Cap 127 Demasiado tarde para mi

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Erica's POV

[Advertencia: este capítulo puede ser difícil de leer para algunos.]

—Entrega al niño—, gruñe Alice en mi dirección pero no le presto atención.
Mi atención se centra en mi bebé que grita en el suelo. —Por favor—, ruego mientras miro al doctor Wilson. —Tiene frío. Por favor, ayúdela-.
El doctor mira alrededor de Alice y le dedica una mirada comprensiva, pero me doy cuenta de que Alice no va a dejar que el doctor Wilson ayude a mi hija. Me agarro a los lados de la bañera e intento salir de ella. Sé que tengo que ayudar a mi hija.
Alice se pone detrás de mí y me empuja de nuevo al agua. Se inclina y me susurra al oído. —Entrega al niño y te dejaré ir con ella
Miro con nostalgia a mi hija por encima del borde de la bañera.
Sus gritos llenan el cuarto de baño y me cuesta concentrarme.

—Erica—, el médico intenta llamar mi atención. —Tienes que empujar o el bebé no sobrevivirá.
Mi mirada se cruza con la del médico, que intenta asentir para tranquilizarme. Empujo hacia abajo y siento que el bebé empieza a coronar. El fuego vuelve a arder en mi interior y respiro hondo antes de empujar de nuevo. Oigo al médico contar lentamente. -
Uno... dos... tres... ...ocho... nueve... diez—.
Cuando el médico deja de contar, hago una pausa y me recuesto en la bañera. No parece querer salir.
—Otra vez—, me grita Alice, que no está dispuesta a darme tiempo para descansar entre empujón y empujón. —O lo empujas o te lo saco de dentro—.
Las lágrimas corren por mis mejillas mientras miro el agua manchada de sangre. Sé que estoy sangrando demasiado. —
Necesito un hospital—, gimo mientras otra contracción se apodera de mi cuerpo.
—No hay tiempo—, me grita Alice. —Ahora da a luz a mi hijo-.
Mi mente no tiene tiempo de asimilar lo que acaba de decir. La increíble necesidad de empujar se apodera de mi cuerpo. Cierro los ojos, me agarro a la bañera y empujo. El doctor Wilson empieza a contar, pero no dejo de empujar cuando llega a diez. De repente, siento que algo se me escapa del cuerpo. El doctor Wilson saca a mi hijo del agua y no grita como su hermana. El doctor envuelve mi hijo en una toalla y yo alargo los brazos para cogerlo, pero el doctor Wilson lo pone en brazos de Alice.
—Por favor, déjeme ver a mi hijo—, grito mientras cojo el montón de rizos dorados que sobresalen de la toalla.
El doctor Wilson corta el cordón y se levanta, dejándome sola en la bañera. Alice sonríe a mi hijo y le susurra dulcemente: -Eres perfecto.
Antes de que pueda alcanzarlo de nuevo, Alice coge a mi hijo y sale del baño. —Tenemos que irnos ya—, le dice al médico. —Diles a todos que se dirijan al siguiente lugar—.
El doctor Wilson me mira con lástima. —Lo siento, Luna, susurra antes de dejarme sola en el baño.
El silencio se apodera del cuarto de baño y me doy cuenta de que mi hija ha dejado de gritar. El pánico se apodera de mi pecho al ver a mi hija tumbada en el suelo. Intento tocarla por encima del borde de la bañera, pero está fuera de mi alcance. Oigo la puerta de la cabaña abrirse y cerrarse varias veces.
Se hace el silencio en toda la cabaña y sé que estoy sola.
Siento que se me nubla la vista y sé que no me queda mucho tiempo. Miro por encima del borde de la bañera y veo el sutil subir y bajar del pecho de mi hija. Puede que sea demasiado tarde para mí, pero me niego a creer que lo sea para ella.

Me agarro al lateral de là bañera, me levanto y me doy la vuelta sobre el borde. Me arrastro por el suelo del baño boca abajo, rebusco en el armario de la ropa blanca y saco varias toallas.
Mientras doy vueltas en el suelo, trato de ignorar la cantidad de sangre que corre por el suelo detrás de mí.
Vuelvo a acercarme a mi hija, la envuelvo en una toalla y la tumbo a mi lado. La acerco a mí, se acurruca en mi pecho e inmediatamente empieza a mamar. Le acaricio suavemente el pelo de color negro de la parte superior de la cabeza.
—Una de oscuridad y uno de luz—, susurro mientras miro a mi hija. Pienso en el montón de rizos dorados que vi asomar por la toalla que sujetaba Alice. Por supuesto, Alice querría el bebé bendecido por la Diosa de la Luna.
Me estremezco al tumbarme en el suelo y me aseguro de envolver a mi hija con otra toalla. Tengo que asegurarme de que no pase frío.
Una vez más, abro el vínculo entre los trillizos y yo. Tengo la sensación de haberlo hecho miles de veces en los últimos meses.
Desesperada por oír sus voces una vez más.
Yo tuve a los bebés—, digo débilmente a través del vínculo. Vuestra madre se llevó al niño y me dejó morir. Probablemente no estaré aquí cuando nos encontréis, pero por favor cuida de esta preciosa niña y nunca dejéis de buscar a vuestro hijo—.
Espero un momento para ver si obtengo alguna respuesta.
Pero, como siempre, sólo obtengo silencio. La marca de mi cuello empieza a palpitar mientras la oscuridad se apodera de mi vista.
Un zumbido es lo único que oigo en mis oídos, pero juro que, tumbada en el suelo, siento el cosquilleo del vínculo de pareja.
Intento abrir los ojos para ver si mis compañeros han venido a buscarme, pero es como si los tuviera pegados. El zumbido de mis oídos se detiene y sólo veo oscuridad.

Maldecida con los trillizos alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora