Cuarenta.

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Los parpados me pesaban, tenía un dolor intenso en mi nuca y un zumbido que no parecía estar mejorando. Intente enfocar al frente, todo se veía obscuro y borroso, mi cabeza cayó hacia un costado, todo se volvió tan pesado de repente, pero una especie de jadeo o de bufido capto mi atención.

Con todo y mi pesadez, volteé a mi derecha y entonces vi a Daryl amordazado, atado a una silla de muñecas y tobillos. Claramente estaba más despierto que yo por que al momento de querer moverme, me di cuenta de que yo estaba en la misma situación que él.

Mierda, recuerda que nos pasó, recuérdalo, vamos Dori, haz el maldito intento.

Me removí, esperando que la silla se cayera o al menos así poder llegar hasta donde estaba Dixon, sin embargo, fue inútil, parecía estar clavada en el suelo. De nuevo el jadeo me hizo prestarle atención a Daryl. Él intentaba mostrarme algo, pero yo no estaba entendiendo nada de lo que quería decir, hasta que deslizo su barbilla por su hombro, la tela iba cediendo ante la acción, así que yo hice lo mismo.

Tardamos un buen rato hasta que los dos pudimos escupir por completo la mordaza.

—¿Qué mierda pasó? – le dije

—¿no te acuerdas de nada? – cuestionó, no me veía, estaba concentrado moviendo las muñecas

—no, pero seguramente fue mi culpa, ¿no? – fruncí los labios

—sorprendentemente no fue así – sus ojos, azules, se dignaron a mirarme – bueno, quizás un porcentaje

—espero que el mínimo – bufe – ¿tú si te acuerdas de que sucedió?

—Maxie, nos capturaron – obvió – ¿Qué importa cómo lo hicieron?

Lo vi removerse, intentar buscar le nudo de los amarres sin éxito. Yo simplemente me quede quieta, buscando en mi memoria la manera en la que habíamos terminado aquí.


[...]


—¡Maxie! Ten cuidado, todavía hay trampas para animales – Daryl me detuvo del brazo – ¿quieres que te cortemos un pie?

—no, pero si el chiste es que me enseñes a cazar, ya se nos fue aquella ardilla – me encogí de hombros – aunque no estoy muy segura de querer atravesar el cuerpecito de una con la flecha – sacudí el cuerpo

—es supervivencia – me dijo, buscando algún otro animal – ¿Qué harías si por días nos separamos y no encuentras a nadie? Necesitas comer

—sobreviví a hojas, hongos y de vez en cuando alguna de esas pequeñas muertas de causas naturales, espero – cruce los dedos

—claro, muerte natural – negó, luego se puso alerta – ¡sh! Espera, no hagas ruido

Me quede ahí, muy quieta, tratando de escuchar lo que él había escuchado, solo las hojas de los árboles moviéndose, algunos pajaritos y podría jurar que a lo lejos venían caminantes.

—tú a la derecha – susurró – no pueden ser muchos

Asentí y saqué mis dagas, lista para terminar con los que quisieran interrumpir aquella magistral clase de cacería. En efecto, en cuanto llegaron eran diez, quizás quince, comenzamos a hacer que volaran sesos por todos lados, aunque... ¿Qué sería de una expedición si yo no me metía en problemas? Por más pequeño que fuera, era como si no hubiera salido en realidad.

Uno de los caminantes me tomo por sorpresa haciendo que retrocediera, mientras forcejeaba con él para que se mantuviera a una distancia prudente y poder encajarle la daga por debajo de la barbilla, pero eso no sucedió, lo que pasó fue todavía peor. Mi pie activo una de esas trampas, una soga me apretó el tobillo y quede colgada de cabeza.

El caminante siguió moviendo sus manos para poder alcanzarme, ahora era presa fácil. Busqué la otra daga hasta que me di cuenta de que ambas estaban en el suelo, lejos de mi alcance.

—¡Daryl! – le grite atrayendo a otros dos – mierda, no, ustedes no se llaman Daryl – me queje

El movimiento oscilante me estaba mareando, mientras tenía tres pares de manos intentando tomarme de desayuno. Daryl no tardó mucho en llegar y hacerse cargo de los tres de forma heroica. Rodé los ojos, Disney se había olvidado de meter un cazador entre sus filas.

—mierda, pensé que había inspeccionado este lado – dijo él, ladeando la cabeza – perdón

—vaya, hasta que no es mi culpa

Mi cuerpo continuaba haciendo un vaivén raro. Si aquella mañana me hubieran dicho que estaría colgada de un árbol, no habría desayunado aquel pan con queso que ahora sentía en la garganta.

—¿me bajas? – le cuestione a Daryl – estar bocabajo no es una de las mejores experiencias de mi vida

—tranquila, deja de moverte también

—si sabes que no lo controlo, ¿verdad? – obvie – yo solo...

No termine la frase ya que un dardo se instaló en mi pierna que se sostenía con la soga.

—¡Daryl, detrás! – dije, llena de pánico al ver a los hombres

La visión comenzó a ponerse borrosa, una sensación de cansancio se apodero de mí de forma inmediata y luego obscuridad.


H E R O || Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora