Cuarenta y ocho.

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Daryl

Llevaba horas frente al espejo del baño intentando averiguar cómo hacer esto de una forma decente, sin espantarla o que pensara que estaba bromeando.

—tú, yo, una cita ¿Qué dices? – ensaye frente al espejo –. No, ¿Cómo le voy a decir eso? – ladee la cabeza –. Quiero que tú y yo tengamos una cita – fruncí el ceño, sonaba horrible –. No, tampoco – me pasé una de las manos sobre el rostro, completamente frustrado – ¡esto es ridículo! – bufé – tú eres ridículo – le dije al reflejo

—¡Daryl! Ya me voy, te veo en la noche, espero...

La escuche desde abajo, esta podría ser mi oportunidad, no la vería en unas horas y eso le daba tiempo a pensarlo.

—espera, ya bajo

Apague la luz del baño y baje lo más rápido posible. Se mecía sobre sus pies, al mismo tiempo que daba pequeñas palmadas al frente de su cuerpo. Me quede estático al momento de que sus ojos verdes se posaron en los míos, con esa sonrisa que no sabía explicar lo que producía en mí.

—¿necesitas que te traiga algo? – me cuestionó, dejando las palmadas de lado

—no... quería, mmh ... es que, ¿quería saber si tú...?

Maxie ladeo la cabeza buscando algo coherente en mis palabras. Otra vez no iba a poder hacerlo.

—Olvidalo, cuídate, ¿sí? – forcé una especie de sonrisa

—¿seguro que no quieres algo? Podría traerte lo que sea, tú siempre me traes ositos de goma o esas papitas que tienen picante

—estoy seguro – asentí – dile a Glenn que te cuide o le pateo el trasero

—esas amenazas me gustan – sonrió, se acercó y dejo un beso rápido sobre mi mejilla – te veo luego

Salió de la casa con la misma energía de siempre. Era un idiota y probablemente jamás me animaría a invitarla a aquella cita improvisada.


[...]


—entonces... de nuevo ¿no le preguntaste? – Carol me estaba ayudando a limpiar la zona

—la vi, me paralice y preferí decirle que se cuidara – me encogí de hombros – quizás sea lo mejor

—Daryl, ya sabes que se gustan. Se confesaron lo que sienten, ¿Por qué seguir huyendo?

—no huimos, solo que preferimos no arruinarlo – fruncí el ceño – creo...

Carol encarno una ceja, incrédula de lo que acababa de decir. Yo tampoco me creía lo que habia dicho, ella en algunas ocasiones quiso tomar la iniciativa de la situación, pero en un mundo así, no sabía si sería posible establecernos como algo más que amigos.

Estuvimos bastante tiempo deshaciéndonos de los caminantes que se juntaban en las paredes de Alexandria. Era una tarea fácil y rápida, más cuando tenías ideas en la cabeza que querías sacar de ahí de inmediato.

Volví adentro con la promesa de Carol que, si no volvían esta noche, me invitaría a cenar con ella, pero para eso faltaban algunas horas. Tenía que matar el tiempo restante en algo productivo o me volvería loco pensando en ella.

H E R O || Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora