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Cuando era día de expedición me emocionaba, pero cuando la expedición nos llevaba a otra de las comunidades y podíamos ver a otros amigos, era todavía más emocionante.
—¿vas a ir con nosotros? – le dije a Daryl, en cuanto se colocó el chaleco
—claro, ¿no quieres que vaya? – encarno una ceja – si quieres me quedo
—¿Qué? no, claro que quiero que vayas – aplaudí, emocionada – aunque se las razones por las cuales vas. El reino solo significa una cosa para ti
Daryl se limitó a voltear los ojos. Me encantaba molestarlo de aquella manera, sabía que no tenía nada que ver con Carol y todo que ver conmigo, pero al menos al unirme a este grupo parecía todo lo contrario.
Ambos salimos de la casa al encuentro del grupo que nos acompañaría. Rick iría en un auto junto a Carl y Mich y en otro Abraham, Rosita y al parecer contaríamos con la presencia de Gabe.
—me pido a la pelirroja – grito Abraham
—¡no! Ira con nosotros – Michonne objetó – en tu auto ya va un pelirrojo
—oigan, sé que soy irresistible – fingí un poco de orgullo –, pero tampoco tienen que pelearse por mi
—aparte ella viene conmigo – dijo Daryl, recargado en su moto
—¿ah sí? – voltee a verlo con desconcierto – ¿Por qué nadie me había informado del tema?
—no tienen que informarte, es obvio
—ok, no pienso ponerme en medio de una pelea de pareja – Mich subió al auto
—nosotros menos – Rosita le hizo un gesto a Abraham para que hiciera lo mismo
—bueno, está bien, iré contigo
Di saltitos hasta llegar a él, supongo que ya se habia acostumbrado a mis brotes de niñez, pero aun aparentaba que lo desconcertaban. Nos subimos a su moto para poder seguir a los demás autos.
Ir en la motocicleta de Daryl era toda una experiencia. Me encantaba sentir la ráfaga de viento que chocaba con nuestras caras, era como esos perritos que sacan la cabeza por los autos y disfrutan un poco del paisaje, aunque realmente no estén viendo absolutamente nada. También me daba la oportunidad de ir abrazada al torso de mí... de Daryl, eso era todavía mejor.
En cuanto llegamos al reino, Ezekiel, Carol y Jerry nos estaban esperando detrás de las puertas que los protegían de los caminantes. Baje de la motocicleta un tanto entumecida de las piernas, pero ese no fue impedimento para que el grandote – no pelirrojo – me abrazara levantándome un poco del suelo.
—¡Maxie! – dijo emocionado – hace mucho que no nos vemos
—lo sé, me encanta tu efusividad – conteste, una vez en el suelo – demasiado amor
