Cap 92 No puedo mostrártelo aquí

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Punto de vista de Ace

Me arrastro escaleras arriba por la Mansión Real. He pasado todo el día en el hospital con mi madre, a pesar de que mis hermanos se habían marchado hace tiempo. Llevo más de dos días despierto y me siento como muerto en pie. Al llegar al final de la escalera, veo a Amber rodando una maleta por el pasillo, murmurando obscenidades en voz baja.
—¿Adónde vas? le pregunto con curiosidad.
—A casa—, contesta.
—Pero creía que ibas a ser la pareja elegida por Bryce—. Estoy demasiado cansado para sumar dos y dos.
—Decidió estar con esa... pícara —, dice Amber enfadada. Me empuja y baja las escaleras con su maleta rebotando tras ella.
Supongo que podría haberme ofrecido a ayudarla a llevar la maleta hasta el coche, pero la verdad es que odio a esa zorra. Además, tengo cosas más importantes en la cabeza. Cuanto más pienso en las palabras de mi padre, más sé que tengo que arreglar las cosas con Erica. Ella es un regalo de la Diosa Luna y eso no es algo que deba tomarse a la ligera.
Estoy seguro de que desde que Bryce echó a Amber a la calle, también aceptará a Erica. Si conozco a Bryce tan bien como creo, sé que Bryce no perderá tiempo en marcarla.
Camino hacia mi dormitorio, paso por delante de la puerta de Bryce y oigo voces apagadas que vienen de su habitación. El olor a lavanda es intenso en la entrada y sé que Erica está en la habitación con él. Respiro hondo, pongo la mano en el pomo y me sorprende que gire con facilidad.
En cuanto entro en la habitación, siento el aroma de la excitación.
Mis ojos se dirigen a la cama y veo a Erica tumbada desnuda sobre Chris y a Bryce inspeccionando algo en el cuello de Erica.
—Parece incompleto—, dice Bryce con una mirada triste.
La han marcado, joder. La han marcado sin mí. Siento que me sube la rabia al pecho.
—Eso es porque lo está. Me alegra ver que todos decidieron marcarla sin mí—. Gruño en voz alta.
Las tres me miran con cara de asombro. Erica se muerde el labio inferior nerviosamente. Me enfado tanto que sé que tengo que salir de la habitación o diré algo hiriente.

Salgo del dormitorio dando un portazo. En cuanto salgo al pasillo, me paso los dedos por el pelo, tirando bruscamente de él. —Esos hijos de puta—, gruño furioso.
Corro a mi habitación, cierro la puerta y dejo que las lágrimas corran por mi cara. No puedo evitar sentirme traicionado por los tres. Sé que no había ningún acuerdo entre los tres sobre cuándo y cómo la marcaríamos. Pero no puedo creer que la marcaran sin mí.
Un ligero golpe en mi puerta llama mi atención. No tengo que levantar la nariz para oler su aroma y saber que es Erica la que está al otro lado. Me limpio las lágrimas de los ojos y me miro en el espejo para asegurarme de que no parece que haya estado llorando. Abro la puerta de un tirón y estoy dispuesto a gritarle, pero no puedo al ver su mirada asustada. Pero tampoco estoy dispuesto a perdonarla tan fácilmente.
—¿Puedo ayudarte? le pregunto mientras la miro de arriba abajo.
Erica no lleva nada más que una de las camisetas de mis hermanos y una marca brilla en su cuello. Mis ojos se detienen en la marca y Bryce tiene razón. No parece completa. Se mueve de un lado a otro y retuerce con los dedos el dobladillo de la camiseta.
—Creo que tenemos que hablar—, susurra mientras mira al suelo.
—¿De qué hay que hablar? le digo bruscamente. —Dejaste que mis hermanos te marcaran—.

—No sabía que eso iba a pasar—, dice. —Pero no les marqué —.
Erica se niega a mirarme mientras habla. Me doy cuenta de que se siente culpable por lo ocurrido. La cojo del brazo, la llevo a mi habitación y cierro la puerta tras ella. Erica da un respingo al oír el portazo. Me mira brevemente y veo el miedo en sus ojos.
—¿Cómo has podido hacerme eso? le pregunto. —¿Cómo has podido excluirme de un momento tan importante?—.
—Ya te lo he dicho. No sabía que iba a pasar eso—. Se le saltan las lágrimas.
—¿Por qué no les dijiste que no?—. Le pregunto. —¿Por qué no esperaste a que pudiéramos estar los tres?—.
Erica por fin levanta la vista y puedo ver el dolor en sus ojos. - Porque en ese momento quería que lo hicieran. Ahora sé que los dos me quieren y necesitaba saberlo. Lo siento si te ha dolido.
¿Cómo puedo compensarte?—.
Me río de ella. —No hay nada que puedas hacer para compensarme. Es demasiado tarde—.
—¿Así que vas a estar enfadado por esto para siempre?—. Erica empieza a llorar.
—Necesito tiempo—, intento explicarle. —Necesito asegurarme de que esto es lo que realmente quiero—.
Las lágrimas caen por la cara de Erica. Quiero sentirme fatal por haber estropeado un momento que iba a ser tan especial, pero no me atrevo a sentir otra cosa que celos y rabia en este momento.
—Antes de que te decidas, quiero enseñarte algo—, dice Erica entre lágrimas.
—¿Qué quieres enseñarme?—. gimo.
Erica levanta la cabeza y me ofrece una débil sonrisa. —Sígueme la corriente—.
—Vale, pues enséñamelo—. Cruzo los brazos sobre el pecho y la fulmino con la mirada.
—No puedo enseñártelo aquí—, dice Erica.

Maldecida con los trillizos alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora