Cap 6 Deberíamos ser amigos

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ERICA
Me quedo fuera del comedor, apoyada contra la pared, intentando calmar mis emociones. Oigo voces dentro del comedor y lo tomo como una señal para volver a mi habitación. Me apoyo en la pared y empiezo a caminar hacia el dormitorio.
Cuando estoy a punto de doblar la esquina, oigo un portazo en el comedor. Por curiosidad, asomo la cabeza por la esquina y veo a la chica de pelo rubio y alborotado paseándose por el pasillo.
— ¿Estas bien?— le grito mientras veo cómo se enfada.
La chica levanta la vista y me mira con lágrimas en los ojos.
Rápidamente se seca las lágrimas y se acerca a mí. Espero el insulto que me va a lanzar, pero me sorprende.
— ¿Yo?—, dice mientras se señala a sí misma. —Yo deberia preguntarte lo mismo. Tú eres la que fue groseramente irrespetada
ahí dentro.
—Oh eso...— Intento decir con un poco de humor en mi voz. —
Estoy acostumbrado a eso cuando vengo aquí.

La chica me tiende la mano y esboza una brillante sonrisa en mi
dirección. —Soy Ashley.
—Soy Erica—, digo mientras estrecho mi mano en la suya.
—Siento mucho lo que ha pasado ahí dentro—, dice Ashley, negándose a soltarme la mano.
—No pasa nada—, respondo en voz baja. —Sé lo que soy, o mejor dicho, lo que se supone que debo ser.
Oigo el ruido de las sillas en el comedor y le suelto la mano. —Ha sido un placer conocerte, digo mientras intento alejarme. —Seguro que te veré por la manada, ya que estoy saldando mi deuda—.
Doblo la esquina y puedo oír el golpeteo de los pies de Ashley corriendo para alcanzarme. —Realmente no te gustan los trillizos,
¿verdad?—, me pregunta una vez que me alcanza.
—No me desagradan—, miento. —Sólo les gusta hacerme pasar un mal rato.
—Oh, no —dice Ashley con una sonrisa en los labios. —Los odias.
Se nota.
—Odio es una palabra muy fuerte, pero certera—. Me río. Sienta bien admitir por fin ante alguien lo mucho que me disgustan los trillizos.

—Deberiamos ser amigas—, dice Ashley con una sonrisa brillante en la cara.
— ¿Por qué querrías ser amiga de un granuja?—. Digo en voz baja manteniendo los ojos pegados al suelo.
— ¡Estás de broma!— Ashley chilla con fuerza. —Conocerte es como lo más emocionante que me ha pasado en la vida.
—No creo que Luna Alice apreciara que saliéramos juntas—, me rio.
—No me importa lo que le gustaría o no—, Ashley se pasa los rizos por detrás del hombro. —Vamos. Me arrastra en dirección a la parte principal de la manada.
—No creo que deba estar en este lado de la manada—, vacilo, pero Ashley me agarra del brazo con una fuerza imposible.
—Oh, silencio—, susurra. —Estás conmigo.
Ashley me lleva a la habitación que solía considerar mía. Abre la puerta y veo que los sutiles grises y blancos de la habitación han sido sustituidos por rosas cálidos y morados brillantes. Me quedo con la boca abierta ante la diferencia.
— ¿Te gusta? —chilla Ashley mientras entra en su habitación. —
Tía Alice me dejó decorarla yo misma.

—Es muy... luminosa—, respondo sintiendo que necesito unas gafas de sol si voy a pasar algún tiempo en esta habitación.
—Exacto, la tía Alice lo odia—. Ashley me hace pasar a su habitación y me sienta en la silla frente a su tocador. —Tengo algunos trucos nuevos de maquillaje que quiero probar y tu piel es el lienzo perfecto.
Antes de que pueda protestar, Ashley me maquilla la cara.
—Así que...—, empieza, y ya sé lo que me va a preguntar. —
¿Cómo es ser un pícaro?
Sí. Eso es exactamente lo que pensé que iba a preguntar. —La verdad es que no lo sé—, respondo dubitativo. No sé si debería fiarme de esta rubia saltarina que tengo delante. Echo un vistazo a la habitación y me aseguro de que la puerta está cerrada. —No tengo un lobo.
Los ojos de Ashley se abren de par en par mientras me mira. —
¿Pero no tienes como veinte años?—. Se inclina y susurra en voz baja.
—En realidad... Cumplo veinte dentro de una semana—, le digo en voz baja.
— ¿Por qué no cambiaste cuando cumpliste dieciocho? —pregunta
Ashley con curiosidad mientras sigue pintándome la cara.

Me encojo de hombros y me rodeo con los brazos. —No lo sé. Pero los trillizos nunca pueden saberlo. Nunca me dejarían vivirlo.
— ¿Cuándo es tu cumpleaños? ¿Tendremos que celebrarlo?—.
Ashley sigue maquillándome como si nada.
—Es el trece—. Refunfuño.
— ¿Sabes que es el mismo día que los trillizos?—. Ashley responde con un tono aburrido en la voz.
—No me lo recuerdes—, gruño. Todos los cumpleaños que recuerdo, excepto los dos últimos, los he tenido que compartir con los trillizos. No me apetece compartir otro con ellos. Y menos su decimoctavo cumpleaños.
—Van a celebrar una fiesta multitudinaria la noche de su primer turno—, me dice Ashley mientras da los últimos retoques a mi maquillaje.
Me miro al espejo y me quedo atónita. En lugar de la chica triste e infeliz que me ha estado mirando desde que tengo memoria. Me mira una mujer hecha y derecha. Ashley me ha maquillado los ojos con un ligero ahumado que acentúa perfectamente mis ojos azules. Sólo me ha puesto un poco de colorete en las mejillas, pero ha conseguido cubrir las pecas que tengo en la nariz.
—Gracias—, digo asombrada. —Algún día tendrás que enseñarme a hacer esto.

—Cuando quieras—, dice alegremente mientras se tumba en la cama. — ¿Quieres que nos quedemos a dormir?
—Esta noche no puedo—, le digo, pero no tengo una buena excusa. —Pero quizá en otra ocasión.
Por suerte, Ashley no insiste.
Mientras vuelvo a lo que ahora sé que es el lado de los criados de la manada, pienso en lo bonito que sería tener una amiga. Justo cuando llego a la puerta, los trillizos salen disparadas con cara de satisfacción.
— ¿Qué hacen los tres en mi habitación?
—Nada—, responden los tres a la vez antes de salir corriendo por los pasillos.
Entro corriendo en mi habitación y veo que mi equipaje está abierto y mis cosas esparcidas por toda la habitación.
Inmediatamente miro en el bolsillo donde guardo mis objetos
íntimos y está vacío.
—Mierda—, gimo, sabiendo que por la mañana mis sujetadores y bragas estarán por toda la mansión.

Maldecida con los trillizos alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora