Punto de vista de Erica
Bryce y yo compartimos una mirada insegura. No nos habían dicho que teníamos que visitar el oráculo solos. Había supuesto que tendría a Bryce a mi lado cuando hiciera mi pregunta. La mirada de Bryce me dice que él pensaba lo mismo.
—Mi compañera no va a ir a ninguna parte sin mí—, le gruñe Bryce al oráculo.
Parpadea varias veces lentamente. La oráculo deja que una sonrisa socarrona se dibuje en su labio No dice una palabra, en su lugar, se aleja de la puerta y la cierra en nuestras caras.
—Bryce—, gimoteo. —No podemos irnos de aquí sin hablar con el oráculo-. Acunando mi vientre entre los brazos, mi estrés llena el aire que nos rodea. —Tengo que saber sobre nuestro hijo—.
—¿Y si esto es una pérdida de tiempo?—. Bryce gime. —No quiero separarme de ti ni un minuto—.
—Tengo que saberlo. Tiene que haber una razón mayor para que tu madre venga a por nuestro hijo. Ella sabe algo que nosotros no y mi instinto me dice que el oráculo puede darme las respuestas que necesito—. Intento razonar con Bryce.
Antes de que pueda responder, la puerta de la cabaña del oráculo se vuelve a abrir y ella me tiende la mano. —Tengo las respuestas que necesitas—, dice.
Inhalo profundamente y suelto el aire lentamente antes de agarrar la mano del oráculo. Antes de que pueda volver a mirar a Bryce, me empuja con fuerza hacia el interior de la cabaña y la puerta se cierra rápidamente tras nosotros.
No sé qué esperaba cuando entré en la cabaña del oráculo. Tal vez pensé que vería frascos de especímenes y libros de hechizos por todas las paredes. Pero esto no parece ser diferente de la cabaña a la que Ace me llevó en nuestra primera cita.
La cabaña no es más que una habitación individual. Con una pequeña chimenea en una esquina y una cama en la otra. No hay efectos personales que me digan algo sobre la mujer que ahora prepara té en una tetera sobre la chimenea.
—Pareces más joven de lo que esperaba—, digo intentando llenar el silencio de la cabaña.
-Las apariencias engañan—, dice la oráculo mientras señala una mesita en el centro de la cabaña.
La mujer de pelo negro toma asiento en la mesa y espera en silencio a que yo me siente frente a ella. Al sentarme en la silla, siento que estoy atado a ella por algún tipo de magia.
—¿Qué está pasando? grito, pero la oráculo se limita a inclinar la cabeza y mirarme con curiosidad.
—Es una pregunta extraña—, dice.
-Espera—, grito presa del pánico, —esa no es mi pregunta—.
Tengo los brazos atados a los lados y las piernas pegadas al suelo.
El pánico me sale por los poros y siento que el corazón se me va a salir del pecho.
—No, no—, dice el oráculo con seguridad. -Creo que con esa pregunta bastará—.
—No—, grito mientras lucho contra los lazos invisibles que me sujetan. —He venido aquí por mi hijo—.
La oráculo ladea la cabeza y me mira con curiosidad. —¿Por qué ibas a estar aquí si no?—.
Estoy tan confusa que no sé qué decir. La oráculo está muy ocupada encendiendo un fuego y colocando diferentes objetos en un gran caldero sobre el fuego. Un humo negro llena la habitación y no puedo ver más que unos centímetros delante de mi cara.
El humo se enrosca y retuerce en el aire hasta que , aparecen figuras en el aire a nuestro alrededor. Entrecierro los ojos e intento comprender las figuras que veo en el aire, pero lo que veo no lo entiendo.
El humo se arremolina en la figura curvilínea de una mujer que camina con dos figuras más pequeñas a cada lado. Mis ojos se abren de par en par al mirar el humo.
—Esta no puede ser mi profecía—, susurro para mis adentros.
De repente, el oráculo está a mi lado. Sus ojos brillan con un verde intenso. Mira en mi dirección, pero no me mira a mí. Gira la cabeza de izquierda a derecha, observando el humo que brama en la habitación.
—Nacerán dos niños. Uno de la oscuridad y otro de la luz. Un niño y una niña. Uno será bendecido por la Diosa de la Luna, el otro no.
Pero ten cuidado, otros han buscado la profecía del niño bendecido y los buscarán, porque sólo ellos pueden gobernar las cuatro manadas como una sola—.
El humo se asienta alrededor de la habitación, cayendo como pesada ceniza sobre el suelo. La oráculo tose y chisporrotea mientras se limpia la ceniza de la capa. Mis manos y mis piernas ya no están atadas a la silla en la que estoy sentada. Me froto las muñecas intentando aliviar el dolor que me recorre los brazos.
—Esta no puede ser mi profecía, vuelvo a decir mientras me pongo en pie.—¿Por qué?— Pregunta el oráculo con una sonrisa socarrona en la cara.
—Porque no voy a tener dos hijos. Sólo voy a tener uno—, le digo, pero algo en mi interior me dice que estoy equivocada.
—¿Ah, sí?— dice la oráculo mientras se afana con la escoba barriendo las cenizas de la cabaña.
—Lo ha dicho el médico—, digo mientras el vómito me sube a la garganta.
—Cree lo que quieras—, dice la oráculo mientras se quita más ceniza de la capa. —Ahora, si quieres que uno de tus compañeros también se reúna conmigo, tienes que marcharte—.
Sorprendida por su repentina brusquedad, quiero discutir con ella y exigirle otra profecía, pero en lugar de eso, la obedezco y me dirijo hacia la puerta de la cabaña.
Bryce se abalanza sobre mí en cuanto abro la puerta. Me mantiene a distancia y me examina.
—Has estado ahí dentro una eternidad—, dice Bryce con cara de preocupación.
—Estuve allí unos minutos—, le digo a Bryce, pero al mirar el sol poniente me doy cuenta de que me equivoco.Bryce frunce las cejas. -Estuviste allí durante horas—.
—Vamos, vamos—, dice el oráculo desde la puerta de la cabaña.
—Antes de que oscurezca.
—¿Estarás bien?— pregunta Bryce, pero el oráculo no me da oportunidad de responder antes de meterlo en la cabaña y cerrar la puerta tras ellos.
Dejando escapar un suspiro frustrado, me siento en los escalones de la cabaña e intento esperar lo más pacientemente que puedo.
El susurro de las hojas procede del bosque. Echo un vistazo a los árboles y veo dos figuras que se dirigen hacia mí. El pánico se apodera de mi pecho y miro a un lado y a otro. No tengo otro lugar al que huir que el bosque.
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Maldecida con los trillizos alfa
Werewolf-Yo fui el primero en besarla-, alardea Bryce. -Yo la llamo virginidad -, grita Ace en voz alta. -Ella me amara primero-, responde Chris enfadado. Erica pone los ojos en blanco y pisa fuerte. - ¡Los odio! Los odio a todos. Erica se encuentra sin hog...