Cap 64 Te pareces a ella

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Punto de vista de Erica

Por el rabillo del ojo vi a Chris beber toda la noche. En cuanto vaciaba su vaso, Lynne volvía a llenarlo de whisky. Al final de la noche, tropezaba con sus propios pies y arrastraba las palabras.
Cuando Romeo pide la última llamada, veo con horror cómo Chris intenta ponerse en pie, pero tropieza ligeramente antes de agarrarse a la barra. No puedo creer lo que estoy viendo. Hace falta una cantidad obscena de alcohol para emborrachar a un hombre lobo.
—¿Cuánto le has dado exactamente?—. le pregunto a Lynne sin atreverme a quitarle los ojos de encima.
—¿Un par de botellas?— Ella se encoge de hombros mientras él limpia la barra. —Pensé que podría soportarlo—.
—Nunca ha bebido antes—, me presiono la frente con la palma de la mano para intentar aliviar parte de la tensión que se está acumulando. —¿Cuántas botellas le diste exactamente?—.
—Cuatro o cinco—, se ríe Lynne mientras observa cómo Chris intenta ponerse en pie una vez más.

-Joder—, gimo. —Está borracho—.
—Puedes repetirlo—, se ríe Lynne.
Chris intenta ponerse en pie por tercera vez y vuelve a tropezar.
—Sientate—, le grito desde el otro lado de la barra.
Inmediatamente, Chris vuelve a sentarse y me mira con los ojos muy abiertos. Me acerco a la barra donde está sentado y abro la boca para hablarle, pero Chris suelta un suspiro frustrado. Se inclina sobre la barra y su cara queda a escasos centímetros de la mía.
—Tengo un amigo—, susurra y su cara se tiñe de un rojo intenso.
Ladeo la cabeza y lo miro confundida. Entonces caigo en la cuenta.
Está tan borracho que no me reconoce. No sabe que soy su compañera. —Eres idiota, me río.
Aprieta la cabeza contra la barra y grandes lágrimas ruedan por sus mejillas. —No tienes ni idea—, solloza.
Qué bien. Es un borracho triste. Es lo último que me faltaba.
—Deberías llevarlo a casa—, me dice Lynne. Intenta ocultar la risa con la mano, pero no lo consigue.
La fulmino con la mirada y la maldigo en silencio. Todo esto es culpa suya. Doy la vuelta a là barra y cojo a Chris del brazo. - Vamos. Lo levanto por los brazos. —Tienes que dormir la mona—.
—Ya te he dicho que tengo una compañera—, intenta arrancarse el brazo de mi agarre, pero yo me aferro con todas mis fuerzas.
—Soy tu pareja—, gimo. —Vamos.
—No puedes ser mi compañera—, dice Chris con lágrimas cayendo por su cara. —Nunca la cogerían muerta en un sitio como este—.
—Sorpresa, sorpresa—, digo con sarcasmo. —Hay algo que no sabes de mí. Ahora vámonos—.
Chris agacha la cabeza e intenta levantarse. Se apoya en mí y yo sostengo su enorme peso. —Creo que no debería conducir—, dice arrastrando las palabras.
—¿Tú crees?— Pongo los ojos en blanco. Chris el borracho se está convirtiendo rápidamente en mi menos favorito de los trillizos. -¿Puedes andar?—
—Puedo—, asiente con la cabeza con seguridad antes de tropezar con sus propios pies y casi caerse de bruces. Chris es tan pesado que su peso me arrastra con él justo antes de llegar a la puerta del bar.
—Pero, ¿puedes?—, le gruño y vuelvo a ponerlo en pie.

—Sabes—, dice Chris con una débil sonrisa en la cara. —Me recuerdas a ella—.
—¿Te recuerdo a quién?— pregunto estúpidamente.
—A mi compañera—, me susurra Chris en voz alta al oído.
—Apuesto a que ella y yo nos parecemos mucho—, me río ante su ridiculez.
Poco a poco, Chris recorre las pocas manzanas que me separan de mi apartamento. Tardo casi el doble porque tengo que ir levantando a Chris de la cara mientras caminamos por las calles desiertas. Por fin llegamos al edificio y veo a Enzo fuera, fumando un cigarrillo. Pero en cuanto ve a Chris, vuelve corriendo al interior.
-Hombres—, gimo mientras entro en el edificio.
Abro mi apartamento, meto a Chris detrás de mí y cierro la puerta.
Incómodamente de pie en el centro de mi apartamento, Chris se niega a mirarme.
—Tengo un compañero—, vuelve a decir Chris. —No debería estar aquí-.
Me paso la mano por la cara. -Yo soy tu pareja—, digo lenta y tajantemente.
Los ojos de Chris se cruzan con los míos y retrocede un poco. —Te pareces a ella—, resopla un poco.
—Chris—, le agarro la cara con las dos manos. —Soy tu compañera. Soy Erica-.
Mira alrededor de mi triste apartamento y sacude la cabeza. —No puedes ser ella. Ella pertenece a un lugar mucho mejor que este—.
Negándome a seguir discutiendo sobre mi identidad, empiezo a quitarme la ropa. Le doy la espalda a Chris mientras me pongo el pijama para pasar la noche. Cuando me doy la vuelta, Chris oculta sus ojos con las manos.
—Estoy cubierta—, le digo, y él se asoma lentamente por debajo de las manos. Deja escapar un suspiro de alivio cuando se da cuenta de que estoy cubierta.
—Nunca debería haberme ido—, susurra.
Me acerco unos pasos a Chris. —¿Qué quieres decir con que no deberías haberte ido?—.
Chris se tumba en mi futón y apoya la cabeza en las manos. —Solo quería averiguar la verdad. No quería ahuyentarla a ella también.
Ahora ninguno de nosotros la tiene y todo es culpa mía—.
—¿Y si te fueras a casa?— le pregunto. —Seguro que tus hermanos te perdonan—.

—Estaba celoso y era estúpido—, Chris empieza a llorar de nuevo.
—Sólo la quería para mí solo y ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba—.
—Quizá deberíamos tener esta conversación por la mañana, cuando estés menos borracho—, asiento y le sonrío.
Chris asiente con la cabeza y resopla. Me levanto del futón y voy al baño a quitarme el maquillaje de la noche y a lavarme los dientes.
Cuando vuelvo a la habitación principal, Chris está tumbado en el futón con la ropa puesta.
Respiro hondo, le quito los zapatos y le subo las piernas al futón.
Miro el pequeño espacio que hay a su lado. Me llama. Con cuidado, me subo al futón junto a Chris y me acurruco en su delicioso aroma.
—Tengo un compañero—, murmura Chris en sueños y yo me río de él mientras me quedo dormida.

Maldecida con los trillizos alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora