📓 Capítulo 34 📓

1.2K 64 10
                                    

Mi niño dormía tranquilamente en mis brazos mientras lo mecía. Era la cosa más bella del planeta y hubiera podido quedarme allí, mirándolo durante siglos, si no fuera por el maravilloso olor que desprendía la cena.

Al sentirlo mi bebé abrió sus ojitos, un poco confundido, hasta poder ubicarse bien. Rápidamente se sentó en mi regazo, con su carita roja de la vergüenza.
- Hola bebé - Dije amablemente, sosteniendo su espalda.
- Hola... me, me dormí. - Admitió, frotándose un ojo con la manita hecha puño, que Alex se apresuró a alejar.
- No pasa nada corazón, ¿tienes hambre?
- Si... huele muy bien... - Respondió bajito, era tan tímido, se veía hermoso.
- Hice pizza - Sonrió Alex.
- ¿¡De verdad!? - Chilló de repente, dando un brinquito en mis piernas. Casi cayéndose, a no ser por mis reflejos, que ni yo sabía que tenía. Creo que nunca había visto a nadie tan emocionado por comer algo. Casi me hace pensar, que podría permitir este tipo de comida más veces... - Ah... perdón... yo... - se disculpó cuando lo atrapé, sosteniéndolo un poco mejor.
- No pasa nada corazón, tranquilo. Podrás comer todo lo que quieras ¿si? - El niño me miró como buscando aprobación. Cuando la tuvo, se volvió muy ilusionado hacía su dadá moviendo enérgicamente su cabecita, con una gran sonrisa. - Mira príncipe, ¿quieres ver una película? - ¿Espera que? ¿No íbamos a comer? El niño asintió una vez más animado. Yo iba a preguntar pero Alex respondió demasiado rápido. - Ve con papá a escoger entonces. Cenaremos en el salón, pero solo hoy ¿si? - Inquirió guiñandole un ojo. Yo solo le miré severamente, se suponía que teníamos reglas. Nunca hacíamos esas cosas, porque siempre terminaba la casa en un caos, y tendría que limpiar yo... Pero solo obtuve una mirada todavía más escalofriante, bueno, por hoy podría dejarlo pasar...

Como empezaba a ser costumbre, tomé a mi pequeño en brazos, llevándolo hacia el salón, para enseñarle los DvDs que coleccionaba Alexander. Sino también le ofrecí buscar en Netflix, pero ya era demasiado tarde, mi niño estaba completamente absorto, mirando las hileras de cajitas rectangulares en el mueble de la tele, mientras pasaba sus deditos en ellas. Su mirada brillaba literalmente como la de un niño pequeño. Y cada vez sus pequeñas reacciones a su entorno me enternecían más.

Cada gesto de mi niño me llenaba el corazón, obligaba mis ojos a clavarse en esa criaturita tan frágil, y tan tiernamente hipnotizante. Todavía no lo podía creer, teníamos un bebé, un bebé precioso, que necesitaba cariño y protección. Y ese era mi trabajo, uno que podría cumplir el resto de mi vida, sin cansarme nunca.

En tanto que su mirada se fijaba en las cajas de color, yo me movía de forma automática para que las pudiera ver. Mientras iba pensando en todo lo que nos estaba sucediendo. De pronto un pequeño tirón me volvió a la realidad, probablemente tenía una sonrisa tonta en el rostro. Pero el pequeño no pareció inmutarse.
- ¿Puede esta? - Me pregunté, cómo alguien que escribe tan bien puede ser tan poco elocuente, pero me encantaba, se veía todavía más pequeño. Al ver la peli que había tomado mi sonrisa tuvo que agrandarse, era Kiki: entregas a domicilio, el Ghibli favorito de Alex. Seguro me lo pasaría recordando, al menos el próximo siglo: la primera película que eligió nuestro niño era SU película favorita. Claramente asentí, dejándolo en el sillón, para preparar todo. Mientras tanto mi maridito llegó con la comida y bebida, repartiendo varias porciones en los platos. Para acto seguido sentar al bebé en el suelo frente a la mesita de café. Reconociendo de inmediato la canción de apertura del DvD.

- Pero qué buen gusto tiene mi niño. - Alagó con una sonrisa triunfal, a lo que nuestro angelito le miró todavía más ilusionado. Me pareció que desde la merienda estuvo más pendiente de agradar a su dadá, era tan lindo.
- ¿Te gusta? - preguntó dando pequeños saltitos. "Lo hace a menudo, cuando estaba animado por algo", pensé.
- ¡Claro, me encanta! Es mi favorita, ¿sabes? - Le respondió revolviéndole el pelo. A lo que pudimos escuchar una risita tenue, era perfecta.
- Yo... Nunca la he podido ver. - Se sinceró apenado.
- Te va a encantar verás. - Alex estaba demasiado contento, eso me alegraba, pero también me daba muchísimo miedo. Esa película siempre se me hacía demasiado larga. Era muy tierna, pero igual, en la hora y cuarenta que duraba, el 60% del tiempo no pasaba nada... Me gustaba verla una vez de vez en cuando, pero esperaba que no se volviera una costumbre...

Después de sentarme con ellos, iba a poner la peli para empezar a comer cuando vi Alex un poco nervioso, a lo que decidí esperar, me imaginaba lo que iba a intentar.
- Escucha mi vida... - Marquitos le miró con atención. - Dadá estaba pensando... si podría ponerte el baberito, para que no te ensucies cosita. - El niño se quedó mirando unos segundos, hasta que su mirada fue a parar al suelo. Alex estuvo muy preocupado, hasta que con un sonrojo muy evidente, el pequeño movió su cabecita positivamente. Antes de que cambiara de idea mi esposo procedió a ponérselo, haciendo un pequeño nudo en el cuello, sin apretarlo demasiado. Era un babero gris y blanco, con un zorrito bebé en el. Se veía adorable; tuve que aguantarme para no comérmelo a besos.

Mientras lanzaba la peli y comenzábamos a comer, pude ver que mi niño estaba muy quieto, hasta que ganó valor, poniendo una manita en el muslo de mi esposo, para llamar su atención. De inmediato, él dejó la rebanada de pizza que estaba comiendo para mirarlo.
- ¿Puedes... hum... puedes... dar... darme... melo? - Se le escuchó decir en un pequeño hilo de voz, rojo como un tomate, con sus hermosos ojitos azules fijos en el suelo, como si fuera lo más interesante del mundo. Alex se le vinieron algunas lágrimas de alegría, y su mirada se volvió de un verde brillante. No es necesario decir que aceptó con gusto.
- Abre la boquita amor. - Pidió, mientras partía pequeños trocitos de pizza, para llevárselos a la boca con cuidado. También le ayudó algunas veces para que tomara, poniendo el vaso en sus labios. Cada gesto lo hacía con cariño, mientras nuestro bebé veía la película con suma atención. Aunque realmente era el solo interesado en ella. Alex estaba demasiado ocupado atendiendo a su hijo, y yo derritiéndome como helado al sol, frente a tanta dulzura.

Cuando terminó, de darle su cena, mi pequeño Alexander fue por el postre. El niño ni se dio cuenta, hasta que su padre se sentó de nuevo con nosotros. Como me lo esperaba, los postres de Alex nunca eran sanos, total, era un postre... pero igual no me haría rogar... El cheesecake de oreo era mi favorito. ¿Incluso me pregunto si no lo hizo adrede? Mi esposo sabía muy bien cómo salirse con la suya. Lo que se confirmó cuando me extendió el plato con una cuarta parte del pastel, mientras me dedicaba una linda mirada entre burlona y cariñosa. "Tendré que quemar esas calorías en algún momento", pensé sarcásticamente para mis adentros.

Finalmente, Alex empezó dándole su postre a Marcos, que inconscientemente dejó escapar algunos soniditos de satisfacción.
- ¿Te gusta corazoncito? - Preguntó con una vocecita diminuta para no molestarlo.
- ¡Está muuuuy rico! - Respondió cerrando sus ojos en una expresión de placer. Alex sólo pudo sonreír, mordiéndose un poco el labio, concentrado en darle de comer. Cuando terminó, se dispuso a limpiar su boquita con el babero, aprovechando para quitárselo.

A lo que terminamos de ver la película en el sillón, el niño todavía tenía energía para dar y regalar.

Los cuadernos de MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora