🔖 Capítulo 49 🔖

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- ¡Alex por dios! - Escuché Samuel a lo lejos, mientras estaba en la lavandería, cuidando la ropita de mi niño. - ¡Alexander! - En ese momento llegó gritando como loco, debo admitir que me asusté un poco.
- ¡Qué susto! ¡¿Qué te pasa?! - Él tenía al niño en brazos, y realmente pareció en pánico. Por lo cual, instintivamente me acerqué a ellos lo más rápido que pude.
- Tu... Tu hijo... ¡le pasa algo! - "¿Ah? Bueno... a mi me parece bastante normal..." pensé, al ver a mi pequeño esconder su carita en el cuello de su papá.
- ¿A ver? ¿Qué tienes corazón? - Pregunté tranquilamente para no asustarlo, bueno, no más que los gritos de su padre... Aún así mi bebé no dijo nada, ni se movió de su sitio. Estuve acariciando su espalda un par de segundos, pero no obtuve respuesta.
- Lo ves, no se mueve... y... ¡y no habla! - Lo miré sorprendido, el pequeño solo se aferró más a mi esposo. - Lo encontré llorando y...
- Tranquilo Samuel... cálmate. - Le pedí, de forma un poco más autoritaria, él estaba asustando al niño. - Ven aquí cosita. - Llamé al bebé, quitándoselo de los brazos de mi esposo. Marquitos no opuso resistencia. Así que me fui con él hacía nuestra habitación.

Finalmente acosté al chiquitín sobre la cama, e intenté calmar a Samy para que me explicara lo sucedido. Realmente tenía un hombre muy escandaloso, estaba en pánico total. Y pese a que yo tenía mis dudas en relación a lo que estaba sucediendo, a pedido de él, terminé haciendo un chequeo completo al pequeño.

Mi niño estaba lo más saludable posible, dentro de lo que le permitía su condición. Lo que pasó fue que entró en un espacio muy, muy pequeño. Mientras lo examinaba, el bebito se veía muy atento a todo. En un momento, logró tomar mi estetoscopio con sus manitas, y se le hizo la cosa más interesante del mundo. Estuvo jugando con él varios minutos, mientras yo calmaba a mi lindo y estresado esposo, e incluso durante un rápido cambio de pañal.
Sus pequeños movimientos eran muy torpes, y apenas si podía sostener su nuevo juguete favorito.
Después del chequeo, y de observarle un rato, diría que tenía alrededor de 4 o 6 meses. Era realmente más pequeño de lo que podría imaginar, pero ese dato pareció calmar y alegrar bastante a Samuel. Finalmente le terminamos dejando el estetoscopio, puesto que empezaba a chillar, cada que intentábamos quitárselo. Aún así, quitándole las olivas, para que no se atragantara con ellas...

Después de que todo estuviera más tranquilo me fui a por un biberón. Pronto mi niño tendría hambre. Al llegar de nuevo a la habitación, no me esperaba encontrar a Samuel, arrodillado cerca del pequeñito, jugando al cucú con él. El bebé estaba muerto de la risa, y a decir verdad yo también. Me quedé allí unos minutos, intentando no hacer ruido. Por suerte mi móvil estaba conmigo, así que pude hacer un vídeo de ello. Se lo enviaría a mi papá: Él había estado trabajando muchísimo, así que tal vez lo animaría un poco...

Unos segundos después, Samuel se dió cuenta de mi presencia y detuvo el juego de golpe.
- Oh... Amor. - Dijo sonriendo avergonzado, rojo como un tomate.
- Que lindos sois. - Respondí, coqueto.
- Cállate Alexander... Mejor dale eso a tu hijo, tiene hambre...
- Hum... tu crees? - Pregunté, intentando realmente no echarme a reír. A Samuel le encantaba verse como el típico chico duro...
- Ya... - Apartó la mirada unos segundos, y luego continuó. - Supongo... Cuando te fuiste empezó a llorar...
- Eso es porque soy su padre favorito.
- Nah... - Dijo con un gesto burlón.
- ¡¿Cómo que nah?! - Me hice el ofendido, mientras lo abrazaba, pasando mis manos por detrás de su cuello. Dejando un casto beso sobre sus labios. Para este momento estábamos los dos de rodillas sobre la cama. No obstante también había un pequeño allí, que necesitaba mucha atención. Y sí que sabía cómo obtenerla: rápidamente unos pequeños (no tan pequeños) chillidos se hicieron escuchar.
- Bueno, igual si te quiere un poco, pero, dale eso... - Samuel se apartó un poco de mí, para sentarse hacia un lado de la cama. Yo hice lo mismo, de manera que el pequeño se quedara en el medio.
- Ten, ¿quieres hacerlo? - le tendí la botella a mi esposo para que lo hiciera él. Antes de aceptar, levantó al pequeño para dejarlo en sus brazos. - Cuidado con su cabecita. - Él me miró preocupado. - Puede que le cueste sostenerse bien si es muy pequeño...
- Oh, si, claro. - Samy sostuvo bien el bebé para que no se hiciera daño, realmente era un papá muy dulce.

Los cuadernos de MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora