Cuando Alex se terminó de bañar, lo dejé preparando una pequeña mochila por si el bebé necesitaba algo. Mientras tanto fui a cambiar su asiento, poniéndolo en uno de mis autos; me hice una nota mental, tendría que comprar al menos uno más, para no pasar cambiándolo todo el rato. Terminé de instalarlo cuando mi esposo estaba volviendo con el pequeño. Así que tomé mi asiento, viendo como abrochaba el cinturón a nuestro bebé y le daba su chupetito, cubriéndolo con una mantita esponjosa; Todavía hacía un poco de frío. Al principio mi nene se sonrojó un poco, pero luego se fue concentrando en el paisaje, mientras Alex ponía algo de música con su teléfono.
Mi bebé tenía todavía los ojitos un poco rojos. Aunque no lo escuché, sabía que había estado llorando y mi maridito tenía una mirada evasiva. Al mirar de reojo su teléfono vi que estaba hablando con Leo, uno de los abogados de la editorial y mi mejor amigo. Que también era el daddy de una niña preciosa. No entendía todavía lo que estaba sucediendo, pero confiaba en que me lo contaría más tarde, a solas.
Aún así el silencio no era incómodo sino todo lo contrario. Al ver los mensajes puse una mano sobre su rodilla, acariciándolo, para transmitir seguridad y aprobación. Mi gesto fue correspondido cuando su mano libre se posó sobre la mía, haciendo pequeños círculos con las yemas de los dedos. El trayecto fue tranquilo, con música de los noventa de fondo y los hermosos ojos de mi niño, que ahora brillaban de emoción.Al llegar al centro comercial, Marcos eligió quedarse en su silla, mientras Alex se la llevaba, siempre con su consentimiento. Claramente hubiera preferido cargarlo, pero comprendía que no se sintiera cómodo con las miradas ajenas. Igual le informé de que, en cualquier momento, podría pedir a que lo llevemos en brazos uno de nosotros.
La primera parada del día fue a por unos dulces. Si se lo preguntan, no, no me gusta que coma esas cosas, pero sería una excepción, e igual se lo había prometido en la mañana. De todas formas, dudo que nadie pudiera resistirse a esos lindos ojitos azules brillantes: Mi bebé tenía la carita de un ángel, con su naricita pequeña, su boquita rosadita y esa mirada de un azul profundo que me tenía rendido. Cada vez que me llamaba papá, me sentía derretir. Así que cuando tomó mi mano para pedírmelo, no pude hacer más que sonreír tontamente.
Después de que eligiera con su padre lo que se les antojaba, y que les repitiera por milésima vez que no se pasasen de la raya tampoco (porque si, el padre era peor que el hijo), recibí una mirada asesina y terminaron llevándose lo suficientemente como para todo el año. E incluso si eso me desconcertó, me pareció muy tierno ver como mi esposo defendía al niño. Las miradas de "ni se te ocurra" se hacían cada vez más presentes y aún que me daban un poco de miedo, sabía que no podría tener mejor pareja, y que mi bebé no podría tener mejor cuidador. Alex se había preparado para ese momento durante años, y ahora sería capaz de cuidar y proteger a su príncipe como si de un lobo con su cachorro se tratara.
Después de los dulces, que terminé quitándoles, antes que uno de los dos se enfermara, fuimos a una juguetería. Marcos todavía no había podido jugar con lo que tenía en casa, pero igual, faltaban algunas cosas, como lápices de colores y el dichoso mando.
-Mira nene, si quieres algo solo pide ¿vale? Lo que sea. - Como no respondió más que un pequeño asentimiento, continué. - Empezaremos por tu mando, para que estés más cómodo, también nos falta algo para que puedas dibujar. ¿Te gustaría?
- Yo... hum... no sé dibujar muy bien. - Respondió claramente apenado.
- No importa mi principe, es solo para que la pases bien, si quieres podemos comprar libros para colorear ¿hum? - Alex se adelantó. - Y luego papá podría enseñarte a hacer algo si te apetece. - Marcos me miró confundido, ¡era tan mono!
- ¿Papá?
- Si cariño si quieres. - Le sonreí, pasando mi mano por su mentón, pero realmente esperaba no tener que hacerlo, quería que mi niño ingresara a su espacio, y eso podría ser frustrante para él. Igual lo haré con gusto cuando no sea pequeño, nunca está mal un tiempo de calidad con sus hijos.
- ¡¿Sabes dibujar?! - Su expresión de asombro me hizo soltar una carcajada. Así que dejé a mi marido responder, mientras Marquitos me miraba con indignación.
- Sí mi príncipe, papá es ilustrador. - La carita de incredulidad de mi niño era preciosa, aún que no me extrañaba: La mayoría de personas creía que era alguien frío, un hombre de negocios nada más. Así que pocos creían que pudiera tener un lado artístico tan presente y menos aún que pudiera dibujar libros de cuentos para niños.
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Los cuadernos de Marcos
RandomMarcos, es un chico un poco reservado, que tiene como bienes más preciados sus cuadernos, donde escribe historias, y todo tipo de textos que le representan. Su obra es parte de el, y lo ayuda a superar su soledad, y las dificultades que viene pasand...