Setenta y dos.

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La tarde nos alcanzó una vez más fuera de Alexandria

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La tarde nos alcanzó una vez más fuera de Alexandria. Glenn había insistido en ver una bodega que parecía estar llena de cosas y en efecto, lo estaba, pero nada que nos podía servir.

Parecía ser una antigua fábrica de maniquíes y solo teníamos partes de ellos en las cajas que llegaban hasta el techo.

—¿Qué tal si nos refugiamos en ese lugar? – Maggie señalo una edificación no tan lejos de donde estábamos

—si queremos llegar allí y asegurarnos de que este limpio debemos darnos prisa – Daryl observo la posición del sol –. No tenemos tanto tiempo

Los tres estuvimos de acuerdo con él y empezamos a caminar hacia el lugar.

Las cosas en un apocalipsis siempre se veían más extrañas cuando la noche empezaba a caer y estar expuesta en medio de la nada nunca me agrado. Daryl me decía una y otra vez que no debía de temer, pero yo desde chiquita fui una gallina.

Al llegar, notamos que era una especie de sanatorio infantil abandonado. Un par de ventanas estaban rotas, por lo que dedujimos que algunas personas ya habían intentado entrar al lugar, la pregunta era: ¿seguirían allí?

—ya saben lo que deben hacer – Glenn se colocó en la puerta

El resto nos pusimos listos para atravesarle la cabeza a cualquier caminante que saliera a recibirnos con alegría. Glenn toco dos veces en la puerta y la abrió esperando escuchar algún ruido proveniente de dentro.

—¿crees que este vacío? – cuestione hacia Daryl

—puede ser, aunque eso suele ser peor – no dejo de apuntar su ballesta hacia el frente –. Vuelve a pegar

Glenn obedeció y dio otro golpe fuerte en la puerta. Un gruñido que parecía bastante cansado se escuchó a lo lejos.

—iré a ver, ustedes quédense aquí

Daryl empezó a caminar hacia la puerta y yo tuve que correr para detenerlo.

—no vas a entrar solo – le dije

—quédate aquí por si es necesario, no pasara nada – me aseguró

Le dio exactamente igual y se adentró con la ballesta lista. Esperaba que al ser el único gruñido que se escuchaba no hubiera más sorpresas dentro. 

Estaba intentando descifrar si entrar o esperar, pero tener a Daryl dentro de un lugar desconocido me hacía poner los nervios de punta.

—él sabe cuidarse, tranquila – Maggie me apretó el brazo como reconfortándome 

—lo sé...

El sonido de una flecha nos hizo ponernos alerta. Luego Daryl apareció con una de las suyas llena de sangre en la punta.

—estaba pegado a un pilar. Parece ser el único aquí – se encogió de un solo hombro

—entremos entonces, no quiero pasar la noche en el bosque – Maggie se adentró con su esposo

H E R O || Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora