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Desde que mis padres se mudaron a las afueras de Atlanta, solía pasar mis fines de semana o mis vacaciones en aquella pequeña ciudad. Era una especie de respiro para el caos que se generaba en la ciudad, pero también existía otra razón para visitarlos tanto, el cual tenía nombre y apellido.
Resultaba que mis intentos por ser discreta no habían sido lo suficientemente apropiados, por lo que medio pueblo sabía sobre aquella razón, incluyendo a mis padres.
Pero en esta ocasión, no había sido un intento desesperado por encontrarme casualmente con él, sino que, en efecto, las dos llantas izquierdas de mi auto habían decidido dejarme varada a medio camino y con una sola refacción, no iba a llegar a ningún lado.
—¡maldita cosa! – patee el costado izquierdo de mi auto –. ¿Qué te costaba dejarme llegar a Senoia?
—¿le hablas a tu auto?
La voz rasposa de Daryl me hizo sobresaltar, giré lentamente para verlo con las manos en las caderas y una de sus cejas arqueadas, esperando mi respuesta.
—cuando es inútil, sí – sonreí incomoda –. Perdón por hacerte venir hasta acá
—tampoco esta tan lejos, si empujabas estarías ahí en unos minutos
Daryl se movió a la parte posterior de su camioneta, bajando la otra llanta que me hacía falta. Tuve que desviar la mirada un momento, el calor en Georgia no era precisamente por lo que estaba comenzando a transpirar.
—sí, con mis brazos débiles, no creo – dije, luego de unos segundos incomodos –. No todos tenemos tus músculos, Dixon
—tampoco eres una debilucha – pasó por mi lado para ver en qué condiciones estaba el auto –. Al menos sabes cambiar una llanta
—papá insistió que debía aprender cuando me dieron mi primer auto, pero nunca me dijeron que esto podía suceder
—no es muy usual, ¿quieres cambiarla tú? – expendio la llave de cruz
—mejor tú... no quiero que te burles de mis caras
Un ápice de diversión cruzo por la cara de Daryl, era tan difícil hacerlo reír o que al menos no te viera con ganas de asesinarte, pero en las últimas interacciones juntos, eso había cambiado.
—ahora me siento intrigado – retuvo la sonrisa
—hubieras llegado antes, sabrías a que me refiero – me encogí de hombros
Bufó, colocándose de cuclillas delante de la llanta para poder quitarle los tornillos. Esta vez no fue una excusa, pero ¿Quién era yo para resistirme a ver los músculos de sus brazos cada que hacía fuerza? Nadie.
De nuevo, intente ser lo menos obvia posible, desviando de vez en cuando la mirada hacía otro punto, fingiendo que estaba cansada de esperar tanto tiempo.
—listo – Daryl se levantó sacudiéndose las manos –. Puedes irte a casa
—¿me dejaras ir sin pagar? – metí medio cuerpo a mi auto para buscar mi cartera –. Ya te hice salir del taller
—no es nada, olvídalo – le restó importancia –. Solo cambia la llanta, es usada y puede que no te dure tanto
—Daryl...
—Maxie
—no voy a ganar, ¿verdad? – él negó como respuesta –. Bien, gracias
Él solo hizo un movimiento de cabeza, me ayudo a meter todo al auto y se fue, como si nada más sucediera. Tuve que manejar hasta la casa de mis padres con más cuidado del normal, no necesitaba que volviera a rescatarme.