Noventa y siete.

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Cuando recién llegamos a Alexandria, cada uno tuvo una actitud distinta

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Cuando recién llegamos a Alexandria, cada uno tuvo una actitud distinta. Estaban los que se alegraron por volver a tener ciertas comodidades, los que preferían ser más cuidadosos por si algo sucedía y no nos tomaran con la guardia baja y los que fingían ser alguien que no eran para suavizar las cosas.

Yo estaba dentro del segundo grupo, agradecía muchísimo poder lavarme los dientes, pero todo ese oasis de seguridad me resultaba un poco sospechoso.

—¿Qué te pasa? – Daryl gruño cuando me encontró sentada en las escaleras de la casa que nos habían asignado

—nada, todavía me siento rara por poderme dar una ducha – me encogí de hombros –. ¿Qué hay de ti? Estar dentro de cuatro paredes no es lo tuyo

—no, pero al parecer tendré un trabajo afuera...

—¿con Aaron? – él asintió –. Suertudo, yo tengo que estar aquí haciendo guardia

—podría convencer a Aaron de que te deje ir con nosotros – vacilo, con media sonrisa en sus labios

—¡Ay, Dixon! Eres mi salvación

Me avente a él, aunque ya sabía que el contacto físico siempre le generaba cierto repele no me importo y lo abrace por el cuello haciendo que él gruñera de disgusto, aun así, no me aventó lejos, lo tome como una victoria.

Lo que me hizo despegarme de Daryl fue Carol, quien carraspeo detrás de nosotros, vestida con un elegante pantalón y un sweater a juego.

—¿Qué mierda llevas puesto? – Daryl frunció el ceño

—hay que adaptarse, ser parte de ellos e iré a presentarme – pasó justo en medio de los dos –. Deberías de darte una ducha o voy a ir yo a bañarte por la noche

—¡te ves ridícula! – gritó Dixon en su dirección mientras la veíamos alejarse

—¡uh! Parece que alguien va a ser bañado – arquee la ceja con una expresión de burla

—ni en sueños

—¡ay, Pookie!

Él rodo los ojos, no pude evitar soltar una risa. Ya había escuchado ese sobrenombre proveniente de Carol, de hecho, había visto varias cosas provenientes de Carol hacía Daryl desde que llegue a la prisión, pero en cuanto él empezó a ser más cercano a mí, de alguna manera. ya no estaba en la lista de personas que le agradaban a ella.

Sabía que eso podría resultar problemático, pero confiaba en que, si éramos un grupo, buscaríamos el bienestar de todos sobre cualquier otra cosa.

O al menos eso era lo que pensaba.





[...]





—¡Chicas! Nos ayudan – Aaron nos gritó en cuanto cruzo la puerta de la comunidad –. Trajimos algunas cosas

Carol y yo nos acercamos para ayudarles con las bolsas que cargaban. Parecía ser comida y algunas prendas de ropa vieja, que serviría para remendar alguna otra o hacer mantas.

H E R O || Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora