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Hace un par de días, Rick había mencionado que quería explorar un centro comercial en el que todavía no explorábamos, así que, necesitaba gente. Probablemente se estaría arrepintiendo en este mismo momento, por qué al decir aquello, Glenn y yo levantamos la mano de forma insistente hasta que nos tuvo que decir que sí. La cosa es que la mezcla entre nosotros dos resultaba un poco infantil.
Pidió ayuda a Daryl, Jesús y Maggie, aunque esa combinación tampoco resultaba muy madura que digamos.
Ese día, nos dividimos en autos, Daryl en su moto y nos dirigimos hasta aquel establecimiento. No estaba realmente lejos de las comunidades, pero si era por un camino que no solíamos tomar con frecuencia. Rick estaciono enfrente de la puerta principal y bajamos para observar si los amigos muertos se habían apoderado.
—¿Qué hacemos si está lleno? – cuestiono Jesús
—veamos
Daryl se acercó y aporreo uno de los ventanales, la técnica que ya todos utilizábamos antes de entrar a cualquier sitio, al menos si no querías morir. Los gruñidos comenzaron a sonar, salían de las tiendas a paso lento, como cuando te despertabas de una larga siesta y no sabias donde estabas.
—no son muchos – dije, con la cara pegada al vidrio – podemos
—sí, dividámonos y yo abriré la puerta para controlar el flujo – dijo Rick
—¡hey! Ricitos, conmigo – Daryl me jalo a su costado – no queremos accidentes
—¡ay! Siempre es lo mismo, le quitas la diversión Dixon – le sonreí
—perdón por quererte tener más tiempo en mi vida – rodó los ojos con fastidio
—par de tortolos, ¿ya terminaron?
Rick estaba viéndonos con una de sus cejas arriba, ya en posición para comenzar con el show. Los dos levantamos los pulgares, escuche una risita proveniente de cierto coreano, ya me las pagaría más tarde.
Los caminantes empezaron a salir en tandas, Daryl junto a Glenn los atraían en direcciones opuestas y así los demás podíamos tener mayor tiempo de reacción. Parecía que todos llevaban bastante tiempo convertidos, pero no se veían igual que los de afuera, ellos conservaban todas las partes de su cuerpo y parecían más hambrientos que de costumbre.
La daga izquierda entro justo en la cuenca del ojo de uno. Resultaba ser repugnante, ya que eran más viscosos y al salir, toda la hoja era una cosa babosa, hice una cara de asco que divirtió a más de uno.
—ojalá que entierren sus armas en varios ojos – les dije, acabando con otro
—ya la experta nos dirá como hacemos para limpiarlo – grito Glenn
Le enseñé la lengua y él hizo lo propio, vi a Rick negar divertido.
Terminamos con todos los caminantes que salieron por aquella puerta, supusimos que no habría más o que sí existía la posibilidad, serían menos agiles.
