Cap 125 Mentiras

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POV de Erica

Alice rodea a Rex, me rodea la muñeca libre con su mano fría y tira de mí hacia ella. La plata de las esposas de la otra muñeca me muerde dolorosamente la piel. Siseo entre dientes dolorosamente mientras intento estabilizarme entre las dos.
—Quítale las esposas ya—, le gruñe Alice a Rex. Noto que intenta usar su aura de Luna, pero se está debilitando. Rex ni siquiera inclina la cabeza en señal de sumisión.
—No—, dice Rex con seguridad. —No creo que lo haga-.
De repente, el olor de los pícaros envuelve mis sentidos y al instante sé que estamos rodeados. Me doy la vuelta y miro a Rex, que tiene una mirada asesina en los ojos.
No queriendo estar en medio de una pelea entre ellos dos, le suplico a Rex. -—Creo que deberíamos escucharla—.
Rex me gruñe antes de volver a centrar su atención en Alice. - Nos mentiste—, le grita Rex a Alice. —Nos dijiste que sólo sentías respeto por los pícaros. Pero nos odias, ¿verdad?—.
Alice comienza a cacarear en voz alta. Su voz resuena entre los árboles y los pájaros se dispersan por las ramas. —¿Cómo puedes ser tan estúpido?— Alice me señala con uno de sus largos dedos.
—Diría cualquier cosa para ponerte de su parte.
Rex se vuelve hacia mí con la mirada herida. -¿Me has mentido?—
El miedo empieza a acumularse en mi estómago mientras me interpongo entre Rex y Alice. No le mentí a Rex pero si le digo eso Alice seguramente hará que me castiguen. Tal vez si le miento a Rex, Alice me ahorre el castigo con el que me ha estado amenazando desde que llegué aquí.
—Adelante—, me dice Alice con desprecio. —Dile la verdad y tal vez te ahorre el castigo que tanto mereces—.
Los ojos de Rex nadan en lágrimas. Sé que deseaba desesperadamente creer lo que le había dicho. Si le digo que mentí pierdo mi única oportunidad de tener un aliado en este infierno en el que estoy viviendo.
Alice aprieta sus largos dedos alrededor de mi muñeca y sus uñas se clavan en mi piel. Miro su brazo y veo que se ha movido parcialmente. Sus largas garras de hombre lobo se clavan en mi piel. Me doy cuenta de que no importa lo que diga. No saldré viva de esta situación. Sólo tengo que aguantar lo suficiente para que los trillizos me encuentren.

Así que hago lo único que puedo para preservar mi seguridad. Me vuelvo hacia Rex, le miro a los ojos y miento. —Mentí—, me ahogo con las palabras al salir de mi boca.
Rex intenta alejarse de mí, pero se olvida de que seguimos unidos por las esposas. Cuando retrocede, me tira del brazo en su dirección y caigo de rodillas en medio del bosque.
Alice sonríe al ver el aprieto en el que me encuentro. -¿Cuál debería ser su castigo por creer tus mentiras?—, se ríe con locura.
—No necesita ser castigado—, grito asustada. —Ha sido culpa mía
—Se ocuparán de ti a su debido tiempo—, dice Alice sin apartar los ojos de Rex. —Ahora, ¿cómo debe ser castigado?—. Me pregunta de nuevo.
Trato de ponerme de pie pero sin el uso de mis brazos, estoy inmovilizada en el suelo sobre mis rodillas. —Por favor, no le castigues—, le ruego. —No volveré a intentar convencerle de nada
—Es un poco tarde para eso, ¿no?—. Alice tiene una sonrisa malvada dibujada en los labios.
Alice suelta mi brazo y éste cae sin fuerzas a mi lado. La sangre brota de las heridas punzantes de mi muñeca. Con el brazalete de plata alrededor de la muñeca, no me curo tan rápido como debería, o no me curo en absoluto. Acuno el brazo contra el cuerpo, pero no intento ponerme en pie.
Veo con horror cómo Alice camina detrás de Rex. Le pone las manos en los hombros y le clava las garras en la carne. Él cae de rodillas por el dolor que ella le está causando.
—Luna—, sisea entre dientes. —No volveré a caer en la trampa.
Ahora sé lo mentirosa que es esta zorra—.
Agacho la cabeza avergonzada. —No he mentido—, murmuro para mis adentros, pensando que Alice y Rex no podrían oírme.
—Nunca aprenderás—, me gruñe Alice. Retira la mano y me da una bofetada. Siento cómo sus garras me cortan la piel de las mejillas.
—Te volverás obediente—, dice mientras me abofetea de nuevo.
Mi cabeza se gira hacia un lado. Lo único que quiero es fulminar a Alice con la mirada, pero tengo demasiado miedo de que mis bebés se defiendan. —Sí, Luna—, digo apretando los dientes.
—Qué lista eres—, dice Alice mientras me pone la punta de los dedos bajo la barbilla y me inclina la cabeza hacia arriba. Sacudo la cabeza y me niego a mirarla. Me avergüenzo de lo que acabo de hacer.
A Alice no parece importarle mi lucha interior y vuelve a centrar su atención en Rex. —¿Y ahora qué hacemos contigo?—

Puedo sentir la sangre rodando por mis mejillas y sé que no debo abrir la boca de nuevo. Con un chasquido de dedos, dos sucios hombres lobo salen de detrás de los árboles, ya en forma de lobo.
Lanzo una última mirada a Rex, que tiene una expresión de miedo en el rostro. Alice se agacha y le susurra algo al oído. Sus ojos se abren de par en par al escuchar sus palabras. Sé que esta será la última vez que vea a Rex con vida.
Alice se aleja de Rex y se mueve para arremeter contra Alice y accidentalmente me arrastra por el suelo del bosque. -Tendrás lo que te mereces, zorra, gruñe en su dirección.
—No antes de que tú recibas lo que te mereces—, dice Alice con una sonrisa en los labios. Se vuelve hacia los dos lobos que echan espuma por la boca. —No hagáis daño a la chica—, les ordena.
Antes de que pueda pensar, los dos lobos se abalanzan sobre Rex y lo desgarran miembro a miembro. Me arrancan el brazo de cuajo mientras Rex intenta protegerse. Cierro los ojos y me alejo de la carnicería que tengo delante, pero no dejo de ser arrastrado en dirección a la pelea. Pronto mi brazo está libre y miro para ver el brazo desmembrado de Rex colgando del brazalete conectado al mío.
El vómito me sube por la garganta mientras intento zafarme de lo que queda del cuerpo de Rex. Hago todo lo posible por contener el vómito, pero no puedo y vomito por todo el suelo que tengo delante.

Los dos lobos se adentran en el bosque dejando atrás el cuerpo de Rex. Alice se acerca a mí y me suelta de las esposas que me mantienen atada al brazo de Rex.
—Eso te enseñará a hacerte amiga de mis pícaros—, me sisea. —
Ahora levántate y sígueme a la cabaña—.
Dedico una última mirada a la carnicería en el suelo del bosque antes de seguir a Alice de vuelta a la cabaña. No volveré a cometer este error.

Maldecida con los trillizos alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora