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Llevábamos un par de horas encerrados en un viejo almacén. Una horda gigante nos atrapo justo antes de salir y preferimos quedarnos hasta que estuvieran lo suficientemente lejos para que no regresaran al abrir la puerta.
Michonne estaba vigilando por un extremo y yo por el otro mientras que Rick y Daryl se encargaban de subir algunas cajas con latas al camión.
Todo estaba bien hasta que note cierto comportamiento extraño en los caminantes. Pegue la cara al cristal con la clara intención de ver si estaban actuando de esa forma por algo en específico, pero no podía diferenciar nada.
—¿Por qué pareces cachorro? – escuche a Daryl a mi lado
—¿Cómo que cachorro? – me gire a él con el ceño fruncido
—tienes la cara pegada al vidrio, como si esperaras a alguien
—¿alguna vez los habías visto actuar de esa manera? – ignore su hipótesis del cachorro
Daryl puso toda la atención en la horda que caminaba en círculos, parecía una especie de rebaño de gente muerta y podrida.
Vi la forma en que su expresión cambio.
—no, jamás. ¿no tienen a alguien o algo en medio? – cuestionó
—es lo que trataba de ver, pero no parece que haya nada allí
—seguro que no es nada, se irán en un rato y podremos salir de aquí
Sin decir nada más, se alejó para continuar con la carga del camión.
Probablemente no era nada y yo estaba siendo paranoica de nuevo, aunque, a decir verdad, era bastante extraño verlos actuar de esa manera.
Los chicos terminaron con el botín justo a tiempo para la puesta de sol. No me agradaba viajar de noche, sin embargo, no estábamos tan lejos de Alexandria. Sería un viaje corto y esperaba que sin tantos problemas.
—¿siguen dando vueltas? – Daryl de nuevo se acercó a la ventana donde yo vigilaba
—sí, hace rato pensé que se dispersarían y nada – me crucé de brazos –. ¿Crees que sea la nueva tendencia?
—no creo que estén siguiendo una tendencia. No están lejos...
—ni creas que vas a ir allá a ver que sucede – lo avente con el brazo –. Estas completamente loco
—no me va a pasar nada, o ¿Cómo es la frase?
Daryl entrecerró los ojos para juzgarme.
Estaba consciente de que muchas veces yo era la que iba a lugares que me ponían en peligro, pero esto era diferente. En primera, debía ser yo la que me quedara a esperar y en segunda, no me daba una buena sensación.
Más allá de que si lo mordían iba a perderlo para siempre, había algo en su comportamiento que no me terminaba de gustar.
