Treinta y tres.

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La vida en Alexandria era buena, no había porque mentir, pero el hecho de tener tantas comodidades hasta cierto punto me estresaba y mi cuerpo necesitaba acción de vez en cuando

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La vida en Alexandria era buena, no había porque mentir, pero el hecho de tener tantas comodidades hasta cierto punto me estresaba y mi cuerpo necesitaba acción de vez en cuando.

Las salidas recurrentes con Aaron o con Daryl eran buenas, sin embargo, siempre estaban al pendiente de mí, ya sea adelantándose a matar a algún caminante que perfectamente yo podría encargarme de él o llevándome por caminos "menos peligrosos".

Así que ese día me desperté, me asegure de que todos estuvieran ocupados, arme mi mochila con: un par de botellas de agua, una manzana y una barra energética, una linterna, un arma que escondía debajo de la cama y otra bolsa por si encontraba algo.

Enfundé mis dagas y me escabullí por la parte trasera. Ahí nadie hacia guardia y cuando la hacían era por las noches así que no tenía problema, también había dudado un poco en dejarle una nota a Daryl, tipo: "salí por un momento a comprar pan, ya regreso". Pero probablemente estaría en más problemas de los que ya de por si tendría al momento de salir.

Antes en las expediciones, vi un pequeño pueblo inexplorado. Le suplique a Dixon que fuéramos a ver que había allí, pero según él tenía demasiados caminantes y eso lo volvía conflictivo, aunque eso no iba a impedirme a mi ir a dar una vuelta.

La caminata era larga, el sol no era mi mejor amigo, aun así, me prometí que valdría la pena llegar hasta allá. Cosa que me repetía de vez en cuando para poder seguir y no rendirme a los primeros veinte minutos.


[...]


Tarde en llegar, pero valió la pena en cuanto note lo que había en aquel minipueblo. Las tiendas aún se encontraban selladas con maderas, parecería que nadie estaba interesado en llegar hasta aquí, probablemente por la horda antes mencionada, pero al parecer el paso de los días los hizo dispersarse y ahora parecía más un pueblo fantasma.

Divise los letreros que se encontraban arriba de cada uno de ellos. Había todo tipo de cosas que quizás serian útiles para la comunidad: una panadería, una librería, un minisúper, un bar, una farmacia y hasta una tienda de helado.

—mataría a cualquiera por comer un helado – me dije a mi misma – bueno, quizás no a cualquiera

Me acerque a la farmacia, probablemente nos servirían las medicinas, la puerta se encontraba trabada con un par de maderas clavadas a cada uno de los lados. Golpee la puerta para asegurarme de que nada estaba adentro y así poder patear los pedazos de tabla y tener más fácil acceso, ya que ningún ruido se hizo presente, le di un golpe a la primera tabla que se partió con facilidad, pero un gruñido me hizo parar.

Coloque mis manos en las dagas, el apocalipsis nos vuelve paranoicos a todos. Me acerque un poco a la puerta para saber si provenía de dentro, sin embargo, eso no parecía ser así, voltee dispuesta a enterrar mis armas a quien fuera.

—¡sal de ahí! – hice un gesto reprobatorio – ¿ahora entiendes por qué dicen que eres un imán de problemas, Maxine? – me auto reproche

No parecía ser una persona, al menos no por los gruñidos que se hacían cada vez más notorios. Decidí caminar un poco a ver si algo me decía dónde estaba el caminante, saqué una de mis niñas, por cualquier cosa.

H E R O || Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora