Cap 7 El horrible recuerdo

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ERICA
Unos fuertes golpes en la puerta de mi habitación me despiertan de un sueño intranquilo. He dado vueltas en la cama toda la noche pensando en que los trillizos tenían mis sujetadores y mis bragas.
Al levantarme de la cama, abro la puerta y veo a una Omega bajita y gruñona delante de mí. Va elegantemente vestida con unos pantalones negros y una camisa blanca de botones. Lleva el pelo gris recogido en un moño.
— ¿Crees que puedes pasar el dia durmiendo?—. Resopla. —La Luna me dijo que probablemente me darías problemas, pero nunca imaginé que sería en tu primer dia.
Nunca en mi vida me había hablado así un Omega, pero tengo que recordar que ya no soy un miembro de rango de una manada. No soy más que un pícaro.
—Lo siento mucho—, me disculpo ante el Omega. —No me dijeron a qué hora debía presentarme.
Entrando en mi habitación sin ser invitado, el Omega mira alrededor de mi habitación con disgusto. Todavía no he limpiado el desastre que los trillizos hicieron con mis cosas. —Tienes que llevar pantalones negros y una camisa blanca. Si no tienes, te daremos una. Te presentarás ante mí en la cocina todas las mañanas a las cinco. Desde allí te daré tus tareas para el día.
Miro lo que lleva puesto el Omega y me doy cuenta de que no he traído la ropa adecuada. —Creo que no tengo la ropa apropiada—, digo en voz baja.
—Deberia haberlo sabido—, me sisea la Omega y tira un conjunto de ropa sobre la cama. —Hoy limpiarás las habitaciones de los trillizos.
Incapaz de reprimir el gemido que sale de mi boca, la Omega me lanza una mirada sucia antes de continuar. —A los chicos les gusta dormir hasta tarde, así que trabajarás conmigo en la cocina hasta que se despierten. Supongo que no sabes cocinar.
Tragándome mi orgullo respondo a la Omega con un tono de respeto. —Si, señora, sé cocinar cosas sencillas.
El Omega gruñe en mi dirección. —Eso ya es algo. Ahora vistete y reúnete conmigo en la cocina en cinco minutos.
—Cinco minutos—, suspiro. No me da tiempo a ducharme.
Me quito el pijama y me pongo rápidamente la ropa que me ha dado Omega.

Me recogo el pelo en un moño desordenado, me miro en el espejo y me encojo de hombros. Esto tendrá que bastar. Me maldigo en silencio por no haberle preguntado su nombre. No puedo llamarla
"la Omega" todo el tiempo que trabajo aquí.
Salgo corriendo de mi habitación y me dirijo a la cocina, no quiero causar otra mala impresión. Justo cuando estoy a punto de doblar la esquina de la cocina, tropiezo con algo duro y caigo al suelo.
Levanto la vista y veo a Bryce sonriéndome. —Buenos días, Fox—, me dice Bryce mientras me tiende la mano para ayudarme a levantarme.
Le doy un manotazo y me levanto del suelo. Lo rozo sin darle la satisfacción de responder y me dirijo directamente a la cocina.
La Omega mira el reloj y da golpecitos con el pie, impaciente. —
Llega un minuto tarde—, me dice.
—Lo siento, señora—, tartamudeo. —Me encontré con uno de los trillizos.
—Sí, Bryce—, dice la Omega. Sin mirarme ni un segundo, me pone un cubo de productos de limpieza en los brazos. — Esta mañana
limpiarás primero su habitación.
Asiento con la cabeza, cojo el cubo y salgo de la cocina. Antes de llegar a la puerta, me vuelvo hacia Omega y ella me fulmina con la mirada. —Por cierto, me llamo Erica—, le digo dócilmente. —Rita—, me responde la Omega con un gruñido y continúa cocinando.
Subo las escaleras cargando el cubo de productos de limpieza y me detengo frente a la habitación de Bryce. Hacía muchos años que no entraba en esta habitación.
De repente, me sumerjo en un recuerdo del pasado.
FLASHBACK
—¡Ocho, Nueve, Diez! Listos o no, allá voy —. Oigo a Ace gritar por el pasillo.
Todavia no he encontrado un lugar donde esconderme. Dijo que si me encuentra primero tengo que darle un beso. ¡Qué asco!
Al entrar en la habitación más cercana, me doy cuenta de que estoy en la habitación de Bryce. Hay ropa por todo el suelo y platos sucios apilados encima de todas las cómodas. Arrugo la nariz por el olor. Aquí huele a chicos apestosos.
Veo un armario enorme en un rincón de la habitación y me doy cuenta de que será lo bastante grande para esconderme en él.
—Voy a buscarte, Zorrita—, la voz de Ace resuena por los pasillos de la casa de la manada. — ¡Será mejor que te escondas!
Sin dudarlo, salto dentro del armario y estabilizo mi respiración. No quiero que Ace me encuentre primero. Oigo abrirse la puerta del dormitorio y unos pasos suaves entran.
—Sé que estás aquí, zorrita—, se rie Ace. —Reconoceria tu olor en cualquier parte.
De repente oigo cerrarse la cerradura del armario y el sonido de una risa que viene de fuera. El aire del interior del armario empieza a parecer demasiado denso y suelto un grito aterrorizado. Empujo las puertas del armario y no se mueven. Me han encerrado dentro.
—Eso te pasa por esconderte en mi habitación—, aulla Bryce entre risas mientras sigo empujando las puertas.
—Por favor, déjame salir—, suplico. Me corren las lágrimas por la cara. —Prometo no volver a esconderme en tu habitación nunca más.
—Es demasiado tarde—, grita Bryce a través de las pesadas puertas de madera. —Ahora eres mía para siempre. A nadie se le ocurrirá buscarte aquí.
FIN DEL FLASHBACK
La puerta que tengo delante se abre de golpe y me saca del horrible recuerdo de la última vez que estuve en esta habitación.
Bryce está de pie frente a mí sin nada más que un pantalón de chándal gris. Su pecho cincelado está totalmente a la vista.

— ¿Vas a quedarte ahí fuera todo el día o vas a venir a limpiar mi habitación?

Maldecida con los trillizos alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora