Cuarenta y uno.

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Le acababa de decir a Daryl todo, absolutamente todos mis sentimientos hacia él. Ya no podía guardarme más esto que llevaba cargando y que solo se hacía más grande.

Su mirada se clavó en el piso, un silencio sepulcral reino la casa y a mi me estaba temblando cada parte del cuerpo. No decía nada, le acababa de decir que lo amaba y él ni siquiera fue para decirme: "yo no, lo siento."

—bueno, creo que no tiene caso seguir aquí parada – carraspee – buenas noches

Le pasé, por un lado, mi hombro choco con el suyo sin querer y un montón de sentimientos se mezclaron, así que corrí a mi habitación. Al llegar, me tire en la cama hecha un ovillo, abrazándome a mí misma, necesitaba contención y era la única persona que podía dármela en ese momento.

No supe en qué momento me quedé dormida mientras lloraba, al despertar tenía toda la cara hinchada, me veía horrible y no tenía ganas de nada, pero los toquidos en la puerta me hicieron bajar a toda prisa, sin ni siquiera echarme agua fría para desinflamar.

—¡wow! ¿Qué te paso? – cuestiono Aaron al verme

—nada, no dormí bien – suspiré – ¿Qué sucede?

—iré con Jesús a inspeccionar un lugar y ver si encontramos a alguien, ¿quieres venir?

Lo dude, no tenía ganas de hacer absolutamente nada, sin embargo, si me quedaba ahí mi mente iba a comenzar a atormentarme y eso era peor que la mordedura de un caminante.

—dame unos diez minutos y estoy lista – dije, por fin

—¿segura que estas bien? – ladeo su cabeza

—sí, ahora te veo en la entrada – forcé una sonrisa

Aaron se encogió de hombros y dio media vuelta. Por mi parte, subí, me di una ducha rápida, tome las cosas necesarias para una expedición, hurgue en la nevera en búsqueda de alguna fruta y salí lo más rápido que pude.

En el camino a la entrada de Alexandria, la mirada de alguien me hizo voltear, tendría que haber sabido que era él, nadie provocaba esa sensación tan extraña sobre mi cuerpo. Estaba parado justo a lado de su moto, la cual no encendía, intercalo su mirada entre Aaron y yo, supongo que analizando si íbamos a salir.

—¿nos vamos zanahoria? – Aaron me sacó del trance

—sí, vamos

Continue con la caminata hacia el auto del rizado, con la mirada del cazador clavada en mi espalda, suspire una vez que estuve dentro del vehículo que nos llevaría hasta el encuentro con Jesús. Al principio del viaje Aaron no dijo ni una sola palabra, igual que yo, me limite a ver por la ventana, hasta que él aparco de la nada, en medio de la calle.

—mírame – ordenó

—no – me cruce de brazos

—Maxine Walters – su tonó me recordó al que usaba mi padre – no fue una pregunta, te dije que me miraras

Hice un puchero, pero volteé a verlo con molestia, sabía que venía el discurso o el interrogatorio.

—¿Qué?

—exacto, ¿Qué te pasa? – ahora era más dulce – nunca dejas de hablar, tienes esa vibra de Golden retriever, todo te emociona, todo lo disfrutas y ahora eres una Maxie que no conozco

—ayer no fue mi mejor día, ¿sí? – le confese – solo eso, no quiero hablar al respecto, ¿podríamos seguir?

—está bien, pero sabes que puedes hablar conmigo o con cualquiera de los demás

Asentí sin muchas ganas, volví a ver por la ventana y lo escuché suspirar. Supongo que no estaban acostumbrados a verme de esta manera, yo tampoco, pero eran demasiados sentimientos chocando el uno contra el otro que no tenía idea de cómo afrontarlos.

H E R O || Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora