Cap 134 Tortura

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POV de Bryce

Si no obtengo respuestas pronto, es probable que explote y mate a todos los que tenga a la vista. Mis garras están clavadas hasta los nudillos en el hombro del doctor Wilson y siento una especie de satisfacción enfermiza al sentir su carne envuelta alrededor de mis dedos.
El doctor Wilson se niega a responder a mi demanda de respuestas. Se limita a gemir de dolor mientras lo arrastro por el suelo. Amber está encogida detrás de Ace tratando de evitar mi ira, pero poco sabe que es la siguiente si alguien no empieza a hablar pronto.
Ace, por supuesto, intenta mitigar la situación. -Bryce—, dice un poco demasiado suavemente. —Los necesitamos vivos a los dos Amber rodea el brazo de Ace y se mantiene cerca de él.
—No toques a mi hermano, joder—, le gruño a Amber y ella suelta inmediatamente el brazo de Ace.
Con rabia, tiro el cuerpo del doctor Wilson hacia un lado. Cae al suelo con un ruido sordo y se le escapa otro gemido de dolor. —No te muevas, joder—, le siseo al doctor mientras se revuelca dolorido en el suelo.
Miro la cerradura de la puerta y me río entre dientes. Acerco la mano a la cerradura y no noto que irradie calor. No es de plata.
Una vez más, dejo que mis garras se deslicen desde la punta de mis dedos y corto el cerrojo de la puerta con facilidad. Alpha Jet fue un tonto al pensar que esta cerradura impediría el paso a cualquiera.
En cuanto se abre la puerta, me llega un aroma amargo que solo había olido una vez. Enciendo el interruptor de la pared y una luz tenue empieza a parpadear en el techo. El olor del acónito me pica la nariz y la garganta mientras me adentro en el sótano.
Las paredes están cubiertas de macetas bajo lámparas de calor.
Cada maceta contiene una flor de color púrpura intenso. Oigo a Ace jadear cuando entra en el sótano detrás de mí.
—¿Es eso lo que creo que es?— pregunta, y me doy cuenta de que tira del doctor escaleras abajo.
—Acónito—, susurro mientras miro la habitación con asombro.
—Es ilegal cultivar acónito dentro de las fronteras de la manada-, dice Ace estúpidamente.

—No creo que a Alpha Jet le importe mucho lo que sea legal o no -, me río sarcásticamente. -Acabemos con esto—, digo mientras hago un gesto hacia una puerta al fondo del sótano que debe conducir a las mazmorras.
Abro la puerta e inmediatamente me encuentro con el hedor a orina, sangre y carne podrida. Por muy enfadado que esté, no puedo evitar que se me forme un nudo en la garganta. Nunca había torturado a nadie para obtener información.
—Será fácil—, dice Blue en mi mente. Escúchame y te guiaré—.
Asiento para mis adentros y doy varios pasos hacia el calabozo. La mayoría de las celdas están vacías y en las que no lo están hay cadáveres putrefactos.
Encuentro un juego de llaves en la pared y abro la celda vacía más cercana. Ace arrastra al doctor al interior y sisea al tocar las esposas de plata con las manos. Juntos, mi hermano y yo, esposamos al doctor Wilson a la silla del centro de la celda.
La cabeza del doctor cuelga sin fuerzas hacia un lado, mientras intenta fingir que se ha desmayado. Miro detrás de Ace y no veo a Amber por ninguna parte.
—¿Dónde está la zorra?— le gruño a mi hermano.
—La dejé volver a la casa de la manada—, dice Ace mientras mira fijamente al doctor. —No creo que huya—.

—De todas formas, no creo que sepa nada—, digo y Ace asiente con la cabeza.
—Entonces, ¿qué hacemos primero?—. Ace me mira con cara de confusión.
Vuelvo a mirar al médico que sigue fingiendo estar desmayado. -
Lo necesitamos despierto—, le guiño un ojo a Ace.
Para mi sorpresa, Ace toma la iniciativa. Agarrando la mano del doctor, Ace le arranca un dedo de la cuenca. Se me sube la bilis a la garganta al ver el dedo colgando torpemente de la mano del doctor. Me la trago. Lo último que quiero es parecer débil.
El doctor Wilson grita de dolor. Levanta la cabeza, mira a Ace desde su mano destrozada y suelta una sarta de palabrotas.
—Ah—, dice Ace con un poco de humor en la voz. —Está despierto-.
Ace agarra otro de sus dedos y lo mueve en tono burlón. —¿Por qué has venido a ayudar a nuestra compañera si estabas ayudando a nuestra madre?—. le pregunta Ace al doctor.
—Eres realmente estúpido—, le espeta el doctor Wilson a Ace. - No iba a ayudar a vuestra compañera. Me enviaron para matarla.
Un gruñido escapa de mis labios. Es tan fuerte que hace que los barrotes de las celdas traqueteen en su sitio. Agarro la otra mano del doctor y le parto dos dedos por la mitad sin dudarlo.
El médico vuelve a gritar con fuerza y las lágrimas caen por sus mejillas. —¿Dónde está mi cachorro?— gruño mientras dejo que mis garras se extiendan una vez más.
El doctor Wilson mueve la cabeza de un lado a otro. —Nunca te lo diré—, dice apretando los dientes.
—¿Así que quieres morir aquí abajo?—. Me río mientras hago un gesto a las celdas que me rodean.
-No tienes agallas para matarme—, casi se ríe el doctor. -
Todavía eres un cachorro—.
—Ya he matado antes—, advierto al doctor. —Ahora, ¿dónde está mi cachorro?—.
Un destello de miedo cruza la cara del doctor, pero rápidamente intenta disimularlo. Le paso una de mis garras por el cuello. Lo justo para romper la piel. El doctor sisea cuando mi garra le corta la piel por encima de la yugular, pero sigue negándose a hablar.
Ace debe de haber salido de la celda en algún momento, porque vuelve irrumpiendo con un puñado de herramientas en las manos.
—¡Mira lo que he encontrado!—
Miro las herramientas que Ace tiene en sus brazos. Todas están oxidadas y cubiertas de sangre seca. Ace las deja caer al suelo con un gran estruendo y coge un par de grandes cizallas. —Me pregunto qué aspecto tendría sin su nariz—. dice Ace con una sonrisa de satisfacción.
Me doy la vuelta y miro a mi hermano con cara de asombro. Nunca pensé que entre los tres sería él quien disfrutaría con la tortura.
Estaba segura de que sería Chris. Ace abre y cierra la cizalla varias veces delante de la cara del doctor. La frente del doctor empieza a sudar mientras Ace aprieta la cizalla en la punta de la nariz del doctor Wilson.
-Vale—, grita asustado el doctor Wilson. —Están en la cabaña—.
Ace retuerce juguetonamente la cizalla en la nariz del doctor. -
¿Qué cabaña?— Pregunta
—Aquella en la que creciste—, dice el doctor asustado.
—No sería tan estúpida como para ir allí—, me río del doctor. -Córtale la nariz—,
Ace aprieta la cizalla alrededor de su nariz y la sangre empieza a gotear por su cara.
—Se suponía que debía mantenerte aquí—, el doctor Wilson empieza a soltar todo lo que sabe. —Se suponía que debía mantener a Erica al borde de la muerte hasta que la niña tuviera edad suficiente para trasladarse a Europa—.

Miro a mi hermano y él se encoge de hombros. -Tengo muchas ganas de cortarle la nariz—, gimotea un poco Ace.
—Ya habrá tiempo para eso—, le digo a Ace quitándole la cizalla de las manos. —Si dice la verdad, no tendrá problema en quedarse aquí hasta que encontremos a nuestra madre y a nuestro cachorro.—

Maldecida con los trillizos alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora