Setenta y Ocho

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Narra Justin:

Gemí al sentir un fuerte dolor de cabeza. Sentía que en cualquier momento iba a explotar. Bufé tratando de moverme, pero no podía. ¿Qué diablos? Abrí los ojos confundido y bajé la vista a mi cuerpo para verme atado a una silla. ¡Joder! Moví las manos tratando de soltarme, pero la soga estaba demasiada fuerte. Mierda, estaba jodido. ¿Cómo llegué aquí? ¿Qué hago aquí? Cerré los ojos al sentir un mareo y respiré hondo. No sé qué mierda me dieron, pero apenas puedo mantener los ojos abiertos. Y por el dolor en mi cara sabía que estaba golpeado, las gotas de sangre en mi camisa me lo confirmaban. Joder, sentía nauseas. ¿Dónde diablos estaba?

—Mierda—escuché un quejido y me volteé a ver de quien se trataba. Mi sorpresa fue ver a Hailey atada a una silla también. ¿Pero qué diablos? ¿Qué hacía aquí? ¿Ella también?

—¿Hailey? —la llamé y esta se quejó mirándome. Hice una mueca al ver que también estaba levemente golpeada. Tenía su mejilla morada y de su labio salía sangre. ¿Cómo diablos se atrevían a golpear a una chica? Joder, malditos brutos.

—¿Justin? — murmuró confundida mientras se sacudía. Mala idea, no debería hacer eso, de nada nos serbia. Estábamos bien atados. De pies a cabeza. ¡Mierda! —¿Qué diablos? —se quejó dejando de luchar. Era lo mejor, las malditas sogas en cada movida nos raspaban las manos y ni hablar de los pies. Ni siquiera podía hacer el intento de mover los pies. —¿Qué es esto? —bufó mirando a su alrededor y alcé la vista viendo también alrededor. Sin duda era un almacén por el eco. Solo habían un par de sillas y una mesa, lo demás estaba vacío. Solo nosotros y un par de sillas. Apreté la mandíbula al sentir otro mareo y traté de zafarme de las sogas ya que mis manos estaban amarradas en una posición incómoda, pero lo único que logré fue que las sogas me rasparan más. No sentía nada, ni mis pies, ni mis manos de lo fuerte que están atadas. ¡Joder! ¿Dónde diablos estaba? ¿Dónde estaban todos? Lo último que recordaba fue que me apuntaron con el arma en la cabeza, de ahí nada más. Así que, ¿Dónde están todos? ¿Dónde estaban los chicos? ¿los habrán cogido también? —¿Cómo llegamos aquí?—preguntó y me encogí de hombros. No sabía la respuesta, pero por mi cuerpo adormecido y los golpes, tuvieron que habernos drogado. La pregunta aquí es, ¿Quién nos hizo esto? ¿Para qué? –Joder, fui a buscar mi teléfono en tu habitación y cuando entré, alguien me golpeó por atrás—bufó. No recordaba haberla escuchado entrar a la habitación. Lo más seguro ya estaba golpeado.

—Por aquí—escuché la voz de un tipo y ambos nos giramos a ver hacia la puerta, pero nada. De un momento a otro se quedaron en silencio. Miré a Hailey que frunció el ceño confundida.

—Vaya, hasta que despiertan—ambos nos giramos al escuchar una voz reconocida y apreté la mandíbula al ver de quien se trataba. No era nada más y nada menos que el ruso. ¡Joder, lo sabía! ¿Qué diablos hacia aquí? Sabía qué estaba en la ciudad. Y eso solo significaba que venía por ella. ¡Mierda, mierda! Venia por ella, venia por mi chica. Ya me lo había advertido, venia por ella cuanto menos me lo esperaba. Y ahora estaba aquí. ¡Joder! Vino por ____. Diablos, necesitaba irme de aquí. Necesitaba protegerla, necesitaba estar con ella. Traté de mover las manos y gruñí al sentir el ardor. De seguro ya tenía sangre en las muñecas de tanto forcejear.

—Cabrón—bufó Hailey y el ruso rio viéndonos. No había cambiado nada, seguía siendo el mismo cabrón enfermizo. El mismo cerdo de siempre. Joder, ¡quería borrarle esa maldita cara de felicidad!

—Vaya sexy, como extrañaba esa voz—rio el ruso dándole un trago a su bebida. Maldito cerdo cabrón. –Recuerdo que la última vez que la escuché fue cuando follamos hace unos meses—sonrió e hice una mueca de asco. Eso era asqueroso, pero no me sorprendía.

—¡En tus sueños imbécil! —gritó furiosa mientras forcejeaba.—Tendría que estar borracha para meterme en tu cama cerdo—bufó y el ruso rio.

My Trouble Maker {#2 Trouble} {Justin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora