Veintiocho.

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Luego de que "oficialmente" les dijimos a todos que, en efecto, Daryl y yo estábamos saliendo las cosas parecían necesitar algo más de intimidad

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Luego de que "oficialmente" les dijimos a todos que, en efecto, Daryl y yo estábamos saliendo las cosas parecían necesitar algo más de intimidad. Así que en una de las exploraciones encontré una pequeña cabaña, que se convirtió en nuestro lugar de inmediato.

En cuanto el invierno toco las puertas, mi espíritu cursi y lleno de ganas de pasar un par de noches junto al que podría jurar es el hombre de mi vida me invadió por completo, así que le sugerí pasar un par de noches en la cabaña para poder estar solos y compartir alguna de las noches nevadas que el clima nos estaba ofreciendo.

Al principio lo dudo, pero al ver mi puchero y esos ojos de gato con botas que me salían tan bien, termino aceptando.

Aquella mañana habíamos amanecido un poco más amorosos de lo de costumbre y al notar que afuera estaba nevando, tampoco es que tuviéramos prisa por salir de la cama.

Los besos de Daryl sobre mi piel, sus grandes manos agarrando partes de mi cuerpo y lo bien que se sentía su peso sobre este mismo, sumándole el hecho de que estábamos en medio de la nada, en una cabaña que solo nosotros conocíamos o al menos eso esperaba, nevando, hacia que toda esta situación fuera como estar en el paraíso.

—ok, debo de aceptar que tu idea si fue buena – dijo Daryl con la respiración entre cortada

—te dije, estar solos aquí siempre hará más fáciles las cosas – me acomodé sobre su pecho – no hay gente entrando como si nada a la casa en medio de situaciones un poco vergonzosas

—aun puedo ver tu cara roja cuando Carol entro y nos encontró en la cocina – se burlo

—¡oye! No te burles – golpee un poco su abdomen – fue muy bochornoso. No pude verla a la cara como en tres semanas

—lo sé, era muy divertido – beso mi frente – pero sí, estoy de acuerdo con eso de que la gente entra a casa sin previo aviso

—por eso me gusta venir aquí – me incorpore, dejando todo mi peso sobre uno de mis costados, procurando que no se notara la desnudes bajo las sábanas – por qué tú, Dixon, eres solo mío aquí

—allá también – rodo los ojos

—sí, sí... como digas

Amague con levantarme de la cama, con un toque de indignación fingida, aun así, el cazador siempre resultaba ser más veloz que cualquiera de mis movimientos. Me tomo de la cintura haciéndome quedar de bajo de él de nuevo para explorar un poco más las libertades que nos daba la cabaña.

[...]


—pensaba en salir a recorrer un poco, tal vez encontrar algo de comer para llevar y justificar nuestra desaparición – le dije ya que estábamos desayunando — ¿Qué dices?

—Rick sabe adónde fuimos – objetó

—¿Por qué Rick siempre sabe todo? – me encontraba sobre sus piernas así que no era difícil de mal mirar

H E R O || Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora