Setenta y cinco. ⚔️

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Dos años antes

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Dos años antes.

Me encontraba escondida detrás de unos escombros, esa gente de nuevo me estuvo siguiendo por un tiempo y la verdad me estaba cansando de esta situación.

Llevaba unas semanas en Francia y lo único que sabía era que no debía de ser atrapada por esos "militares".

Déplacez-vous, ce n'est pas en sécurité là-bas — escuche detrás de mi

Lleve mi mano instintivamente a una de mis espadas. Dejar que esa gente me atrapara luego del largo viaje desde Tromsø, sería una estupidez.

jeg snakker ikke fransk — dije, al mismo tiempo que giré y coloqué el filo de mi espada sobre el cuello de una mujer rubia

Esta subió las manos en señal de rendición, llevaba unos papeles con algún slogan en francés. No era mi primer día en Francia, pero aún me costaba trabajo entenderlo.

—no quiero problemas — dijo en un idioma que si entendía —. Solo, no es seguro... van a encontrarte aquí

—¿no eres parte de ellos? — mi espada seguía en su cuello

Ella negó.

Que me lo negara no hacía demasiada diferencia, ¿qué sabía yo de ella? Sin embargo, se acercó a advertirme y no tenía por qué hacerlo.

Baje la espada, aunque no la guarde en la funda de mi espalda.

—Allegra Sørensen — me presenté

—Isabelle — ella me hizo un gesto con la cabeza para que la siguiera

Comenzó a caminar hacia la dirección opuesta sin esperar ningún tipo de respuesta de mi parte.

No quería ser comida de caminante, así que la seguí.

—¿a dónde vamos? — cuestione, ya con la espada guardada —. No es que sea malagradecida, pero nos conocemos hace dos segundos

—tengo un lugar, no preguntes

—bien, gracias

Ahora me sentía mal por haberle intentado degollar.

Caminamos aproximadamente cuarenta minutos, mientras ella colocaba aquellos carteles que luego supe lo que significaban. "Dios te ama", supuse que refugiarse en la religión era parte de no perder la esperanza luego de todo lo jodido que estaba el mundo.

Pero al llegar a su lugar, me di cuenta de que no solo era parte de su creencia, era la forma en la que vivía.

—¿una abadía? – pregunte al llegar – ¿tú eres...?

—¿una monja? Sí, lo soy

—vaya, no pareces una – hice una mueca

—¿eso resulta un problema para ti? – se giró, antes de abrir la gran puerta –. Puedes irte si es lo que deseas, buena suerte

H E R O || Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora