrible esa. Al quitar mis pantalones me di cuenta de que tenía la prenda rara, con los botones entre mis piernas. Intenté abrirlos más de una vez, pero se me hacía imposible, y las ganas cada vez se hacían más fuertes.
- Mierda... - Musite bajito.
- ¡Marcos! - Bueno al parecer no tan bajito. Papá me dio un poco de miedo... me frustraba mucho. ¡Porque no podía entender que solo quería hacer del baño! ¡Quería gritarle a esos estúpidos botones y mandarlos a la mierda! En pocos segundos una lágrima que no pude controlar rodó por mi mejilla, acompañada por un gimoteo de frustración.
- ¿Qué pasa nene? - Papá se paró frente mío, bajándose un poco para quedar a mi altura. Si pues... ¡como si no lo supiera ya! - ¿Cariño?
- ¡No puedo!
- ¿Qué? He... tranquilo cariño. Mira te ayudo, pero primero ¿como se dice? - Bueno puesto que no tengo elección.
- ¿Me puedes ayudar por favor? - Papá ladeó la cabeza como si no entendiera mi petición. Así que comprendí que si o si me terminaría llevando al baño. De todas formas era demasiado urgente, así que aclaré mi petición como niño bueno, sintiendo el bochorno, quemar mis mejillas. - Me puedes ayudar, necesito ir al baño por favor. - Pedí ya desesperado.
- Por supuesto cariño. - Contestó tranquilamente mientras se aproximaba, apoyando mi estómago en uno de sus brazos, dejando mi trasero un poco levantado. Con facilidad abrió los botones con una mano, y bajo mis calzoncillos. Al final si, podía tener más vergüenza. Era la primera vez que veía mi cola, y para colmo de mi situación, me llevó hacia el inodoro, sentándome en él, como si no pudiera solo, sosteniéndome por los costados como para evitar que me cayera o algo...

    Me sentía un poco incómodo, mis ganas me habían abandonado. Quería hacerlo, pero con papá frente mío se me hacía imposible.
- Relájate chiquitín, ya verás... Solo soy yo ¿está bien? No te voy a juzgar, ni a burlarme. Eres mi bebé y te cuidaré como uno. Te amo mi rey, y no haría nada que te dañara o te avergonzara más de lo necesario. - Papá intentaba calmarme. - Ahora hay que intentarlo mi niño... mira... - Papá empezó haciendo circulitos con sus dedos sobre mi vejiga, y sentí unas ganas enormes. Casi involuntariamente terminé haciendo pis. - ¡Muy bien campeón! ¡Qué lindo mi muchachito! - ¿Me estaba felicitando por ir al baño? Una mezcla de pena y de satisfacción muy rara cruzó todo mi cuerpo. El estaba orgulloso de mi, pero a mis 23 años me hice pis como un niño de dos, frente a un hombre adulto. Así que no sabía muy bien qué pensar... un sonoro beso en mi mejilla me quitó de mis pensamientos. - ¡Que rico mi niño! - Luego de eso lo vi levantarse, tomar una toalla cerca, y mojarla ligeramente. ¡Iba a limpiarme! Lo vi todo en cámara lenta, como se puso de rodillas frente a mi, quitando mis manos, y limpiando mis partes íntimas con la toalla húmeda, el toque tibio de la toalla me hizo estremecer. Pero lo poco que pude resistir no valió de nada. Papá alejó de nuevo mis manos, haciendo ruiditos tranquilizadores con su boca, mientras terminaba su cometido. - Shushushuuu ya pasó bébé ya pasó... - En ese momento él tenía el control total de mi cuerpo. Me levanto cuidadosamente, poniendo mis calzoncillos en su sitio, cerrando de nuevo la camiseta entre mis piernas y volviendo el pantalón a mi cintura. Dándome dos nalgaditas mientras me cargaba de nuevo. - Muy bien cariño. Estoy muy, muy orgulloso de mi nene. - Eso me calmó un poquito, pero igual me sentía muy raro. Frente a aquel hombre yo era muy vulnerable, me sentía pequeño, y necesitaba que me tranquilizara, aún siendo él quien provocaba esa mezcla de sentimientos en mi pecho... - Vamos a lavar las manitas y a comer.

    Cuando bajamos dadá tenía la merienda sobre la mesita de café del salón. Papá nos llevó hasta el gran sillón blanco, y me sentó en su regazo. Esperaba solo comer sin que se hablara más de lo sucedido, pero igual no fue así.
- ¿Todo bien? ¿Pudo ir? - Dadá preguntó preocupado, limpiando una lágrima seca en mi mejilla.
- Si lo hizo muy bien, ¿verdad? - Demandó triunfante, papá haciéndome rebotar un poco en sus piernas. Yo solo asentí, con la mirada perdida en la bandeja sobre la mesita.
- ¡Muy bien cosita! ¡Que contento me haces! ¿Tienes hambre mi amor? - Creo que se dio cuenta de mi sonrojo puesto que cambió de tema.
- S... si...
- ¿Quieres que te dé en la boquita mi vida? - Preguntó con una voz muy infantil, pero me negué. Ya me había expuesto demasiado. Aún así me sentí un poco culpable, sus ojos se oscurecieron ligeramente y el brillito que tenían hace poco, desapareció totalmente. - Oh... de, de acuerdo, ten. - Ofreció, extendiéndome el plato con una rebanada de pastel de fresa que tenía un aspecto increíble, y aproximando un poco el vaso de leche y la taza con trocitos de manzana y de fresa. Yo empecé comiendo, pero entendí que tal vez estuve mal. Aún así ellos me prometieron que tendrían paciencia, y hoy ya hice muchas cosas... ¡Me acaban de llevar al baño!

    El pastel estaba delicioso, creo que de ese momento en adelante sería mi favorito. Su gusto era exquisito y su textura muy suave. Estaba encantado con ello, hasta que levanté mis ojos del plato para decírtelo. Dadá me miraba con tristeza. Después de unos segundos en que mis ojos quedaron fijos en los suyos, él revolvió mi cabello levantándose para ir a la cocina. Pero no volvió hasta que terminé de comer...

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