CAP 17 Esto es un puto desastre

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ERICA

—Suéltame—, le siseo a Chris y sus ojos azules me miran con dolor.
Con cuidado, se aparta de mi cuerpo y se sienta en el borde de la cama con las manos en el regazo como un niño regañado.
Envolviéndome en la manta, me levanto de la cama y retrocedo hacia la puerta.
—Que no me toque ninguno—, les gruño.
—Erica—, Bryce se levanta de la cama e intenta venir a mi lado.
—Quédate ahí —, le grito.
Bryce se congela en sus pasos y no se acerca más a mi. Levanta las manos en el aire y vuelve a sentarse en la cama.
— ¿Crees que después de años de tortura y maltrato voy a olvidarlo porque son mis compañeros?—. Me burlo. —Todos están delirando.
—Te dije que esto era un error—, dice Chris enfadado.
—Un error—, me río. —Esto es un puto desastre. ¿En qué estaba pensando la Diosa cuando me emparejó con ustedes tres?
Agarro el pomo de la puerta por detrás y abro de un tirón la puerta del dormitorio de Ace. Salgo del dormitorio, me cubro el cuerpo con la manta y cierro la puerta tras de mí. Salgo corriendo por el pasillo en dirección a las habitaciones de los Omegas de la manada, murmurando para mis adentros sobre compañeros y la Diosa Luna.
Al doblar la esquina, choco contra algo duro. Caigo al suelo con un ruido sordo y la manta se desenrolla alrededor de mi cuerpo, dejando a la vista los jirones de mi vestido.
— ¿Estás bien?— Alfa Devin me mira con preocupación.
Me levanto, me envuelvo el cuerpo con la manta y paso furiosa junto al alfa. Sigo murmurando para mis adentros mientras entro en mi dormitorio y cierro la puerta tras de mí.
Dejo caer la manta al suelo y miro el lío de nudos que hice anoche al atarme el vestido al cuerpo. Tanteo con los dedos durante unos segundos antes de coger las tijeras de la mesilla. Apenas tengo tiempo de quitarme el vestido del cuerpo cuando llaman sutilmente a la puerta de mi habitación. Cojo la bata del poste de la cama, me cubro el cuerpo y abro la puerta de mi habitación.
— ¿Qué? —grito a la cara del Alfa Devin.
Alfa Devin se estremece un poco al oir mi tono, pero no se mueve de su sitio. —Erica—, dice con delicadeza. — ¿Hay algo de lo que necesites hablarme?
Suelto un suspiro frustrada. ¿Cómo le dices a alguien que estás apareada con sus tres hijos? —Estoy bien, Alfa—, intento sonar respetuosa, pero creo que no lo consigo.
—No tengo mucha experiencia con chicas—, el alfa Devin se frota la nuca con nerviosismo. —Pero puedo ir a buscar a Alice.
—Diosa, por favor, no—, escupo imprudentemente, olvidando momentáneamente con quién estoy hablando. —Quiero decir... no, gracias.
Alfa Devin es incapaz de borrar la expresión de preocupación de su cara mientras se adentra en mi habitación.
—No sé qué te pasó anoche, pero por el aspecto de tu vestido no fue nada bueno. Le prometí a tu padre que cuidaría de ti.
—Seguro que lo hiciste—, murmuro en voz baja.
Alfa Devin niega con la cabeza, decepcionado. —Intento ser comprensivo, pero no puedo ayudarte si no estás dispuesta a ayudarte a ti misma.
—Si quieres saber lo que pasó anoche, quizá deberías preguntar a tus hijos—, las palabras salen volando de mi boca antes de que pueda detenerlas.
Una expresión de asombro se dibuja en la cara de Alfa Devin cuando mira la manta que está tirada en el suelo de mi habitación y sé que la reconoce de la habitación de su hijo. Se acerca a la manta, la levanta del suelo y la examina detenidamente. Vuelve a dejarla en el suelo y sale enfadado de mi habitación.
Oigo su voz gritar por toda la manada: — ¡Ace, Bryce, Chris, chicos! A mi despacho, ya!
No puedo contener la sonrisa que se dibuja en mis labios al saber que los trillizos están recibiendo lo que se merecen. El olor a chocolate caliente irradia de mi cuerpo mientras estoy en mi habitación y sé que no podré quitarme el olor de encima.
De pie en la pequeña ducha, dejo que el agua caliente recorra mi cuerpo. Apoyo las manos en la pared de la pequeña ducha e intento quitarme de la piel el olor de los hermanos. El olor de su chocolate caliente inunda el cuarto de baño a medida que se desprende de mi cuerpo. Cierro los ojos y por mi mente pasan visiones de los hermanos en calzoncillos.
"No puedes negar que los deseas", me dice la voz cantarina de Envy.
"No los quiero", respondo refunfuñando, apartando de mi mente las visiones de los hermanos con poca ropa. "No puedes negar el vínculo de pareja", me gruñe Envy, y no puedo creer lo rápido que se ha encariñado con ellos.
"No aceptaré este vínculo", discuto con ella dentro de mi mente.
"Entonces debes rechazarlos", me dice en voz baja.
Cierro el grifo de la ducha y me visto rápidamente. "Los rechazaré y nos iremos". Le digo a Envy, pero ya no me responde.
Rebusco debajo de la cama y saco la pequeña maleta que me traje a la manada del Norte. Me acerco al pequeño armario que hay en un rincón de la habitación y meto toda mi ropa en la maleta, sin molestarme en doblarla. Cierro la maleta, la arrastro hacia la puerta e intento no pensar en lo que voy a hacer.
Envy rompe por fin su silencio y se dirige a mí.
"No has estado aquí en los últimos dieciocho años", grito en mi mente. "Son unos mocosos crueles e indiferentes".
"Siempre he estado aquí, en el fondo de tu mente", replica enfadada Envy. "Y, como mucho, desde hace diez años".
"Eso lo hace mejor", respondo con sarcasmo. "Eso no cambia el hecho de que ayer mismo estuviera quitándome las bragas y los sujetadores de las lámparas de la manada. No cambia el hecho de que me llamaran gorda cuando vieron el tamaño de mis bragas. La
Diosa de la Luna cometió un error".

"La Diosa de la Luna no comete errores", la voz de Envy apenas supera un susurro.
Esta vez lo hizo.

Maldecida con los trillizos alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora