📓 Capítulo 42 📓

1.1K 62 4
                                    

Había terminado mi rutina de ejercicios un poco más tarde de lo que acostumbraba. Al entrar en la casa, el aroma a crepes y té me hizo volver la mirada hacía la cocina. Mi esposo todavía no terminaba de preparar el desayuno, y el pequeño estaba en la mesa, de espaldas sin moverse.
Con mi esposo, cambiamos miradas, y me dirigí en silencio a ducharme. Al volver con ellos me apresuré a abrazar a mi maridito, dándole un apasionado y merecido beso. Para luego apoyarme sobre la alacena, viendo finalmente a mi niño. El siquiera se había enterado de mi presencia, demasiado centrado en su dibujito.
- Es precioso. - Susurró Alex. Yo asentí. El niño estaba pintando en un libro, con varios colores que estaban regados por toda la mesa. Tenía sus ojitos brillantes y pintaba con sumo cuidado para no salirse de la raya. Sus manos temblaban tantito, así que tampoco lo tenía muy fácil. Se veía que tarde o temprano entraría en su espacio. Mientras coloreaba, iba comiendo un poco de la fruta que mi esposo le había dejado, ensuciándose ligeramente, por no poner atención en lo que hacía. Afortunadamente Alexander pensaba en todo, y el baberito retenía la mayor parte del pequeño desastre.
- Es para ti. - Ladeé la cabeza sin comprender inmediatamente, pero luego una sonrisa tonta se apoderó de mí.
- Que lindo, ¿crees que esté entrando? - El asintió con una mirada de ternura, mirando al chico por encima del hombro.

Nos quedamos en silencio un momento. Alex decidió limpiar todo antes del desayuno, para que el pequeño pudiera terminar. Yo me quedé simplemente mirando, hasta que nuestro bebé levantó un poco la cabeza, visiblemente satisfecho con su trabajo. Rápidamente se dió cuenta de mi presencia, por primera vez desde que yo había vuelto a la casa. Le sonreí tiernamente, y al ver su pequeña expresión de alegría fui hacía él, para darle un besito de buenos días.
- ¡Hola campeón! ¿Que tal? - Le di un pequeño beso en la cima de su cabecita, olía a bebé. Acto seguido cargué mi mano en su cuello, para dejar pequeños masajes allí. El se volvió a mirarme con sus ojitos muy abiertos, animado, para enseñarme lo que estuvo haciendo. -¡Oh, que lindo! ¿Lo hiciste tú?- Pregunté, sobrereaccionando un poco, esperando que se sintiera todavía más chiquito. Él asintió efusivamente.
- Sip, solo.
- ¿Lo hiciste solito? - Un nuevo asentimiento y una expresión triunfal me hicieron reír un poco. - Muy bien corazón, está muy bonito. - Halague, haciéndolo sonrojar un poco.
- Yo... para ti. - Me lo tendió enérgicamente. Era tan mono. En ese instante me apetecía comermelo de la ternura. Le agradecí, era muy adorable ver sus ojitos esperanzados. Así que me paré sobre la mesa, tomando el libro con sumo cuidado, para desprender la hoja sin dañarla.

El dibujito representaba a varios animalitos en un campo de flores. Se veía que mi niño se divirtió haciéndolo; Creo que utilizó cada color a su disposición. Había un zorro naranja con gris y castaño oscuro en las patitas. Un oso amarillo con toques de rosa y morado, un pato azul, verde y con varios colores en las patitas y el bico, y como no, un conejito crema. Los restantes colores los uso para las flores: rojo, lila, otros tipos de azul, etcétera... Algunas veces se veía un que otro trazo fuera de las líneas, pero era normal, estaba comenzando la regresión. Y eso me encantaba. Cada color, cada trazo fuera de la raya lo alejaban un poco más de su vida adulta. De sus preocupaciones, de sus muchas dificultades, que hasta allí tuvo que soportar solo. Cada mezcla extraña y cada huequito por rellenar lo aproximaban más de nosotros y me hacían quererlo más.

Al terminar de quitar la hoja, me dirigí hacia la nevera, bajo la mirada atenta del bebé. Siempre había soñado con hacer aquello. Así que tomé dos pequeños imanes, pegando la primera creación de mi niño en el sitio que le correspondía: el mejor lugar y lo más visible posible, sobre la nevera. Cuando lo volví a ver estaba encantado, mirando con detalle cada movimiento mío.
- Me encanta cariño. - Expliqué volviendo hacia él, tomándolo en brazos. - Me encanta de verdad, gracias. - Dije dándole un sonoro beso. Que por primera vez correspondió. Muy animadamente. Yo simplemente me quedé atónito unos segundos, hasta encontrar la dulce mirada de mi esposo: Mi bebé me había correspondido, con suma naturalidad.
- Cierra la boca. - Dijo riendo, mientras pasaba de las palabras a los hechos. Levantándome la mandíbula con las yemas de los dedos, en un movimiento dulce. Dejando también un beso, en la otra mejilla. Yo correspondí, con un poquito en sus labios, mientras nuestro niñito escondía su carita en mi cuello. "Tierno".

Los cuadernos de MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora