Cincuenta y dos.

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Daryl

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Daryl.

Luego de que aquella mañana se raptaran a Maxie de nuestra casa, todo lo que estaba a punto de pasar se hizo todavía más real. No es que no quisiera hacerlo, de hecho, creo que era de lo único de lo que estaba cien por ciento seguro, pero eso no quitaba la sensación extraña que comenzaba a instalarse en la boca de mi estómago.

Cuando Rick entro por la puerta me encontró dando vueltas en la cocina.

—mírate, no te veía así de nervioso desde... — se lo pensó un momento – no, creo que jamás te vi nervioso

—cállate, esto no es cualquier cosa

—lo sé, tampoco pensé que fueran a formalizar de esta manera, creía que nos darían un sobrino o sobrina antes – sonrió, un tanto burlón

—bueno, no diré que no lo intentamos – encogí uno de mis hombros

Ambos sonreímos ante aquello, Rick se acercó hasta poner ambas manos en mis hombros. Él sabía que el contacto físico no era lo mío, a menos que la persona fuera lo suficiente cercana.

—Daryl, estoy muy feliz por ustedes, por los dos, pero sabes que a ti te considero mi hermano y este es un gran paso, incluso estando en medio del apocalipsis

—lo sé, gracias por aceptar ser quien oficie la ceremonia

—sabes que lo que sea por ustedes

Nos abrazamos después de aquel discurso. Rick se convirtió en parte de mi familia desde muy pronto y sabía que yo era parte de la suya, aunque de vez en cuando y sobre todo en este tipo de situaciones era reconfortante escucharlo.

Glenn y Abraham entraron unos minutos más tarde. El chico sonreía tanto e iba con una cosa detrás de su espalda, parecía que estaba más nervioso que yo y eso era decir demasiado.

—¿Qué te pasa a ti? – le cuestione

—te trajimos algo, de afuera – me entregó algo envuelto en papel – sabemos que no querías un traje ni nada, pero creemos que Maxie merece esto

Fruncí el ceño ante aquel comentario, parecía que lo hacía más por ella, sin embargo, lo entendía.

Desenvolví el regalo, encontrándome con una camisa negra, lo suficientemente nueva como para no llevar rasgaduras o parches como la mayoría de las mías.

—gracias, seguro que ella lo apreciara – estreche la mano con la de Glenn – y a ti también, aunque esas bromas tuyas...

—¡hey! Viejo, es una broma – Abraham golpeo repetidas veces mi espalda – yo sé que ustedes se aman, ella no te dejaría por nadie

—eso espero

—bueno, llego el momento de que te des un baño o llamaremos a Carol para que ella se encargue de ese departamento – Rick me señalo la parte de arriba de la casa –. Por Maxie

H E R O || Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora