Setenta.

941 37 118
                                        

—recuérdame otra vez, ¿por qué acepté esto? – le dije a Norman mientras veía a la lejanía aquel hotel

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


—recuérdame otra vez, ¿por qué acepté esto? – le dije a Norman mientras veía a la lejanía aquel hotel

—diría que es porque me quieres, pero sabemos bien que aceptaste en cuanto Jeffrey te convenció – él dejo de ver el camino por un segundo, solo para regalarme una mala mirada

—bueno, es que él tiene un poder extraño de convencimiento – hice un puchero –. Y no dejo de molestar por dos semanas con lo mismo. Eso es determinación

—mira, dejémoslo ahí porque aún me duele que mi chica prefiera las formas de manipulación de Jeff antes que las mías

Me reí por lo bajo. Norman tenía esa especie de celos que nunca logre comprender, porque era claro que yo babeaba por él y Jeff por Hilarie.

A esos dos, se les había ocurrido hacer una escapada entre parejas. Al principio pensé que sería a un resort, acampar o incluso a un viaje por carretera sobre las motos, pero en cuanto mencionaron "hotel embrujado" me prometí que yo no terminaría en aquel lugar.

Aunque aquí estaba, de camino al maldito hotel.


[...]


Baje del auto, estirándome un poco, unos cuantos huesos hicieron más ruido del que habría imaginado. Levante la vista hacia el edificio, podías leer en letrero desgastado el nombre: The Victorian Grand Hotel. No sabía si era por lo que nos habían contado o por la ardua investigación que tuve antes de aceptar venir, pero un escalofrió extraño recorrió mi columna vertebral.

Esto era una pésima idea.

—¿Qué les parece? – dijo Jeff, bajándose de su propio auto –. Parece que vamos a pasar una gran noche de Halloween

—Hilarie, pregunta. ¿Por qué? – me atreví a decirle

—no lo sé, cariño, a veces me pregunto exactamente lo mismo – se encogió de hombros

—¡ay! Vamos, nos aman con todo y que tenemos estas ocurrencias – Jeff paso su brazo por los hombros de su esposa –. Yo sé que si

—a veces me gustarían menos ocurrencias – Hilarie le sonrió de forma irónica

Terminamos por bajar las cosas del auto para ahora si adentrarnos al maravilloso hotel. Solo con poner el primer pie dentro, ya se podía percibir cierto olor a viejo y a humedad. El papel tapiz estaba tan desgastado, las luces parpadeaban, había candelabros por todo el techo y la recepción parecía sacada de película de terror.

—¿todavía puedo dormir en el auto? – cuestione viendo a Norman –. Dime que sí

—no te va a pasar nada, yo te cuidare – me guiño

—y de las enfermedades, ¿Quién me cuida? – mordí mi labio con preocupación

—Buenas tardes – un hombre alto apareció de la nada en la recepción –. Bienvenidos al Victorian Grand Hotel – sonrió y sus pómulos se marcaron más –. ¿Tienen reservación?

H E R O || Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora