Ciento dos

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El cuerpo me dolía en exceso cuando la luz del sol me obligo a abrir los ojos, aunque no por mucho ya que todo me dolió vueltas de inmediato. El olor era peculiar, como de cigarrillo, hierba y otra cosa que no lograba identificar, esa mezcla no era común en mi casa, por lo que tuve que obligarme a abrir un solo ojo e inspeccionar.

Mire con cuidado a mi alrededor, notando que, en efecto, no estaba en mi habitación, era un lugar pequeño y desordenado, ropa de hombre tirada en un rincón y algunas latas de cerveza aplastadas cerca de la puerta.

—mierda...

Levante las sábanas rápidamente notando que aun llevaba la ropa puesta. Suspire pensando en que mierda había pasado la noche anterior, no lograba hilar demasiados pensamientos con lo mareada que estaba.

Debía de salir de la cama y saber en donde estaba, ¿Por qué no estaba en mi casa? Así que, con todo el pesar del mundo, reuní fuerzas para sentarme. Al hacerlo note que mis pies si estaban descalzos y no encontraba por ningún lugar mis botas.

—lo que me faltaba – me tome la cabeza un segundo, iba a explotar en cualquier momento

Conte hasta tres y me levanté, tuve que sostenerme de la pared de enfrente para dar los primeros pasos, me sentía inútil y estúpida por haber bebido tanto la noche anterior.

Cuando abrí la puerta, un olor más potente a hierba me golpeo. Comencé a caminar por el pequeño pasillo hasta lo que parecía la sala de estar, fue hasta entonces que me di cuenta en donde me encontraba.

La casa de los Dixon.

Merle se encontraba tirado en un sofá viejo y desgastado, murmuraba algunas cosas que eran difíciles de entender por su actual estado de ebriedad, pero tampoco es que estuviera muy dispuesta a molestarlo.

La casa de Daryl era bastante pequeña, con un montón de cosas por todos lados, pero ahora parecía un campo de guerra. Latas, botellas, comida y algunos otros líquidos que, por mi salud mental, preferí ignorar.

Daryl apareció por la puerta principal, con dos ardillas colgando de su cinturón y su ballesta sobre su hombro.

—despertaste, pensé que te tendría que llevar a urgencias – dijo colocando la ballesta a un lado de la puerta

—disculpa, ¿Qué? – le dije, mi voz salió más chillona de lo que esperaba

—luego de la cantidad industrial de alcohol que te metiste, me sorprende que sigas con vida – dio unos pasos para llegar a la cocina –. Salí para preparar algo de desayunar

Lo seguí con la mirada, luego mis pasos también hicieron lo propio hasta quedar a una distancia prudente de él.

—así que... ¿me emborrache en tu casa? – dudaba un poco de esa oración

Daryl se giró a verme, con el ceño fruncido.

—bueno, claro, difícil que te acuerdes...

—Daryl, no quiero adivinanzas ahora, me duele la cabeza – hice un puchero –. ¿Qué fue lo que paso?

H E R O || Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora